Por Uwe Rohwedder G.
Director Escuela de Arquitectura
Universidad Central de Chile
El caos vial, la necesidad de integrar y mejorar los espacios públicos, un transporte público cuestionado, la guerra entre peatones, ciclistas y automovilistas, junto a una ciudad obligada a crecer verticalmente por el alto costo del suelo, son problemas que urge resolver a través de una planificación urbana que establezca un diálogo sostenible a futuro.
Lo anterior también se refleja en la falta de descentralización. De hecho, una y otra vez estamos frente a una gran paradoja, pues Santiago sigue siendo un imán que atrae. Muchos llegan a la capital y al poco andar, detestan su forma de vivir, pues han perdido lo que tenían en sus lugares de origen.
Una salida a esta discusión, sería generar polos de desarrollo en Arica, Antofagasta, La Serena, Chiloé, Coihaique y Puerto Natales, que permitan descentralizar y ocupar mejor el territorio, con autonomía y sostenibilidad. Potenciar lugares con identidades y valores, mediante el crecimiento demográfico no concéntrico, podría reinstalar una columna vertebral llamada ferrocarril, como una necesidad estratégica.
Frenar el abandono de lugares, porque los jóvenes no visibilizan oportunidades, aprovechar mejor la costa e instalar una cultura marítima con una vida de borde conectada con el Pacífico, sería repensar un país entero.
Un cambio de rumbo es entender que necesitamos lugares de encuentro, capaces de generar calidad de vida. De ahí que resulta fundamental revivir el rol de la arquitectura en la planificación de la ciudad.
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