Armar el árbol de pascua, las celebraciones en el lugar de trabajo, la vorágine de las compras de los regalos y los múltiples preparativos para festejar Navidad y Año Nuevo, son actividades que no siempre resultan fáciles de realizar cuando se ha perdido a un ser querido.
No todos viven las fiestas de fin de año con ánimos de festejos y algarabía, para algunos, la pérdida de un ser querido, convierte estas fechas en días especialmente tristes porque la ausencia es más evidente.
El psicólogo Carlos Rubilar, académico de la Universidad San Sebastián explica que generalmente se asocia a la pérdida de un ser querido a la muerte, “pero también pueden haberse perdido elementos más abstractos como la juventud, el potencial, un trabajo, una relación, entre otros”; hechos que son experiencias difíciles en cualquier momento del año, “sin embargo en el caso de haber perdido un ser querido, el hecho de que en nuestro país la fiesta de Navidad se viva en familia, la falta se hace más notoria; y es más significativa si la persona fallecida cumplía un rol aglutinador en su familia, el patriarca, por ejemplo; o en casos de niños que hubiesen estado disfrutando de este tipo de celebraciones”, explica.
La diferencia entre la alegría de muchos versus la melancolía de quienes están viviendo un duelo, no es fácil para los últimos, “la melancolía tiene que ver con la añoranza de lo que quedó atrás, de lo que no tiene retorno y ante la sobre estimulación de la alegría, muchas personas se deprimen aún más, por el contraste ya que tienen pensamientos de ser diferentes porque todos están disfrutando y ellos no pueden hacerlo”, detalla el psicólogo.
Sin embargo, el duelo durante estas fechas puede ser trabajado, “para ello es necesario dar espacio al tiempo y realizar un trabajo personal donde se puedan ir integrando los aspectos positivos y negativos de la persona ausente”, detalla Carlos Rubilar. “Por lo general, al morir alguien, las personas tienden a idealizarlo, por lo que se hace más complicado el poder asumir la pérdida; sin embargo a veces, se percibe que la persona fallecida se llevó algo importante y central de uno mismo, por lo que es imprescindible la reparación de esa herida y tomar consciencia de que de alguna manera el fallecido dejó huella en uno”.
El psicólogo resalta que al margen de la presión social por celebrar estas fechas, “es importante celebrar la vida, con todos sus aspectos, ya que es lo que lleva al crecimiento personal y a valorar nuestra existencia. Es central lograr agradecer lo que se nos ofrece y lo que hemos logrado”.
En este mismo sentido hay quienes acuden al cementerio para Navidad o Año Nuevo, y sin tener una valoración negativa o positiva, de acuerdo al especialista “esta es una manera de sentir en familia que están incluyendo concretamente a la persona fallecida”.
El duelo generalmente se comienza a vivir con negación, ya que no es fácil asumir dicha pérdida, para luego dar paso lentamente a la rabia por la situación. Así, el psicólogo de la USS toma del libro “El principito” de Antoine de Saint-Exupery un consejo del propio Principito: “Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas”.
Finalmente el Carlos Rubilar recomienda que si usted está pasando por un duelo y no sabe cómo compatibilizarlo con las celebraciones de fin de año, recuerde que “dentro de uno siguen habitando las personas con quienes nos hemos vinculado”.