Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (UACh)
“El éxito no es la clave de la felicidad. La felicidad es la clave del éxito” (Albert Schweitzer, médico misionero en África, músico, filósofo, ganador del Premio Nobel de la Paz en 1952).
“Sólo quien es feliz puede repartir felicidad a otras personas” (Paulo Coelho, escritor brasileño).
Si bien cada persona es el principal elemento responsable de su propia felicidad –o infelicidad–, la verdad, es que hay ciertos factores objetivos ajenos al sujeto mismo, que pueden ejercer un cierto grado de influencia acerca de cuán feliz puede llegar a ser el individuo.
La felicidad representa un tema de importancia universal: todos los seres humanos muestran la tendencia a medir y determinar cuánto les agrada y les gusta la vida que llevan, en tanto que las condiciones que determinan la felicidad son similares en todas partes.
Muchos investigadores y psicólogos expertos afirman que la felicidad está –en gran medida– determinada por los genes que el sujeto recibió como herencia por parte de sus padres, y no tanto por la realidad exterior que rodea a la persona. Lo anterior quiere decir, que sin importar lo trágico o alegres que puedan ser los acontecimientos que estén viviendo las personas, éstas siempre parecen regresar inexorablemente al estado de ánimo que rige a su naturaleza, es decir, a aquél nivel de felicidad que está preestablecida en su constitución o unidad biológica.
Es así, por ejemplo, que el Dr. Ruut Veenhoven, sociólogo de origen holandés, quien está considerado como un pionero y una autoridad mundial en el estudio científico de la felicidad, ha desarrollado un extenso y profundo trabajo acerca de la condición social de la felicidad humana en la Universidad Erasmus de Roterdam, en Holanda, trabajo que ha contribuido fuertemente en el renovado interés por estudiar la felicidad como un objetivo primordial para efectos de poder establecer las futuras políticas públicas en una determinada sociedad.
En este sentido, este investigador demostró que la medición de la felicidad representa un indicador confiable con el fin de reflejar y representar el progreso de la sociedad, a tal punto, que sus estudios se convirtieron en un referente y en la fuente principal para que las Naciones Unidas adoptara la medición de la felicidad como una aproximación holística al desarrollo humano y social. El Dr. Veenhoven, es considerado el “padrino de los estudios acerca de la felicidad”, además de ser el fundador de la base Mundial de Datos de la Felicidad y el fundador y editor de la revista científica Journal of Happiness Studies.
A raíz de todo lo anterior, se ha demostrado que la felicidad es una excelente señal de que nosotros estamos funcionando de buena manera en nuestra vida cotidiana, y es en función de esta condición, que la felicidad va de la mano con la buena salud –tanto mental como física–, con una conclusión que hasta ahora nadie ha podido refutar, a saber, que las personas felices viven más tiempo y son más sanas. Adicionalmente, las personas felices se desempeñan mucho mejor laboralmente y obtienen mejores resultados en las relaciones interpersonales, realizan más trabajos voluntarios que el promedio de las personas y están más interesadas en las personas que los rodean, que en su propios problemas.
Otro experto en felicidad, el Dr. David Lykken, especialista en genética del comportamiento de la Universidad de Minnesota, en base a los resultados obtenidos de un estudio realizado con 1.500 pares de gemelos, señala que alrededor de la mitad del sentido de bienestar o felicidad de una persona está determinado por su “punto fijo” (o punto de base), el cual proviene en un 50% de la carga genética heredada, en tanto que la otra mitad estaría determinada por las penas y alegrías de las últimas horas, días o semanas. En este sentido, es preciso hacer presente a todos los lectores, que no existe el “estado de felicidad” (o “estado de gracia”), sino que lo que usted tiene a disposición, son momentos de felicidad, los que deben ser aprovechados al máximo.
