Por Wilson Tapia Villalobos
Llegó el momento de preocuparse. Los peces gordos comienzan a mostrar sus cartas para la próxima elección presidencial. Y es en el sector de centro izquierda -Concertación, Nueva Mayoría o como vaya a llamarse- donde puede haber novedades. En la derecha todo parece definido para el ex presidente Sebastián Piñera, aunque el apetito de varios otros se haya abierto.
Sin embargo, hay varios problemas a considerar. El primero, es la calidad de la democracia chilena. O, mejor dicho, su representatividad. La presidenta Bachelet fue electa con un alto porcentaje, pero dentro de un universo cercano al 40% del electorado. En la última elección municipal, votó solo alrededor del 35% de los ciudadanos inscritos. Ese es uno de los problemas. Y uno nada despreciable: pone en duda el verdadero sentido de la democracia, que es el actuar de acuerdo al parecer de la mayoría.
Esto lleva a una serie de otras consideraciones, entre la que destaca la mirada que tienen los electores en Chile acerca del sistema que los rige. Un alto porcentaje de ellos, cómodamente, coloca todo en un aserto negativo: “no estoy ni ahí con la política”. Como si la política no tuviera nada que ver con su vida. Como si fuera una entelequia que deben manejar unos pocos y cuyas consecuencias no lo tocaran. Cualquiera sea la razón en que se afirma tal aseveración denota un alto grado de ignorancia. La política no es lo que hacen los políticos -que dicho sea de paso, son colocados en sus puestos por acción u omisión de los electores-, sino una compleja urdiembre de actividades que tocan todas las áreas de la vida en sociedad.
Aparte, pues, de que están equivocados, su actitud no lleva hacia algo positivo. Es evidente que las instituciones deben experimentar cambios trascedentes. Pero especialmente eso debe hacerse con el concurso de todos. Eso es parte de la democracia. En especial hoy en que nos encontramos en un marcado momento de transición.
Y respecto de esto también existe un mal entendido. No se trata de que las nuevas generaciones tengan todas las respuestas y que los viejos hayan quedado obsoletos por el solo hecho de serlo. No es cuestión de edad. Los cambios necesarios en las instituciones que rigen el entendimiento social no surgen como las nuevas tecnologías. Son un compendio de largos aprendizajes y capacidad de aprehender los nuevos desafíos. Todo ello bajo la égida de una urdiembre ideológica que vincule valores y principios que solidifiquen el sentido gregario. Tal creación se puede dar bajo diferentes signos ideológico políticos. Lo importante es el respeto de una ética común y la consecuencia con ella, algo que hoy es cada vez más difuso.
Los cambios que se anuncian tendrán que ser profundos. El desapego a las prácticas éticas mínimas tiene su correlato en la incoherencia entre los basamentos ideológicos que dieron origen, por ejemplo, a una corriente política, y la práctica que llevan adelante algunos de sus militantes. En especial sus líderes o personajes connotados. Algo de eso se ve con claridad entre los que aparecen hoy como serios postulantes a ser presidenciables en la centro izquierda.
Ricardo Lagos (78) encabeza la lista de los longevos. Tiene doble militancia. Pertenece al Partido por la Democracia, que es una colectividad autodefinida como instrumental. Por lo tanto, allí no deberían hacérsele mayores exigencias ideológicas en materia doctrinaria. Pero también pertenece al Partido Socialista (PS). Con todas las particularidades que tiene el socialismo chileno, siempre se ha autodefinido como defensor de los derechos de los humildes. Algo que parece lejano de la mirada laxa que tiene el ex presidente respecto de prácticas económicas neoliberales en todas las áreas de la sociedad. Especialmente en aquellas de extrema sensibilidad como el control estatal a la acción de los grandes conglomerados, educación superior, salud y vialidad. Con la particularidad de que el ex presidente carece de autocrítica y los errores cometidos en su administración los endilga, sin reparo, a colegas que ostentan su misma declarada orientación política.
Un pre candidato reciente, José Miguel Insulza (73), es otro socialista que tiene orientaciones similares a las de Lagos en el área económica. Hasta ahora no se conocen sus planteamientos programáticos, pero su identidad con el ex mandatario no llega al plano de las deslealtades. Habrá que esperar para conocer más.
Otro pre candidato es Alejandro Guillier (63). Poco se sabe de su trayectoria política, porque no la ha tenido. Su paso por el periodismo televisivo le abrió las puertas de la empatía ciudadana, lo que sumado a su carácter de masón y cercano al Partido Radical (PR), lo transformó en senador por la Segunda Circunscripción de Antofagasta. Un espacio que quedó vacante al no re postularse José Antonio Gómez, ex presidente del PR y actual ministro de Defensa Nacional. Las encuestas lo muestran como el pre candidato mejor posicionado entre las huestes de la Nueva Mayoría, casi triplicando a Lagos. Sin embargo, su escasa experiencia política e irreflexividad le han pasado la cuenta. El utilizar al alzhéimer como un insulto para el ministro de Interior habla a las claras de su escaso respeto por los diferentes. Incluso por aquellos aquejados de una enfermedad. Otra situación que hace meditar acerca de las capacidades de Guillier es la que creó el caso del juez Daniel Calvo, actual Fiscal de la Corte de Apelaciones de Santiago. A éste lo descalificó en sus tiempos de periodista debido a su orientación sexual.
Fernando Atria (47), militante socialista, se perfila como precandidato presidencial. Es una abogado constitucionalista. Su perfil más destacado lo elaboran su calidad de constitucionalista y profesor universitario, católico observante, egocéntrico y excelente maestro, según sus alumnos. Hasta ahora no se conocen sus planteamientos programáticos, pero a diferencia de sus correligionario Insulza y Lagos, se muestra renuente a concesiones neoliberales en materia económica. En la colectividad cuenta con fuerte apoyo de la juventud. Desde la perspectiva ideológica, Atria estaría más cercano a la consecuencia del origen socialista. Sus cercanos lo identifican con el político demócrata norteamericano Bernie Sanders. Incluso, su campaña ha incorporado un logo similar al utilizado por éste en la postulación para ser candidato presidencial de su partido en la última elección norteamericana.
No es cuestión de edad.
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