Lo que puede llegar a ser una opción de tremendo impacto social, comparable a los fenómenos de Francia o España, puede llevar a una peor frustración si la dirigencia joven emergente no calma las emociones y se sienta con mesura e inteligencia a rayar la cancha programática, definiendo los límites de un siguiente gobierno, con la mirada de un plan maestro, pero con la credibilidad que otorga establecer las medidas a comprometer y la forma cómo se llevarán adelante.
Por Hernán Narbona
@hnarbona
El clima de corrupción estructural en que se están hundiendo la sociedad chilena, es de alto riesgo y se espera que los mayores compromisos de las fuerzas emergentes se sitúen en cortar de raíz ese fenómeno. Un programa de gobierno debe comprometer una actitud ética en la gestión pública y esto se logra impulsando leyes que sancionen los delitos económicos, que fortalezcan a la Contraloría General de la República, la autonomía de Aduanas y del Servicio de Impuestos Internos, la revisión de las Superintendencias cooptadas por los grupos que deben fiscalizar. Una estrategia de sanidad fiscal, que signifique erradicar la evasión, son todos aspectos en donde no existe una propuesta sólida y convincente en el Frente Amplio. Falta evidentemente una visión profesional, técnico-política, del Estado. Esto también debe ser abordado en el área de Seguridad Pública, Salud, Previsión Social, Educación y Municipalidades, por mencionar áreas sensibles que ameritan ser consideradas en la propuesta programática.
La sensación de que se esgrimen ideas generales y con alfileres, dichas sin respirar, como un libreto aprendido con voluntarismo, pero sin la necesaria bajada de página, donde se explique con convicción y rigor la forma cómo se abordará ese objetivo, está provocando ese flanco débil, de credibilidad. Lo que, precisamente, juega a favor de los partidos del sistema, que denostan el proyecto del Frente Amplio por populista y así defienden lo establecido, coludidos a fondo con las redes corruptas que han aparecido en cascada por donde se escarbe un poco. En forma oficiosa, me ha tocado en el debate ciudadano enfrentar la campaña sucia y descalificadora de los operadores políticos del sistema, que son dueños de los medios, que hacen las encuestas y tienen operadores destructivos en las redes sociales, en una guerra declarada a la fuerza democrática emergente que representa el Frente Amplio. Las acusaciones de populistas, de hijos de la Concertación, de extremistas, son algunas de las muchas descalificaciones que se debe soportar. Pero, si tanto les preocupa, por algo será. El punto es no hacerse autogoles y a eso vamos.
Beatriz Sánchez es vehemente, es comunicadora, pero rehuye esta necesaria rigurosidad cuando la sacan a la pizarra. Alberto Mayol está más interiorizado de la gestión pública, por su formación entiende de realismo político, de la dinámica de negociaciones, de lo que implica construir un proyecto político, En rigor, ha sido Mayol el que ha puesto mayor sensatez a la campaña, con una concentración en lo sustantivo.
Los diputados Boric y Jackson han estado en la campaña comunicacional reforzando a Beatriz Sánchez, pero no se aprecia que hayan consensuado al interior de su conglomerado una propuesta en los términos señalados. Ellos han colocado su energía en recorrer el país y captar votos. y al interior se ve mayor preocupación en armar listas parlamentarias que consensuar un mensaje ciudadano como acción y compromiso en caso de ser gobierno.
Lo importante es poder movilizar a los sectores medios que históricamente tienen una sensibilidad democrática de cambio social, de raíces liberales, social cristianas o marxistas, y que conforman ese 60 a 70% que se alejó de la política con considerarla una estafa moral o un antro de delincuentes de izquierda o derecha, serviles a un modelo concentrador de la riqueza, anclado en las reglas impuestas por la dictadura.
En este sentido, los pasos iniciales de una transición efectiva hacia una democracia real serían la recuperación de un Estado Republicano que medianamente apunte a definiciones de bien común, un poco lo del rayado de cancha que mostró Mayol en su franja. Lo que percibo es que falta un mensaje sólido que podría motivar a esa población a votar. Las inseguridades del sistema, la situación de la clase media sobre endeudada, de trabajos precarios, de abandono por parte del Estado, la sobrevivencia para no caer en la pobreza , en la marginalidad que impone el sistema financiero al que tropieza.
Todos estos factores como elementos del miedo con que vive la gente, no están teniendo respuestas de parte del Frente Amplio, toda vez que el discurso se ha ido por las ramas, distractores como la ideología de género, que no está en el interés de esa gran masa de chilenos que está sobreviviendo y frustrado por un orden depredador en todo sentido.
Es preciso que el Frente Amplio se siente y actúe con humildad integrando esas voluntades que pueden aportar experiencia a su proyecto, de modo que el mismo incorpore las visiones que le faltan. Hay vacíos sobre cómo gestionar los desafíos que significa descentralizar el país, hay poco manejo respecto a lo que significa gestionar los organismos fiscalizadores del Estado, los mismos que se debe potenciar con autonomía y recursos si se busca alcanzar un estándar de transparencia y eficacia en el combate a la evasión y fuga de recursos del país.
El mensaje a los comandos del Frente Amplio, de Beatriz y Alberto, es asumir que el esfuerzo de campaña sea coherente con definiciones estratégicas de prioridad, centradas en lo que significa gobernar. Condensar el mensaje en un conjunto de medidas que insoslayablemente un gobierno democrático progresista amplio debe afrontar. Ya están dichas las principales, digamos cómo aterrizarlas, la idea es que no ande nadie inventando agendas propias, la improvisación no es admisible. Los conglomerados de izquierda han pecado históricamente por soberbia e indisciplina. Sin codazos, generemos un diálogo serio sobre estas circunstancias políticas.