Una tercera estudiosa experta en el tema de la felicidad y el bienestar de las personas, la Dra. Sonja Lyubomirsky, psicóloga de la Universidad de California, destaca en su libro “La ciencia de la felicidad” que vale la pena esforzarse por ser feliz, dado el hecho que un 50 por ciento del nivel de felicidad de una persona estaría determinado genéticamente, un 10 por ciento dependería de la situación y circunstancias de vida que rodean al sujeto, en tanto que el 40 por ciento restante estaría sujeto al grado control que ejerce el sujeto sobre su vida, por lo tanto, es la persona misma la llamada a actuar y trabajar sobre ese 40 por ciento del nivel de felicidad que puede ser controlado, manejado o “manipulado”, si usted lo prefiere.
Otro aspecto que debemos tomar en cuenta, cuando nos hacemos la pregunta ¿qué determina nuestro bienestar?, es el concepto de “adaptación hedonista” relacionado exclusivamente con los seres humanos, por cuanto, nosotros poseemos una enorme capacidad para adaptarnos a las relaciones interpersonales que establecemos, así como también, a los trabajos y a las nuevas adquisiciones o riquezas que obtenemos, de modo tal, que con el paso del tiempo, todas las alegrías, logros y cambios gratificantes que alcanzamos, nos producen cada vez un menor grado de satisfacción o recompensa. Expresado de otra forma: el efecto “adaptación hedonista” representa un obstáculo para nuestra felicidad, porque nos conduce a subestimar y mirar en menos los éxitos que vamos alcanzando progresivamente en nuestras vidas.
Por lo tanto, tengamos muy presente que, en función de los resultados obtenidos en las distintas investigaciones, lo externo tiene mucho menos influencia en nuestro bienestar y felicidad de lo que nosotros mismos pensamos o creemos. Lo importante que hay que aprender, es cómo interpretamos lo que nos acontece, en qué es aquello en lo que yo me enfoco para efectos de decidir si esa acción, decisión, acto o actividad me hará feliz o infeliz.
Otro aspecto a tener en consideración –que muy pocas personas saben–, es que, en parte, también se puede “aprender” a ser infeliz. ¿Cómo puede suceder esto? Cuando nos identificamos fuertemente con alguno de nuestros referentes familiares más importantes y cercanos, y este referente es, por así decirlo, un “quejador profesional”, es decir, es un sujeto incapaz de ser feliz y que está, habitualmente, quejándose de todo: del frío, del calor, de la lluvia, del trabajo, de su jefe, de su pareja, de sus amigos(as) y de la vida, en general.
La recomendación, en este caso, es muy simple y clara: no “enganchar” con este tipo de individuos, separar lo que es el afecto y cariño por dicha persona, con la posibilidad de imitar y repetir sus apreciaciones, conductas y acciones negativas y poco felices. En este sentido, bien vale la pena traer a colación la frase que algunas personas atribuyen al cantante inglés, John Lennon, en tanto que otras se la atribuyen a la famosa actriz norteamericana, Marilyn Monroe, que dice que la felicidad está dentro de uno y no “al lado de alguien”, ya que ese alguien puede ser un sujeto tóxico, un “vampiro emocional” y un impedimento para el logro de la propia felicidad. Es por lo mismo, que todos nosotros deberíamos preocuparnos de mantener cerca de nuestras vidas a personas que realmente nos quieran, nos motiven, nos alienten, nos inspiren, nos hagan ser mejores y que nos hagan ser felices.
Finalizo estas reflexiones con una última sugerencia, a saber, que nosotros, en general, deberíamos dejar de buscar razones para ser infelices y, en lugar de ello, deberíamos enfocarnos y concentrarnos en aquellas cosas que tenemos a disposición, así como en las miles de razones y pequeños detalles a través de los cuales deberíamos aprender a valorar y apreciar nuestra felicidad.
Por último, tenga presente al escritor Robert Louis Stevenson, quien escribió en uno de sus libros lo siguiente: “No hay deber que descuidemos tanto, como el deber de ser felices”.