Por Patricio Arroyo,
Director Pedagogía en Educación Física, U. San Sebastián
A casi 90 días de los Juegos Olímpicos, creo que es necesario darle una vuelta a la verdadera razón por la cual se realiza dicho evento. El sentido que tuvo Pierre de Coubertin al rescatar los JJ.OO. fue en una primera instancia el de “Educar a través del deporte”, sabiendo el impacto que genera en el mundo. Sabemos que nuestros deportistas se preparan durante 4 años con el fin de poder clasificar y participar de este magno evento. ¿Es la medalla el primer objetivo? Desde que se instauraron los JJ.OO. modernos en 1986, el deporte olímpico ha sufrido una metamorfosis, donde los países demuestran su potencia de acuerdo a la cantidad de medallas que obtienen.
Pero ¿es ese el verdadero fundamento?, ¿es lo que piensan nuestros deportistas durante su preparación? Espero que no. Y lo digo con toda responsabilidad, ya que al recordar la verdadera razón por la cual se celebraron dichos juegos fue el de mantener y promover los valores que genera y fomenta el deporte.
El respeto, excelencia y amistad constituyen el fundamento con el cual el deporte, cultura y educación se ven plasmadas en dicho certamen. Hay que recordar que la corona de olivo, apio y laurel eran los premios que honraban el desempeño de los deportistas -ahora reemplazados por medallas de oro, plata y bronce- y que representaban el honor, victoria y reconocimiento de sus pares.
No son los resultados los que deben primar, sino el esfuerzo que realiza un grupo de hombres y mujeres que buscan su pase a participar de esta fiesta planetaria. Es por esto que la responsabilidad que tienen nuestros deportistas no radica en clasificar y traer una medalla al país, lo que es importante, pero el verdadero mensaje que deben llevar y mantener es el espíritu olímpico y que el deporte es una excelente herramienta para construir y formar un mundo mejor.