Por Enrique Ceppi.
Edición Primerapiedra.cl
La reunión de la Junta Nacional del PDC, el pasado fin de semana, es una demostración de las incongruencias de la política que la hacen incomprensible para el común de las personas y alejan a los ciudadanos de sus supuestos representantes. Se podría decir que el Partido Demócrata Cristiano enfrentaba un dilema shakesperiano, ser o no ser. Continuar el “camino propio”, la opción de sus sectores más derechistas, o reconstruir las alianzas con los partidos de la ex Concertación que tantos dividendos le ha dado en el último cuarto de Siglo.
¿Hay mejor demostración de la crisis que viven los partidos de la ex Concertación que el dilema que enfrentaba el PDC este fin de semana? Difícil imaginar una situación más incongruente que ver enfrentada a la candidata presidencial, la senadora Carolina Goic, con un diputado acusado de violencia intrafamiliar, Ricardo Rincón. ¿Cómo llegó el PDC a poner en tabla una alianza electoral con dos partidos chicos y anecdóticos que se encuentran a la izquierda del Partido Comunista? Es difícil justificar una lista parlamentaria del PDC con el Movimiento Amplio Social (MAS), antes partido del senador Alejandro Navarro, y la Izquierda Ciudadana (IC), antes Izquierda Cristiana, organizaciones que no tienen nada en común con el PDC salvo la búsqueda de algún escaño en el parlamento.
¿Cuáles son las alternativas que le quedaban al PDC después que decidió descartar las elecciones primarias frente al senador Alejandro Guillier? ¿Cómo pretendía subirse al carro de una lista parlamentaria única con la Nueva Mayoría mientras daba por terminado ese pacto?
No es muy comprensible el camino seguido por el PDC hasta encontrarse en este callejón sin salida, salvo por la suma de intereses muy disímiles que se encontraron en un punto: por un lado los que querían un candidato a Presidente propio para mejor negociar con sus partidos aliados, por el otro los que querían dinamitar la Nueva Mayoría para abrir espacio a nuevas alianzas fuero de la Nueva Mayoría.
La Junta del sábado pasado no tenía una tarea fácil. Una alternativa era la salida oportunista de confirmar el liderazgo de Carolina Goic y defenestrar al diputado Rincón, seguida de la decisión de hacer el pacto electoral parlamentario con la IC y el MAS.
Otra opción, que deseaban los sectores derechistas del PDC, era bajar la candidatura de Rincón, confirmar a Carolina Goic como abanderada del partido a la primera vuelta electoral y llevar su lista parlamentaria en solitario, al precio que sea, todo eso para dejar abierto el abanico de alianzas en la segunda vuelta de la elección presidencial.
La decisión más realista era confirmar a Ricardo Rincón como candidato a diputado, con la clara intención de cuestionar el liderazgo de Carolina Goic y provocar su desistimiento a la candidatura presidencial. Con el agregado de un pacto electoral con el MAS y la IC, con la esperanza de salvar su representación parlamentaria.
Esta era la opción de los que querían disminuir los daños después de la incomprensible y voluntarista decisión de llevar candidato propio a la primera vuelta de la elección presidencial. Pocas opciones le quedan a la directiva del PDC encabezada por Carolina Goic después que la Junta Nacional del Partido respalda a Ricardo Roncón contra la propuesta de la candidata a presidente. Desautorizada, le quedan pocos días como candidata real, s que se llevaron a votación. si sigue adelante será una candidata “zombi”, muerta viviente, sin ninguna posibilidad de atraer votos.
Los casos de los otros partidos grandes de la ex Concertación también son testimonios de la crisis de un sector que se quedó sin ideas, sin banderas y sin futuro. Tanto el PPD como el PS enfrentaron situaciones similares pero, bien o mal, las resolvieron a tiempo. El Partido por la Democracia descartó anticipadamente los líderes jóvenes como Ricardo Lagos Weber o Carolina Toha y optó por una carta aparentemente segura, el retorno del presidente Ricardo Lagos Escobar. Extrañamente, el partido nuevo, el partido nacido sin el “lastre” del pasado, ni atado a la historia, no tuvo mejor idea para responder a las necesidades del futuro que reflotar un liderazgo usado y agotado en la transición desde la dictadura.
El caso del Partido Socialista es el más incongruente. En una suerte de “reality show” la nueva directiva, recién elegida, y la mayoría del Comité Central, renunciaron a levantar un candidato desde sus filas y siguieron el camino fácil y oportunista de plegarse a la candidatura del sector que, aparentemente, – según las encuestas – representaba mayores posibilidades de triunfo, la candidatura del senador independiente Alejandro Guillier, apoyado por el Partido Radical.
¿Qué clase de partidos políticos son estos que renuncian a levantar banderas y se pliegan a la primera carta ganadora que aparece sobre el escenario? ¿Qué clase de partido es el PDC que se repliega sobre si mismo en una suerte de “camino propio” que lo lleva a la insignificancia electoral?