De la Concertación a la Nueva Mayoría ¿Crónica de una muerte anunciada?

Publicado por Equipo GV 4 Min de lectura

Por Dr. Rodrigo España
Director de la Escuela de Ciencia Política, U. Central

 

Rodrigo España fotoDesde antes del retorno a la democracia, vastos sectores de la ciudadanía entendieron la necesidad de constituir un espacio diverso y republicano que permitiera recuperar la democracia y transformarse en una alternativa política amplia, que fuera capaz de dar gobernabilidad y reducir las desigualdades al interior de la sociedad chilena.

 

Así, en febrero de 1988 se constituyó la Concertación de Partidos por el No, integrada por 17 partidos que representaban gran parte del centro y la izquierda chilena. A casi 30 años, este hito constituye un hecho político inédito en el sistema político chileno.

 

Los antiguos adversarios políticos –principalmente socialistas y democratacristianos–, decidieron dejar de lados sus diferencias y buscaron profundizar sus consensos porque había un objetivo superior inmediato: terminar con la dictadura, pero también existían desafíos de mediano y largo plazo como consolidar y profundizar la democracia en todas sus dimensiones.

 

Hasta 2010, la Concertación gobernó Chile transformándose en la coalición política y electoral más longeva de nuestra República. Según la comunidad internacional, el país se convirtió en un ejemplo a imitar en términos de gobernabilidad, mejorando sus indicadores macroeconómicos, disminuyendo la pobreza y reduciendo las desigualdades.

 

Sin embargo, esta coalición fue incapaz de avanzar con rapidez en la eliminación de los enclaves y legados autoritarios más simbólicos que persistieron una vez terminada la transición a la democracia en 1990.

 

La transformación del modelo económico y, por cierto, el avanzar en reconstruir una cultura cívica democrática –que se expresa en que los individuos actúan como ciudadanos y no como consumidores al interior del sistema político–, también fue una tarea sin cumplir. La incapacidad de esta coalición para avanzar en los puntos antes mencionados dio como resultado, entre otras cosas, una desafección de la ciudadanía a este sector político, pero también al sistema, lo cual se fue expresando en una disminución en la participación política y electoral. La gesta de plebiscito de 1988 y la recuperación de la democracia perdieron sentido para un sector importante de la población.

 

Cuando surge la Nueva Mayoría en 2013, hay un claro intento por desmarcarse del legado de la Concertación. La ‘retroexcavadora’ no solo fue para el legado de Pinochet y Piñera, sino también para la Concertación. La Nueva Mayoría dejó de ser una coalición de centro-izquierda, para transformarse en una de izquierda.

 

Para muchos, la DC se trasformó en el componente conservador de esta alianza: o se alineaba o se le arrinconaba. Los conflictos entre el PC y la DC se volvieron habituales y el gobierno observó sin intervenir. Los antiguos socios se transformaron en adversarios.

 

A un año del término del primer gobierno de esta coalición, nos encontramos con dos candidatos presidenciales, sin primarias y la certeza que habrá también dos listas parlamentarias con proyectos políticos distintos. La unidad –otrora principal fortaleza– es parte del pasado. La Nueva Mayoría agoniza… es la crónica de una muerte anunciada.

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