Por Jaime Hales. Director y Fundador de Syncronía. Abogado, académico, poeta, narrador y ensayista.
El calentamiento global, el desarrollo de la tecnología, los enormes cambios acelerados en el modo de vivir nos ponen en un mundo que es completamente distinto del que se vivía hace 50 o más años. Todo ha cambiado a una velocidad que pocos podían imaginar y las guerras, la violencia, la acumulación de riqueza y de poder, la corrupción en la política, campean por todos lados.
Hay quienes piensan que estamos frente a un proceso destructivo que puede llevar al fin de la humanidad. La afirmación principal tiene que ver con el hecho de que, a los cambios naturales se ha sumado una superior capacidad destructiva de los seres humanos, que estaríamos depredando el planeta con nuestra forma de vivir. Por otro lado, hay quienes sostienen que, si acaso no se desarrollan métodos basados en los avances tecnológicos para la producción de alimentos, gran parte de la humanidad morirá de hambre. Y entonces, aparecen los alimentos elaborados en laboratorios, a los cuales muchos se oponen.
Se plantean conflictos graves, mientras las grandes empresas transnacionales intentan acumular poder y riqueza, forzar decisiones que favorecen a ciertas minorías y obligar a miles de millones a acatar los deseos de quienes manejan todas las esferas de la sociedad. Es una especie de dictadura encubierta que opera, no sólo con armas y amenazas, sino sobre todo con corrupción, dinero mal habido, presiones ilegítimas. Las comunicaciones, con todas sus virtudes tan evidentes, abren también nuevas complicaciones en la vida. Nunca tan conectados, pero a la vez nunca tan solos, pues cada uno se va encerrando en sus propios juegos y deseos, sin ver siquiera a quien está al lado.
El esquema familiar, que tantos consideran poco menos que un paradigma inamovible, ha entrado en crisis manifiesta. Divorcios, rencillas, rupturas de padres e hijos y entre hermanos. El tema del aborto, de la manipulación genética de seres humanos, de familias diferentes. Seres humanos que antes morían al nacer, ahora viven y, además, se prolonga la vida de las personas, hasta el punto en que ya no es extraño encontrar hombres y mujeres de alrededor de 100 años.
En medio de este panorama tenso y sombrío, al terminar la primera mitad del siglo XX, gracias una iniciativa nacida de un pequeño grupo, se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y, desde entonces, en forma crecientemente acelerada, se ha ido desarrollando un movimiento en todas las esferas, de mayor conciencia humanista y global. El desarrollo humano comenzó a abrirse paso como un proyecto de cambio estremecedor, que confronta el desarrollo de la tecnología con la visión humanista. El debate se alza intenso, pues muchas veces es dominado por el miedo, por la soberbia de quienes se sienten dioses y por la ciencia.
Somos protagonistas privilegiados de un gran cambio en el devenir del planeta y de las personas.
El mundo en que vivimos es el mundo nuestro, donde lo que pase estará ligado a nuestras decisiones y a nuestras actitudes y la suerte de toda la humanidad se juega en cada día, en cada acto personal y en cada acción colectiva. Pensar sobre esto y actuar, como parte de una tarea constante, es lo que nos toca ahora. Por eso, mi invitación es a reunirnos en MCA Festival 2017, para conversar sobre estos temas y buscar fórmulas que nos conduzcan a enfrentar los desafíos que nos depara el mundo en que vivimos.