Por Arturo Jaque Rojas.
Columnista Granvalparaiso.cl
No soy pontífice ni iluminado en ninguna materia especial; no puedo, en consecuencia, hablar urbi et orbi; y tampoco arrogarme clarividencia alguna para interpretar los signos y señales de la providencia, ni conseguir la manipulación de fuerzas paranormales; ni intentar augurar ni predecir el porvenir sobre lo que nos depara la historia.
Lo que sí puedo es pensar y arriesgarme en el escabroso e incierto terreno de las conjeturas; lo que puede ser peregrino, pero es siempre preferible a mantenerse en el marasmo al que el sistema condena al que no se atreve, al que no corre el albur de cuestionar y cuestionarse.
Cuando a pesar del transcurso de los años, la casta política- económica, mezcla de oligarquía y plutocracia, se mantiene incólume; y lograr sortear, con mayor o menor hidalguía, con más o menos decencia, las vicisitudes del fin del siglo XX y comienzos del siglo XXI, es inevitable que el análisis de los detractores no varíe demasiado.
Por un lado, tenemos encastillados y abroquelados a los mismos usurpadores y detentadores que tiene secuestrada la soberanía que han arrebatado, aunque nos hemos enterado de que son sólo apéndices del poder económico-¿Penta- Soquimich, Caval?-: aquéllos y aquéllas que prometieron la alegría, mas se coaligaron con los empresarios y la derecha para asegurar la transición y aterrizaje del modelo creado por la dictadura, previa adecuación y ajustes al nuevo contexto y telón de fondo, hasta conseguir incuso el financiamiento de su quehacer: el modelo era rentable, para una minoría; generaba riqueza; lo cual explica la formación de fortunas billonarias. Todo indica y grita que la dictadura ganó, porque su modelo permanece vigente; a modo de muestra, un botón: Afp.
Por otro lado, quienes alguna vez luchamos simpatizamos con la opción de abatir por las armas a la dictadura pinochetista, pero que aprendimos varias lecciones dimanadas de la historia: que las revoluciones revientan en callejones sin salida; que las esquirlas destrozan la carne de los pobres; que éstos mueren como moscas, por doquier; que lo que alguna vez apareció como alternativa dicotómica: el socialismo real, a la postre se convirtió en una pesadilla y un laberinto infernales.
No obstante, ello, seguimos pugnando para lograr el derrocamiento del status quo heredado por la dictadura fascista, prohijada y legitimada por la concertación, ya no necesariamente a través de la vía armada.
Sobre sus próximas y futuras elecciones, sólo sé con certeza que no son genuinamente democráticas, ya que se trata de partidos políticos que imponen sus candidatos, sin posibilidad o casi ninguna de que surjan alternativas reales y viables con posibilidades de éxito; arrastrando a la gente a votar por los mismos que fueron designados por cúpulas partidarias.
¿Acaso no se recurre a los procedimientos tan inveterados espurios de siempre, para lograr que los elegidos y elegidas por los líderes de las asociaciones ilícitas para delinquir, en que se han mutado los partidos políticos, accedan a los cargos en disputa?
Por demás, ¿qué grado de control y supervisión real y efectivo tienen los electores sobre quienes resulten vencedores, si una vez que ello ha sucedido se aíslan en una burbuja desde la cual ejercen el cargo y las facultades con uso y abuso, sin temer que se les llame a rendir cuentas, “sino cada cuatro años”?.
Por cierto, es de gran ingenuidad, sino de complicidad argumentar que mediante el voto se castiga o premia a quienes se han desempeñado en tal o cual cargo o función; ya que un pueblo ignorante no puede salir de las tinieblas, ni liberarse de las cadenas si sólo se dedica al consumismo desenfrenado, aunque concedo que el quid de la cuestión es multidimensional.
Ni hablar que llevan una cantidad de años ejerciendo la arbitrariedad y la discrecionalidad, que da espanto y sobrecogimiento pensar que se les puede “reelegir”.
Y es que, luego de acumular tanto poder en sus comunas, se han convertido en señores de horca y cuchillo.
Una buena pregunta sería, dictada por Perogrullo: ¿en cuánto ha crecido el patrimonio personal de estos sátrapas, de diversa laya y color, algunos más pintorescos como Luis Plaza en la Pintana, otros más prepotentes y populistas como Eduardo Soto en Rancagua, o Christian Vittori en Maipú con la basura hasta la corinilla, o la señora Tohá en Santiago cuyo padre, don José Tohá, fuera torturado hasta la muerte por los esbirros de Pinochet, o la suegra de Condorito en Viña del Mar, en todo el tiempo que llevan en su puesto?;
Esto es mejor y más seguro que ganarse un súper premio en un juego de azar: algunos y algunas fueron pobres; y ahora después de una carrera por años o décadas, se encuentren cerca de o están entre los y las ABC1.
Ergo, así como el presidencialismo es desmesurado en nuestro país, haciendo la analogía correspondiente, los alcaldes llega a poseer tanto poder que son equivalentes a reyezuelos cuya voluntad es casi incontrovertible; y, aunque pueden ser de una ignorancia supina, una torpeza imparangonable, una incompetencia palmaria, una vez en el cargo, salvo que degüellen a alguien, permanecen intocables.
A mayor abundamiento, huelga decir que en esta elección, el común de los mortales, el ciudadano, la ciudadana de a pie, no tiene ni la más remota idea de la ideología que profesa la persona por la que ha de sufragar. La cuestión es que: ¿De qué forma puede hablarse de democracia, si quienes sufragan no lo hacen informados, en forma crítica, reflexiva, analítica, sino que moldeados y vapuleados por la programación y la publicidad, tal como se crea una necesidad artificial?.
Mención especial merece este predicamento; del cual las vacas sagradas no se hacen cargo, porque sencillamente no les interesa; aunque ello pone de relieve un índice de la calidad de la democracia que existe en nuestro país: votantes ignaros en grado sumo; que desconocen casi todo sobre los candidatos y candidatas salvo que son un rostro que figura en una propaganda publicitaria.
Podría aventurarse que han degradado el supremo invento de la civilización griega, que tanto costó perfeccionar durante el siglo XX en una charada, una mascarada, una puesta en escena, cualquier cosa, hasta una ópera bufa.
Ahondando esta veta de reflexión, incluso puedo llegar a conceder una teleserie como un libreto que se repite elección tras elección. Siguiendo la línea de argumentación de Umberto Eco sobre la cultura de masa, podría hacerse la paráfrasis: cambian los nombres de los personajes, algunos argumentos de forma, uno que otro escenario, aspectos del decorado, pero en el fondo no se altera nada.
Ante la constatación de que su nivel de legitimidad amengua cada vez más, recurren a la falacia y el sofisma de que el que no vota, la que no vota no tiene derecho al pataleo, en buen chileno; y amenazan con la reposición del voto obligatorio, que es la última ratio a la que puede recurrí ya que han barrido con la confianza que alguna vez pudo haber sido depositado en ello y ellas; hasta eso se han encargado de robar.
Mientras las cosas continúan como hasta ahora, y la sociedad chilena se mantenga secuestrada por una cáfila de delincuentes y traidores y testaferros de los poderosos de verdad, opto por un sano y libertario anarquismo que me lleva reforzar mi fe en la humanidad en concreto, en las personas que sufren a diario los avatares de la existencia; a la vez, al descreimiento de todo lo que implica la democracia formal, tal como la comprenden y manejan sus capataces.
Denuncio un lapsus calami: Recurrir en vez de recurrí