Soplan nuevos aires en política. La reacción anticorrupción se extiende. Dilma en Brasil enfrenta proceso de destitución; Cristina en Argentina está ida; Maduro está podrido porque perdió el control del parlamento. Acá, la Nueva Mayoría bregando con un “cada día puede ser peor”, con una aprobación de 21% y llena de causas judiciales que le dejarán muchas bajas. ¿Qué está ocurriendo en América Latina?
Por Hernán Narbona
@hnarbona
Las élites siempre se miraron el ombligo. Las máquinas centrales orbitan siempre en torno al poder, surfean los cambios de gobierno y permanecen pese a las turbulencias, cuando alguno de sus miembros se quema, nunca cae al vacío, siempre hay redes de auxilio que lo acomodan en otro puesto, menos vistoso, pero igual de seguro en lo económico.
Hacia las regiones esas élites actúan como un patrón de fundo antiguo, que llega de vez en cuando a la estancia y alinea a los locales en su discurso. Para mantener esa autoridad tácita, el privilegiado caudillo articula sus redes, monta oficinas de relaciones públicas en la provincia, va decidiendo quien sí y quien no en su territorio, podrá ser parte de esa red de “amistad cívica”. De lo que menos habla este caudillo es de ideas, objetivos ni proyectos de sociedad. Son, en general, animales políticos que operan con la calculadora, sonríen sólo para las cámaras y siempre tienen dispuesto el discurso políticamente correcto. Si hay que elegir al Intendente, pues el encargado territorial le dirá al caudillo quien cumple con el perfil. Ser disciplinados hasta la obsecuencia, sin emitir opiniones desmedidas, consultando siempre antes de actuar, son requisitos de incondicionalidad que piden las élites centrales para que el poder, ese intangible que fluye entre favores y sanciones con lógicas casi bélicas, pueda mantenerse en sus justos niveles, que permitan seguir sobreviviendo hasta el fin de los tiempos.
Los sistemas políticos tienen esta situación recursiva, las conductas de las élites centrales las repiten hasta el último eslabón de la cadena. Por eso, es difícil que surjan nuevos líderes al interior de los partidos, porque de arriba se les teme y los gerontes tratarán de manejar la nave con marineros mediocres pero obedientes. Por ende, quien quiera abrir opciones, debe unirse con otros que estén en el mismo cauce y, para evitar el desangramiento mutuo, deben generar plataformas mínimas de ideas y programas, que les permitan fundar alianzas para competir con la plutocracia, poder del dinero, y la gerontocracia, poder de los viejos.
Esto se está viviendo en Chile y seguiremos viendo que se desgrana el choclo, que surgen movimientos que desde la sociedad civil, deben crecer para ser alternativas políticas. Esto se puede hacer y está por encima de las etiquetas ramplonas de izquierdas y derechas, con las que nos embolinan la perdiz. Por sus obras los conoceréis y en ese afán se podrá apreciar quienes están jodidos porque se vendieron a los intereses económicos y quienes pueden, con mayor independencia y manos limpias, plantear alternativas de gobernabilidad, con nuevos acuerdos transversales, donde lo que importa es la integridad versus la delincuencia y corrupción que se han enquistado en el sistema, por donde se mire.
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