Por Uwe Rohwedder G.
Director Escuela de Arquitectura, Universidad Central de Chile
Han pasado 16 años desde que entramos, con grandes esperanzas, al Siglo XXI. En ese entonces, se prometía que Chile sería un país desarrollado para el 2020.
Ha transcurrido el tiempo y nos preguntamos ¿Qué ha pasado? o ¿qué hemos hecho para estar igual? La verdad, no se ha avanzado mucho en temas de calidad de vida y cuidado del medio ambiente, aunque han sido muchas las firmas de protocolos, intenciones y buenos discursos. Por otro lado, se han ido instalando temas como el cambio climático, los eventos naturales, la sustentabilidad y el medio ambiente.
Sin embargo, el reciente frente de mal tiempo vuelve a mostrar que en el país existe una fragilidad inmensa frente a fenómenos naturales normales, que hace 50 años no causaban el daño que hoy hemos visto.
Desde la universidad y en particular, desde la Arquitectura, debemos tratar la emergencia como un fenómeno cada vez más presente y recurrente. Por ello, es fundamental enseñar y aprender a enfrentar con mejores acciones esos eventos. Debemos entender que, primero hay que reconocer las amenazas, luego prevenir para mitigar los efectos y más tarde, encontrar respuestas para recuperar o en casos más extremos, reconstruir. Suena lógico, pero no sucede mucho.
Hoy, un evento de lluvias con viento puede dejar parte de la población inundada, sin servicios básicos o con pérdidas de vidas humanas. Lo más preocupante, es la escasa capacidad de reacción ante las circunstancias, donde estamos más cerca de encontrar a los culpables, que de obtener soluciones.
Desde la Arquitectura podemos aportar abriendo espacios para que la ciudadanía enfrente mejor estos eventos y así contribuir a mejorar nuestras capacidades antes, durante y después de la ocurrencia de dichos fenómenos.