Por Kenneth Bunker
Académico Facultad de Ciencias Políticas, U.Central
El segundo debate entre los tres candidatos de Chile Vamos, representa la peor pesadilla de la derecha. Se dio de forma desordenada, personal, e intensa. Desnuda todas las vulnerabilidades que existen dentro de la coalición. Muestra que la amplia ventaja en las encuestas es más frágil de lo que aparenta ser, y que el escenario favorable para ganar las presidenciales se puede derrumbar sin previo aviso.
De las siete presidenciales que se han disputado desde el retorno de la democracia, la de 2017 es la más auspiciosa para la coalición. Nunca ha tenido más posibilidades de ganar que ésta. En las de 1989 y de 1993 ni siquiera consideraron un triunfo. En 1999 estuvieron cerca, con Lavín. En 2005 tuvieron más posibilidades con dos candidatos. En 2009 ganaron con Piñera contra todo pronóstico, y en 2013 se inscribieron como turistas.
En comparación, la actual se perfila como un extraordinario año para ganar la elección. En parte porque la mala gestión de Bachelet naturalmente premia a la oposición, y porque Piñera ha usado su imagen para liderar las encuestas. Es decir, se ve favorecida por ser la oposición más fuerte y porque cuentan con el candidato que corre más ventaja.
Piñera parecía tener todo bajo control en su coalición, dominando y controlando las aspiraciones de Ossandón y Kast. Incluso había logrado limitar la cantidad de interacciones, para mantener el statu-quo. Pero algo se descarriló. Para muchos ese momento fue el primer debate, cuando el tema central dejó de ser la idea y pasó a ser la persona. La imagen de la coalición ordenada parece haberse desvanecido. La ruda interacción entre los candidatos mostró que tienen los mismos flagelos y vulnerabilidades que todos los demás.
Si este primer debate no fuera suficiente, vendría el segundo, y el primer pasaría rápidamente a ser recordado como la punta del iceberg. El fuerte choque entre los candidatos en televisión a nivel nacional confirmó que no todo estaba tan resuelto. Existían las sospechas de que las prospectivas de la derecha era ganar sin mayores dificultades estaban sobre valoradas, el segundo debate lo confirmaría.
Se mostró que no existe lealtad entre los candidatos de Chile Vamos. Que el carácter legal vinculante no es suficiente para que los perdedores se alineen, sino que sirve para eliminarlos de la papeleta de la primera vuelta. Evidenció que el primero en carrera puede tambalear, y que reunir la mayoría absoluta para ganar será una tarea magnánima y significativamente más difícil de lo anticipado.
Nunca hubo dudas de que Piñera sería el ganador de las primarias. Pero hay una serie de ventajas tangenciales relevantes que se perdieron en el debate; la participación. Es improbable que la proporción de preferencias entre los candidatos hayan variado significativamente, es probable que menos gente acuda a las urnas después de la presentación. Parece haber consenso que el debate no sirvió para atraer a más votantes.
Perder votos en las primarias es relevante e incluso podría llegar a ser decisivo. Una utilidad de las primarias es fidelizar votantes. Sirven para que los ganadores aseguren la participación de esa base de votantes que podría ser crucial después. En este sentido, el tropezón del segundo debate quedó como anécdota en los anales de las elecciones y podría ser el primer paso en la dirección del abismo.
Chile Vamos debe reflexionar sobre los daños infligidos y planificar una reestructuración en base a las lecciones aprendidas. Si quieren ganar, la mejor receta es dar vuelta la página y comenzar un proceso de concilio. Será esencial integrar a Kast al comando, e incluir a Ossandón. Es un caso donde la unión hace la fuerza o perderán la elección y será un ejemplo perfecto de una oportunidad histórica desperdiciada.