Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)
“Lo que diferencia a una empresa que tiene éxito de otra que no lo tiene, son ante todo las personas, su entusiasmo, su motivación, su creatividad, su honestidad. Todo lo demás se puede comprar, aprender o copiar” (C. H. Besseyre des Horts).
De acuerdo con una de las definiciones que aparecen en diversos textos relativos al tema sindical, el sindicato representa a una “asociación integrada por trabajadores, ya sea de empresas públicas o privadas, que se agrupan en defensa y promoción de sus intereses sociales, económicos y profesionales relacionados con su actividad laboral o con respecto al centro de producción” donde prestan sus servicios.
No obstante lo completo del párrafo recién citado en cuanto a la defensa de los intereses económicos y sociales de los miembros de un determinado sindicato, en dicha definición no aparece especificado nada que diga relación con el cuidado de la salud física y mental de los trabajadores afiliados a un sindicato.
Es por ello, que resulta ser muy relevante el hecho de poner atención a un aspecto crucial en la vida de todo trabajador en una organización: su salud. En este sentido, la participación activa del sindicato de una empresa –y sus trabajadores– en el cuidado y mejora de sus condiciones de trabajo representa un importante pilar y factor de influencia en relación, tanto con los efectos directos del trabajo en la salud de los colaboradores, como así también, en relación con la prevención de enfermedades, del tipo que éstas sean. Eso por una parte.
Por otro lado, el sindicato y los trabajadores deben estar implicados, no sólo en: (a) la gestión activa de la prevención de riesgos laborales, (b) en el proceso de influir en sus condiciones de trabajo, (c) en el resguardo de sus intereses y mejoras económicas, sino que también (d) en la promoción e implementación de medidas de prevención de enfermedades, no sólo de tipo “profesional”, sino que de cualquier otro tipo, tales como: enfermedades cardiovasculares, cáncer, hipertensión arterial, diabetes, obesidad, entre otras, que hoy en día están causando verdaderos estragos en la sociedad, tanto a nivel nacional como internacional.
Basta con revisar algunos de los indicadores de salud entregados por el Ministerio de Salud de Chile y muy pronto advertiremos que estos índices son bastante negativos, por no decir nefastos: el 10% de la población adulta sufre de diabetes (y la mitad de estas personas no lo sabe), uno de cada cuatro adultos está afectado de hipertensión arterial (y muchos de ellos desconocen su condición de personas enfermas, ya que es un trastorno que no presenta síntomas, hasta que es muy tarde), el sedentarismo y la falta de actividad física ha conducido a que entre el 60 y el 70% de la población tenga sobrepeso o sufra de obesidad, más de 50 mil personas cada año se enferman de cáncer en Chile, de los cuales, más del 60% fallecerá, siendo que un 30% de estos 50 mil enfermos, nunca debieron haberse enfermados y menos aún, haber fallecido. Son cifras que debieran indignar –y avergonzar– a cualquier persona y/o autoridad de gobierno que las estudie y analice.
Por lo tanto, el conocido “efecto sindicato”, concepto que ha sido extraído de los sindicatos de Inglaterra (Trade Union Confederation) hace alusión a la capacidad de influencia de los trabajadores en sus condiciones de salud. Por intermedio de diversos estudios científicos e informes internacionales, se intenta trasmitir este efecto sindical altamente beneficioso sobre la salud de los integrantes de una organización, sean éstos sindicalizados o no sindicalizados.
Durante los últimos cinco años, he tenido el agrado y la fortuna de participar de manera activa en la formación de cientos de representantes sindicales por intermedio de la ejecución de diversos programas de Formación Sindical auspiciados y financiados por la Subsecretaría del Trabajo, del Ministerio del Trabajo y Previsión Social del Gobierno de Chile, programas que se licitan entre distintas universidades y regiones del país.
En mi caso particular, la Universidad Austral de Chile, con sede en Valdivia –bajo la dirección del Dr. Jorge Riveros S., quién también es profesor de dicho programa– ha ganado la licitación, una y otra vez, gracias a la calidad de su cuerpo académico, así como también a los contenidos del programa, con el objetivo de realizar un proceso de formación integral que se extiende por casi cinco meses, con la participación activa de entre 30 y 40 representantes sindicales de distintas empresas de la décima y décimo cuarta regiones de Chile.
El programa –tal como lo hemos consignado en un artículo elaborado de manera conjunta por los académicos del programa bajo la dirección del Dr. Riveros, titulado “Fortaleciendo el Liderazgo Sindical: Evaluación de la Experiencia del Programa Escuela de Formación Sindical Región de Los Ríos”– tiene como objetivo la formación profesional y valórica de los dirigentes sindicales, focalizándose, principalmente, en las nuevas generaciones de dirigentes.
El programa está fundamentado en tres ejes principales:
1. Desarrollo de competencias en el conocimiento y manejo de la legislación laboral a nivel individual y colectivo.
2. Desarrollo de capacidades técnicas, actitudinales y de liderazgo necesarias para el ejercicio del rol sindical.
3. Entrega de herramientas para propiciar al interior de la empresa el desarrollo de una cultura laboral con énfasis en aspectos tales como la colaboración, el respeto y la relación de diálogo entre los actores sociales, con relevancia de la perspectiva de género.
