Elecciones y lecciones francesas

Publicado por Equipo GV 7 Min de lectura

Por Wilson Tapia Villalobos

 

elecciones_franciaLa primera vuelta de la elección presidencial francesa ha dejado una profunda huella no solo en Francia. Los votantes que fueron a las urnas este domingo -78,3% de los inscritos- han mostrado atisbos de lo que puede ser el nuevo comportamiento de una ciudadanía cansada de esquemas y propuestas que no la representan. Y plantea un fuerte y urgente desafío a los referentes políticos, si es que quieren seguir jugando algún papel en la construcción de las sociedades del futuro.

Las dos primeras mayorías representan un quiebre de lo tradicional.  Desde ya, los votos logrados por Emmanuel Macron (23,86%) y Marine Le Pen (21,43%) constituyen un golpe a la tradición que se vivía desde el término de la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, el gobierno francés lo habían ejercido dos Partidos: el Republicano (conservador) y el Socialista.

Hasta hace un año, Macron (39) era socialista y fue ministro de Economía del actual gobierno de Francois Hollande.  Pero renunció a ese Partido y se declaró “liberal socialista”.  Desde ese momento inició la creación del Movimiento “En Marcha”, que es al que representó en la elección del domingo. Para muchos, su triunfo se debe al paupérrimo desempeño que ha tenido Hollande como mandatario. Y se estima que el grueso del PS se volcó tras Macron, abandonando al abanderado de sus filas, Benoit Hamon, que solo obtuvo el 6,35% de los votos.

La propuesta de Macron pretende ser de un equilibrio entre los logros alcanzados por la globalización, sin abandonar el sentido social. Y recordando que Francia se ha caracterizado por estar en la vanguardia de los DD.HH. y de los logros de los trabajadores. Esto significa que en un hipotético gobierno suyo buscaría fortalecer a la eurozona, rechazando, de paso, los planteamientos surgidos junto al Brexit. Además, también puede interpretarse como una respuesta a los populismos xenófobos y anti inmigración tan de moda en buena parte de Europa. Y el comportamiento de Francia no es el de un país europeo más.  Se trata de la quinta potencia económica mundial, la segunda en Europa, la primera en términos militares y la única con poderío nuclear en esa región.

En la noche del domingo, buena parte de Francia respiró tranquila. Si bien las encuestas daban como ganador a Macron, estaba muy cerca Marine Le Pen. Y la atomización de la izquierda hacía temer que el populismo se impusiera, como en países vecinos, con la ultra conservadora y xenófoba líder del Frente Nacional. Eso no ocurrió. Y poco tiempo después de conocidos los cómputos oficiales, el presidente Hollande se apresuró a felicitar a Macron y a entregarle su apoyo.  Algo similar, y con mayor énfasis aún, hizo el abanderado de los Republicanos, Francois Fillon, quien alcanzó el 19,94% de la votación. Más tarde seguiría igual camino el izquierdista y líder del Movimiento Francia Insumisa, Jean Luc Melechon (19,62%).

La segunda vuelta será el 7 de mayo. De acuerdo al comportamiento de los líderes, Macron no debería tener problemas para vencer a Marine Le Pen. Para muchos, sería un triunfo que demostraría el rechazo de los franceses a retroceder hacia posiciones populistas y ultra conservadoras superadas luego de largas luchas. Pero, también, puede ser un signo de los tiempos que se avecinan, con ciudadanos que se niegan a seguir las viejas visiones, aunque éstas hayan sido progresistas en un tiempo.

El descrédito de la política no es de la actividad en sí, es de la forma en que la llevan a cabo quienes han manejado el poder -por encargo o para beneficio propio- durante, al menos, el último siglo. Por eso es que aparecen personajes como Macron, cuya ideología tiene tantos matices que resulta imposible encasillarla en cubículos antiguos. No se trata de personajes populistas como Trump o Le Pen.  Estos nuevos líderes vienen adornados de otros matices que los alejan del ejercicio político tradicional.  Y lo ocurrido el domingo en Francia sin duda puede repetirse en otros lugares del orbe.

En Chile, también comienzan a surgir personajes que se alejan de los caminos tradicionales. Uno de ellos es, por ejemplo, Beatriz Sánchez. Su constante alza en las encuestas podría mostrar algo de lo que hemos visto en Francia. Y su mensaje no se aleja demasiado del de Macron, sin que, necesariamente, ambos tengan una ligazón ideológica asumida.

La Revolución Democrática de Sánchez es una nueva vertiente del izquierdismo. Por eso es que ella ha llegado a tildar a la Nueva Mayoría como un conglomerado de derecha. Y las pugnas que se dan dentro de aquella coalición demuestran que sus componentes, más que defender ideas, luchan por conservar cuotas de poder dentro del aparato estatal.

Pero resulta evidente que en Chile aún no aparece una Marine Le Pen.  Y eso no es casual. Por un lado, el recuerdo de la ideología ultra conservadora y represiva que le dio su estructura básica a la dictadura, está demasiado viva en la memoria colectiva.  Y, por otro, el conglomerado duro que sirvió de apoyo ideológico al gobierno cívico-militar, tiene un fuerte peso en la coalición de derecha que hoy levanta como candidato a una segunda magistratura a Sebastián Piñera.

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