Por Jaime Torres Gómez
Interesante ha sido el avance de la presente temporada de abono de la decana orquestal del país, la Sinfónica de Chile.
Si bien no se han consignado comentarios de todos los programas, sí se da fe de su desarrollo, al haber presenciado la totalidad de los mismos. Al respecto, en lo macro, ha respondido a sus lineamientos históricos, es decir, al fomento de la música docta universal más un compromiso ineludible con la nacional. Lamentablemente, por restricciones económicas, ha disminuido la presencia de música contemporánea, ante un mal entendido concepto de ahorro en el pago de derechos…, aunque igualmente se han rescatado obras de repertorio tradicional por años no presenciadas localmente.
En cuanto a convocatoria de artistas internacionales, ha existido un criterio de excelencia, destacándose la presencia de maestros como Martin Sieghart, Enrique Arturo Diemecke, Bojan Sudjic, Thomas Sanderling, más el titular de la decana, el maestro Leonid Grin, todos con importantes resultados. Además, una buena presencia de maestros nacionales, destacándose el debut (inexplicablemente, tardío en Santiago…) del joven y ascendente Helmuth Reichel Silva, con una deslumbrante presentación.
En este contexto, es menester destacar dos triunfales programas del decano de los directores de orquesta chilenos, el maestro Juan Pablo Izquierdo, Premio Nacional de Música 2012. Si bien Izquierdo es quien ostenta la mayor edad de los directores nacionales, tal calificativo se complementa ora por el máximo galardón conferido a un músico nacional ora su importante trayectoria internacional, más su comprometido apoyo a la música nacional en todos sus frentes.
Gran expectativa había por estos programas junto a la decana, ante su regreso al podio de otras orquestas nacionales después de su humillante salida de la titularidad de la Orquesta de Cámara de Chile durante el 2015, como el referente de su antológica dirección de la Sexta Sinfonía de Mahler semanas antes con la Filarmónica de Santiago, más la envergadura de las obras ofrecidas con la decana, casi todas previa y exitosamente presenciadas bajo su dirección...
El primero contempló un orgánico perfectamente correlacionado y en base a la temática “Tragedia Poética”, incluyendo la Obertura del ballet “Las Criaturas de Prometeo” de Beethoven, la Sinfonía N° 4 “Trágica” de Schubert y los Poemas Sinfónicos “Orpheus” y “Los Preludios” de Liszt. En el caso de la obertura beethoveniana, Izquierdo hizo gala de certera unidad, claridad y robustez expresiva. En la sinfonía schubertiana, de gran recuerdo hace dos años junto a la Orquesta de Cámara de Chile, esta vez se ofreció un enfoque distinto al de aquella oportunidad -seguramente al contar ahora con un orgánico mayor de músicos-, y con un resultado más privilegiado en lo macro estructural por sobre un mayor análisis de detalles, que en una orquesta más reducida es más fácil de percibir.
Después de sólidas lecturas del decano en Beethoven y Schubert más una cohesionada respuesta de los sinfónicos, la segunda parte con las obras de Liszt constituyeron una experiencia única e irrepetible, al punto del paroxismo… Con una inteligente resolución musical, el decano interpretó de manera ligada sendos poemas sinfónicos lisztianos, dándole debida organicidad, por cuanto el primero (Orpheus) -de ascético carácter- engarza a la perfección con el inicio de Los Preludios -de completo existencialismo-, catalizados casi en la misma tonalidad (final e inicios respectivos), proveyéndose subsecuentemente perfecta unidad. La versión del decano de este orgánico es de profunda asimilación y autoridad, de total servicialidad al compositor y auscultando con elocuencia la trascendencia temática inserta. Notable la empática adopción de tempi, claridad de fraseos (profundamente asimilados), balances, gradaciones de planos sonoros y magistral fusión del equilibrio armónico, plasmando un discurso artístico triunfal, propio de los grandes…
Ante la profunda experiencia del primer programa, las expectativas para el siguiente, con el Requiem Alemán de Brahms, eran igualmente altas, máxime al tener entrañable recuerdo de su anterior interpretación justo hace 30 años con la Filarmónica. Y por cierto, no defraudó… Con un Coro Sinfónico de la Universidad de Chile (también decano) y una Sinfónica atentísimos, Izquierdo obtiene un resultado difícil de olvidar y de absoluta referencia interpretativa. Impresiona su cabal entendimiento del espíritu inserto -luminoso dentro del dolor- traduciendo prístinamente la magistral intencionalidad intelectual de Brahms del hito de la muerte por encima de todo dogma, expresado en una libertad formal completamente novedosa. En tal espíritu, se dio con creces una experiencia musical única, enfatizada en precisos acentos, certera visión unitaria, equilibrio contrastante global y nitidez expositiva de toda la polifonía. Gran respuesta de la orquesta y coro, más una laudable intervención solística de Patricio Sabaté, de completo idiomatismo interpretativo. De menor rango fue el cometido de Claudia Pereira, quien acusó extemporaneidad estilística.
En suma, una triunfal presentación del decano de los directores junto a la decana sinfónica nacional, validándose nuevamente como un huésped habitual para sus futuras temporadas.
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