Los módulos (o asignaturas) del programa considera temas tales como: Planificación Estratégica, Análisis Financiero, Técnicas de Negociación Colectiva, Equidad de Género, Diversidad Sexual, Modelo de Relaciones Laborales y otros, con el fin de entregar una formación que sea integral y que sirva a los intereses de los sindicatos del siglo XXI, y que no se remita o limite, exclusivamente, a las “reivindicaciones sociales” del siglo pasado, basado principalmente en una pelea constante –y desgastante– entre empresa y sindicato, vistos ambos como enemigos y no como los actuales partners o socios que deben trabajar, codo a codo y de manera conjunta, buscando las mejores soluciones que beneficien a ambas partes de esta ecuación, representada bajo la fórmula Empresa-Sindicato.
Una de las preguntas que planteamos en este programa de formación es muy simple y clara: ¿por qué razón negociamos? Las respuestas a esta pregunta son también simples y esclarecedoras: (a) porque no podemos obtener lo que queremos a través de una acción unilateral, (b) porque podemos obtener más de lo que obtendríamos, si lo hacemos a través de una acción unilateral o violenta, (c) porque podemos llegar a valorar y apreciar la relación que tenemos con la otra parte.
En función de lo anterior, es que diversos estudios se han focalizado en sacar a la luz en qué consiste “el efecto positivo” en las condiciones laborales de los trabajadores a través de la presencia de representantes sindicales en las empresas. Es así por ejemplo, que se ha detectado que en aquellas organizaciones donde actúan los sindicatos, las condiciones de trabajo son mejores, los salarios –en promedio– son más altos, se respeta de mejor forma la normativa laboral y se produce una menor cantidad de accidentes laborales.
También se ha encontrado que en las empresas donde existen sindicatos, la Inspección del Trabajo actúa con un mayor nivel de exigencia o severidad, y con una presencia más activa y frecuente. Asimismo, en aquellas empresas donde existe representación sindical, ello ayuda en el desarrollo y generación de una cultura preventiva más positiva en las organizaciones, realidad que no sólo considera los riesgos tradicionales de seguridad laboral o aquellos riesgos químicos más evidentes, sino que también se preocupa de aspectos como la ergonomía, la calidad del aire y la contaminación ambiental.
¿Por qué razón es importante haber destacado lo anterior y su relación con el “efecto sindicato”? Porque, en ocasiones, al interior de ciertas organizaciones tienen lugar una serie de disputas entre diferentes intereses o posturas, o bien, por la presencia de concepciones ideológicas que se contraponen entre sí en desmedro del bienestar y la seguridad de quienes trabajan al interior de estas empresas, las que no han sabido aquilatar en su real dimensión el peso que debe tener el practicar en propiedad la Responsabilidad Social Empresarial que, por cierto, debe comenzar por casa, cuidando a su Capital Humano, capital que representa la ventaja competitiva de una empresa, sea que ésta pertenezca al área privada o tenga un carácter de pública. Donde aquello falla, falla la organización entera.
En función de todo lo anterior, es posible destacar que cuando un sindicato y sus representantes hacen una buena labor, también pueden ayudar a salvar vidas, por cuanto, esta labor diaria implica lidiar, en ocasiones, contra: la falta de compromiso empresarial, el poco énfasis puesto en la actividad preventiva permanente, la falta de información adecuada, la dificultad o reticencia a informar de manera oportuna, la existencia de canales de comunicación deficientes y que no permiten llegar a todo el personal, etc.
Finalmente, sólo resta invitar a los sindicatos, a sus representantes, así como a los directivos de las empresas a cuidar y velar por la salud de sus trabajadores, más allá de sólo prevenir accidentes, sino que interesarse real y honestamente por hacer prevención primaria y evitar que muchos trabajadores se nos enfermen y mueran porque nadie les avisó a tiempo que existen enfermedades como el cáncer, la diabetes, la hipertensión arterial, los accidentes cardio y cerebro vasculares, la obesidad mórbida, etc., que en un 80% pueden ser prevenidas a tiempo. Pero eso requiere un trabajo conjunto, armónico y mancomunado, donde empresa y sindicato caminan de la mano en pro de un bien común: la salud integral de sus trabajadores.
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Es necesario que las empresas cuenten con sindicatos que representen los intereses de los trabajadores. Para lograr este objetivo, los sindicatos deben tener representantes con capacidad de liderazgo y de negociación para sentarse a conversar a la par con los máximos representantes de las empresas (públicas o privadas). Estos representantes deben mostrar mucha seriedad al momento de plantear sus peticiones ante la gerencias y siempre privilegiar el bien general sobre el particular y no convertirse en la piedra en el zapato que anda molestando por cualquier cosa ante cualquier reclamo de trabajadores que no tienen fundamentos serios, o simplemente, convertirse en los defensores de lo indefendible, porque ese tipo de situaciones hacen perder la seriedad de los dirigentes sindicales, no sólo ante los representantes de las empresas, sino ante sus propios sindicalizados.
La oportunidad de acceder a capacitación de formación sindical financiada por el estado, es una valiosa herramienta a la que pueden acceder los miembros de las directivas sindicales para ir profesionalizándose y sacar adelante con éxito su razón de existir, o sea, luchar por el bien común y general de todos los trabajadores.
Efectivamente VAMZ, la capacitación y la formación sindical son herramientas muy importantes con el objetivo de que los representantes sindicales puedan realizar de una mejor forma su labor en favor de los afiliados que ellos representan.