El populismo es una forma de gobernar que se centra en el clientelismo, en la demagogia que permite captar electores con promesas de bienestar que son imposibles de cumplir, que busca captar adhesión de manera cortoplacista, evitando siempre hablar de deberes, esfuerzo o sacrificio, pero sí de derechos y beneficios.
Por Hernán Narbona
@hnarbona
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Cuando la política partidaria está centrada en mantenerse en el poder, las ideologías o las cosmogonías de sociedad pasan a segundo plano. En vez de utopías que expresen visiones de mundo, encontramos un pragmatismo mercantilista que esgrime el marketing electoral, que acuña eslóganes atractivos, que usa discursos híbridos que admiten lecturas diversas con tal de llegar en forma atractiva o engañosa a diferentes segmentos de la población. Los partidos se convierten de ideológicos en instrumentales y controlarlos es el primer objetivo de los animales políticos, pues con ello manejan todo el andamiaje institucional del país.
El demagogo es todo lo contrario de un Estadista. Es un peón del poder que se especializa en encantar multitudes para su propuesta. Se genera así, en el imaginario popular, un producto intangible, que se va estructurando a través de los medios y esto lleva a que se levanten ídolos prefabricados, en una comedia que dirigen los poderes reales que están tras bambalinas. La sociedad mediática es la sociedad de la imagen, la expresión superlativa del marketing político, que genera fantasías de sociedad, lenguaje oficial en el cual se mueven individuos y organizaciones, empresariales o políticas, con obsecuencia al sistema, legitimando situaciones que se alejan definitivamente del bien común o del ideario de instituciones de servicio público que apuntan a ese bien de todos, por encima de intereses particulares.
La globalización agregó a estos escenarios la difuminación de las fronteras y la relativización del Estado Nación, con acuerdos internacionales que buscaron en las últimas décadas consolidar un sistema neocolonial, donde las potencias imperiales dejan de ser otros Estados para pasar a conformar un poder supranacional de gigantescas corporaciones, que postulan su propio modelo de sociedad global, centrada en la concentración de la riqueza, la fuerza y las decisiones políticas y económicas a nivel planetario. En este contexto, se ha ido escamoteando soberanía popular a las sociedades nacionales y su máxima expresión que era el Estado, pasa a ser controlado, ocupado, distorsionado por los poderes fácticos que integran aquel orden mundial corporativo.
Frente a esta realidad, casi desde las catacumbas surgen los movimientos ciudadanos planetarios, que, evitando el anarquismo y el nihilismo, buscan escapar del yugo corporativo, oponiendo corrientes de solidaridad, propuestas contestatarias que llegan a los fundamentos de la pirámide de Maslow, necesidades fisiológicas y de seguridad, como son la defensa de la sobrevivencia, de la tierra, de la vida, de una alimentación sana, de la salud y la educación, para lograr sociedades libres y sustentables, en armonía con el planeta.
Hoy se está desarrollando en la Plaza de la República en París el Movimiento de los Indignados, Nuit Debout (literalmente, «noche en pie» en francés) movimiento social francés surgido el 31 de marzo de 2016 como parte del movimiento contra la Ley del Trabajo —loi travail—, y extendido a otras ciudades francesas. La agenda de puntos que consolida este tipo de movimientos es amplísima, pero, en lo medular, se resume; el agotamiento del sistema de neoliberalismo global imperante. Este movimiento, informal y «sin etiquetas», se propone construir una «convergencia de las luchas». Organizado en comisiones (coordinación, logística, recepción y serenidad, comunicación, etc.), las tomas de decisiones se hacen por consenso en asambleas generales. Estas ocupaciones de lugares públicos recuerdan a las que protagonizaron a partir de 2011 los Indignados en la Puerta del Sol de Madrid, la Generación de los 700 euros en la Plaza Síntagma de Atenas o el movimiento Occupy en Estados Unidos.
En Chile, esta reacción ciudadana es similar, emergente a partir de los propios conflictos que ha causado el modelo y que estamos viviendo agudizados con los fenómenos climáticos que nos han golpeado. Pero, definitivamente, hay un descontento visceral que revienta por doquier.
El sistema oficial dominante, que maneja los partidos políticos oficiales y que juega a mantener el statu quo, trata en forma despectiva a cualquier movimiento alternativo emergente, arrogándose la seriedad, la estabilidad y la gobernabilidad, entre otros atributos. Sin embargo, esos partidos oficiales que comparten amigablemente el poder, participando de los mismos financistas, con vasos comunicantes entre negocios y política, no dimensionaron la fuerza solidaria que pueden alcanzar los movimiento sociales.
La situación presente cruza el movimiento de Chiloé y de resistencia del pueblo mapuche en la Araucanía con los movimientos globales. No fue casual que en la reciente gira por Suecia e Inglaterra, se produjeran funas masivas a la Presidenta Michelle Bachelet. Las redes sociales están actuando y podría darse una participación masiva en las próximas elecciones que se levante con la bandera de voto castigo a los políticos que han estado involucrados en actos de corrupción. Canalizar en las elecciones municipales un voto alternativo que apunte a candidatos jóvenes que tengan un historial de manos limpias, puede ser una respuesta enérgica a las élites apernadas al poder y sus malas prácticas. Así, quienes se acerquen a la línea alternativa que se define en términos globales como rupturista del sistema neoliberal agotado, podrán tener opción de poder, metiendo una cuña en el duopolio que lleva casi 30 años en el poder.
Sin embargo, para evitar la despectiva y descalificadora expresión oficial de populistas, esas fuerzas críticas de la corrupción actual, deben levantar una propuesta económica viable, anclada en el hombre y el respeto a la naturaleza. En este contexto de principios, luchar por rescatar la República, generar relaciones exteriores que recuperen soberanía para Chile, generar políticas de desarrollo dirigidas por un Estado Responsable en vez de Subsidiario, implementando una descentralización política que fije regiones empoderadas, que desconcentren el poder presidencial actual para que se generen en las regiones políticas ambientales de preservación, desarrollo de los sectores medios con estrategias de financiamiento y coinversión público privada donde un Estado Probo vele por el bien común.
La complejidad de consensuar los lineamientos de una alianza popular que no se disperse en voluntarismo, exige que se pueda generar para el país una propuesta de emergencia nacional, donde la unidad se alcance con un pacto social que plantee las grandes tareas y sacrificios que haya que desplegar como sociedad para recuperar dignidad, con libertad y justicia.
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