Con artillería oxidada y de bajo calidad, pero es lo que le va quedando al duopolio. Además, es lo único que puede cargar y disparar en estos momentos de lenta agonía.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Siempre que un imperio comienza a derrumbarse, sus estertores pueden ser mortales. Al igual que un animal salvaje que ha sido herido de muerte, ese imperio en declinación es capaz de cometer barbaridades en procura de una sobrevida que sólo anticipa la muerte.
Ninguna duda cabe respecto a las características de imperio demostradas durante 27 años por una confraternidad política –más cercana a una sociedad comercial que a otra cosa- conocida con el nombre de Duopolio. Aún no ha llegado al lecho de muerte, pero el aroma a flores mortuorias se esparce a lo ancho y largo del país, lo cual permite recordar que en política, esa situación, se conoce festivamente con el mote “síntomas de autopsia”.
En las últimas semanas han proliferado en la prensa escrita los ataques a Guillier y al Frente Amplio (FA), a Marco Enríquez-Ominami (ME-O) y a quien no sea parte activa del corazón mismo del establishment; por ello –quizá- se está ‘salvando’ la candidata Carolina Goic, quien sí pertenece a esa cofradía, y que está blindada no solamente por su partido, el demócrata cristiano, sino protegida también por algunos consorcios periodísticos, como es el caso de El Mercurio y sus diarios secundarios. De hecho, ese diario lidera las críticas a Guillier y al Frente Amplio, aunque son particularmente llamativas las columnas y apuntes de Eugenio Tironi, Mariana Aylwin y José Joaquín Brunner (el ’profesional’ falso), quienes, dentro de la Nueva Mayoría, constituyen tenaz oposición a la candidatura del senador Guillier, transformándose en el fuego amigo, o en “los cuidados del sacristán”, cuestiones que pueden entenderse también como “la larga mano de Ricardo Lagos”.
Es extraño, y llama la atención de quienes gustan del lenguaje franco, que el resabio del establishment se vuelque contra un candidato de sus propios corrales, el cual, hasta ahora, ha usado un lenguaje político bastante tibio y un bagaje de ideas aún atrapadas por los intereses de la élite. Y respecto de otros candidatos, como los del Frente Amplio –actualmente “el cuco” de la derecha y del mega empresariado- es muy difícil calificarlos de “izquierdistas en serio”, ya que ellos mismos han hecho esfuerzos por aparecer ante el público vestidos de cualquier cosa, pero no de izquierdistas realmente tales. Una de las frases usada por el entonces presidente de Revolución Democrática, Sebastián Depolo, y por Karina Oliva, de Poder Ciudadano, confirma lo dicho: “El Frente Amplio, más que una coalición de izquierda es una “coalición ciudadana”.
Seamos sinceros; los izquierdistas de verdad, aquellos ortodoxos de los perennes Partido Socialista y Partido Comunista (ya casi quemadas sus raíces dado que ambos se transformaron en administradores del sistema que combatieron durante décadas), trinan por tener representantes que sean fieles y leales defensores de los asuntos que esos izquierdistas desean convertir en leyes, como “mar para Bolivia”, “aborto libre, seguro y gratuito”, “autonomía territorial para la nación mapuche”, “matrimonio igualitario”, “educación pública de alta calidad, laica, universal y gratuita”, “negociación colectiva por rama de la producción”, “renacionalización del cobre y de todos los minerales”, “estatización del agua y de la energía”, “reposición de ferrocarriles del estado a lo largo del país”, “aumento del salario mínimo y su fijación mensual en unidades de fomento”, etc.
De seguro que sin hubiese un solo candidato proclamando esas ideas, ello provocaría gritos de espanto en el establishment, el cual se echaría cenizas en la cabeza y saldría en estampida buscando el apoyo de cuarteles militares. Pero, no… nada hay respecto a tales propuestas, no existen, nadie se atreve siquiera a susurrarlas. Sin embargo, desde las alturas dirigenciales del duopolio surgen andanadas de críticas amargas contra los candidatos actuales, incluyendo unos de sus propias cofradías (Guillier y Ossandón), aunque, siendo justo, excluyendo a otra (Goic) que bien sabemos preside una tienda partidista que jamás se ha apartado demasiado de la derecha, ya que de allí provienen sus raíces… de la antigua juventud del desaparecido partido Conservador, para mayor claridad.
Todo lo dicho señala cuán cierto es aquello de estar observando la agonía de un imperio que, como cualquier organismo político moribundo, tartamudea y vacila en sus apreciaciones, aunque en este caso la situación es un algo diferente, pues el duopolio ha comenzado a lanzar flechazos a la bandada sin tener claridad respecto de la presa que quiere cazar, o defender, vaya uno a saber.
“Disparen contra el pianista” se titulaba un viejo film de los años 60. Guillier es el hombre del piano, y los francotiradores son altos dirigentes del Partido Socialista; el senador Carlos Montes entre ellos. “Fue un error aprobar la candidatura del senador Guillier por parte de nuestro partido”, dijo otro dirigente. De seguro esperan y desean bajar al periodista y reponer asaz a Ricardo Lagos, nombre que suena a miel en el mega empresariado e incluso en la Democracia Cristiana, pese a haber decidido esta tienda política seguir un camino propio, pero… a la hora de la verdad, bueno es cambiar pan por charqui.
¿Qué tal le parece a usted, estimado lector, esta saga de incoherencias? Pataletas de coalición moribunda que mira con ojos desencajados a su par derechista, quien a su vez, carente ya de toda dignidad, moralidad y raciocinio, optó por ser representada en esta lucha electoral por una persona de oscuro pasado judicial y negro presente político. No se peca siquiera venialmente si uno expresa un pensamiento que debe tener asidero en la más dura realidad, y que se refiere a cuánto aplaudiría la derecha si la otra orilla del duopolio pudiese desbancar a los actuales postulantes y alzara la candidatura del ‘faraón’ Lagos Escobar. No podría haber mayor contentamiento en el empresariado si ello ocurriese, ya que tendría la absoluta certeza de que sea con Piñera, sea con Lagos, se volvería a poner en práctica el juego del Gatopardo, “todo tiene que cambiar para que todo siga igual”.
Mientras ello no ocurre (y para qué ocurra), el imperio contraataca a sus propias vacilantes decisiones electorales con artillería oxidada, de baja calidad y exiguo calibre, pero es todo lo que le va quedando. Además, es lo único que puede cargar y disparar en estos momentos de lenta agonía. Sin embargo, también es posible que acierte un disparo y logre ganar tiempo extra de sobrevida, esperanzado en un hecho cierto: en política no existen los “muertos que caminan”. ¿No es así don Ricardo?