Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservivios.cl
Académico e Investigador (UACh)
Digamos de partida, que el concepto “liderazgo” no es un concepto moral, por cuanto, la historia de la humanidad nos ha demostrado, una y otra vez, que así como existen líderes positivos –con muchos seguidores, con buenas ideas y encomiables objetivos–, también existen los líderes negativos, con igual número de seguidores y, en ocasiones, incluso con un mayor número de “fanáticos seguidores” que aquellos líderes identificados como “líderes positivos”.
Es así, por ejemplo, que existen algunos casos de líderes negativos por todos nosotros conocidos: Adolf Hitler en Alemania, Mao Tse Tung en China, José Stalin en Rusia, Pol Pot en Camboya, etc., líderes que condujeron a sus respectivos países por el sendero de la autodestrucción, con millones de personas inocentes que perdieron sus vidas como consecuencia de los objetivos de conquista y/o de dominio y sometimiento sobre sus propios pueblos –u otras naciones– que quisieron alcanzar estos supuestos líderes.
Por lo tanto –y desde mi personal punto de vista–, si el liderazgo que se desea ejercer no se sustenta sobre ciertos principios y valores éticos, el liderazgo que se terminará llevando a cabo será uno de tipo negativo, con resultados que sólo traerán: divisiones entre las personas, retrocesos en el desarrollo, destrucción y devastación, y muy posiblemente, el desencuentro y la muerte de gente inocente, tal como lo hemos visto en el transcurso de la historia.
Ahora bien, si hemos de buscar una “definición” de liderazgo, habría que considerar la que diera hace muchos años atrás uno de los pocos presidentes de Estados Unidos que entró pobre a la casa blanca y salió pobre de la misma, Harry S. Truman, es decir, un político que no se dedicó a utilizar su cargo para enriquecerse, sino que intentó gobernar –con sus errores y aciertos– a favor y en beneficio del pueblo norteamericano.
Cuando su biógrafo, Merle Miller, le preguntó por cómo definiría él el liderazgo, Truman respondió que para él, el liderazgo era aquella capacidad que tenían algunas personas de influir sobre la conducta de otros sujetos y lograr que estas personas hicieran cosas que no deseaban hacer y que sin embargo las hicieran con gusto porque su líder se las había solicitado. El lector atento habrá podido advertir muy rápidamente que esta definición tan potente y explicativa calza tanto para los líderes positivos como para los líderes negativos. De ahí entonces, la necesidad para actuar –y liderar– bajo ciertos principios y valores éticos que no pueden ser soslayados.
Revisemos ahora, algunas características que deben poseer aquellas personas que desean liderar a otros:
- Tener una mente abierta, es decir, el líder debe ser capaz de abrirse a otras realidades y pensamientos, con una mente dispuesta para aprender de otros, saber escuchar de manera activa y poner en práctica los nuevos conocimientos adquiridos en favor de sus liderados.
- Saber conducir equipos de trabajo. Esto implica, ser capaz de adaptarse a las circunstancias de las personas y equipos del que forma parte, lo cual requiere poseer un alto grado de flexibilidad, con el fin de adecuarse a los cambios y de acuerdo con las circunstancias que le corresponda enfrentar.
- Mostrar capacidad de motivación, tanto para auto motivarse, como así también para motivar a otras personas, sin caer en la tentación de manipular a quienes dirige. En este sentido, es preciso hacer la diferencia entre motivación y manipulación: ante la primera, el sujeto liderado se siente emocionado, contento y satisfecho de ser parte del grupo humano o equipo de trabajo con el que trabaja, en tanto que en el segundo caso, el hecho de “mover” a las personas a través de la manipulación tiene como única y exclusiva finalidad el beneficio personal del líder.
- Ser capaz de tomar decisiones. Es decir, las decisiones que tome el líder deben ser coherentes (entre lo que dice y lo que hace), correctas (en beneficio del grupo humano) y con el timing preciso, a saber, tomar las decisiones en el momento apropiado, ni antes, ni después.
- Ser un sujeto creativo. La creatividad implica alejarse de lo obvio, de lo seguro y lo previsible, con el fin último de producir algo nuevo y novedoso.
- Mostrar sensibilidad intercultural. A raíz de la globalización de los mercados y la internacionalización de las empresas y países, lo anterior implica ser capaz de: adaptarse a otros pueblos y culturas, estar abierto a nuevas experiencias, no caer en la tentación de criticar las prácticas y/o costumbres de otras naciones.
- Saber recoger información. La rapidez y claridad con la cual se sea capaz de recopilar información, puede ser determinante en el futuro del grupo humano (país, colectividad, empresa) que se dirige. Lo anterior, implica saber cómo clasificar y dónde colocar la información recolectada, buscando que ésta no sea confusa o esté distorsionada.
- Conocer técnicas de diagnóstico, es decir, saber utilizar métodos y estrategias que permitan realizar un rápido diagnóstico de la situación que se enfrenta, con el fin de evitar errores o una toma de decisiones apresuradas o muy tardías, ya que un diagnóstico tardío puede conducir a malos resultados para el grupo humano, la comunidad que se lidera o la empresa que se gestiona.
- Ser un buen comunicador, tanto hacia el interior del equipo que se está liderando, como así también hacia el exterior y/o entorno que lo rodea, de modo tal, de poder dar a conocer cuál es el norte a donde hay que apuntar los esfuerzos, o bien, los objetivos que se desean alcanzar.
Digamos finalmente, que existen diversos “estilos” de liderazgo, tales como el estilo participativo (o democrático), el autoritario (o autocrático), el transformacional, el situacional (o contingente), el transaccional, el exigente, el liberal (o laissez-faire, en francés), el integrado, etc., en función de lo cual, todo aquél que quiera convertirse en un verdadero conductor o líder de personas, lo primero que deberá hacer, es averiguar y determinar cuál es su propio estilo de liderar. Ese será su primer gran desafío.
Gran Valparaíso – El arte de ser un líder: un camino lleno de aprendizajes y desafíos https://t.co/6wjrqO45rV
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Una cosa es cierta: si tuviéramos en nuestro país verdaderos líderes y no sólo imitaciones enanas y desarticuladas de aquello que representa un líder íntegro, transparente, honesto y que funciona en beneficio de sus liderados y no en su propio beneficio, otro gallo nos cantaría en Chile. Triste panorama nos espera, si los pelafustanes que se erigen en líderes de los ciudadanos chilenos mantienen su actual “formato”.
Y otra cosa: actuar como “jefe” no es lo mismo que ser un líder. Dos cosas totalmente distintas.
Ser un verdadero líder y liderar personas, es algo muy difícil de lograr. Son muchas las cualidades y características con que debe contar un buen líder. Al hablar de ser un buen líder no sólo se debe aplicar en el ámbito empresarial, político, sino también personal.
Si se encuentran en un puesto (de trabajo, político, etc.), donde están ejerciendo un rol de líder, deberían considerar leer este artículo, para que se hagan una autoevaluación, sobre las diversas cualidades con que debe contar un buen líder. Cualidades que a través del tiempo siguen siendo las mismas.
VAMZ señala y destaca algo que es muy cierto: no es fácil liderar personas y aquél que desee hacerlo debe tener y/o aprender a desarrollar una serie de características y rasgos que le permitan, justamente, alcanzar un grado de credibilidad ante quienes lidera. Para qué hablar de la capacidad de ejercer influencia que hay que disponer.