¿Hay ‘prensa libre’ donde sólo se permite aquella dirigida por y para el mega empresariado?

Publicado por Equipo GV 9 Min de lectura

Fueron los economistas egresados de doctorados y seminarios de la Universidad de Chicago quienes enseñaron al empresariado cómo “hacer prensa que fuese buen negocio y mejor política”.

Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl

 

prensaEn varios medios de la actual prensa chilena existe un doble estándar que resulta inaceptable para la democracia como también para la profesión llamada periodismo. Es lo que se observa nítidamente en algunas entrevistas realizadas a candidatos a la presidencia de la república, de preferencia en ciertos programas de televisión donde hay varas de peso y tamaños diferentes al explicitar preguntas a unos y a otros.

Sin temor a errar, es posible decir que la prensa chilena no está dirigida por periodistas sino por empresarios y políticos.  Canales de TV, diarios y revistas ‘oficiales’ que circulan en Chile pertenecen a consorcios empresariales asociados con políticos neoliberales que se interesan sólo en obnubilar a la gente para mantenerla desinformada en beneficio de un sistema que propugna el consumismo como principal finalidad de la existencia.

Pocas horas después de que los chilenos entregaran su triunfante opinión en el plebiscito de octubre de 1988, asesores del dictador derrotado se reunieron con representantes de la nueva coalición democrática a objeto de “rayar la cancha” en materias económicas, judiciales y de relaciones exteriores.

En ese primer encuentro se abrochó la promesa concertacionista de evitar a todo trance la existencia de una prensa realmente libre e independiente, ya que ella bien podría alimentar en la sociedad civil algunas esperanzas de un mundo mejor. “Una buena prensa –buena, en cuanto a servir nuestros intereses- es aquella que ofrece al público principalmente variadas páginas llenas de humo, vanidad y miscelánea vana”, habría asegurado en la citada reunión uno de los principales asesores del dictador Pinochet, el ya fallecido empresario Ricardo Claro, amigo personal del general golpista y que 17 años antes facilitó a los sediciosos varias naves de la Compañía Sudamericana de Vapores que él presidía, a objeto de que fueran usadas como “embarcaciones de interrogatorios, torturas y muerte” por la Armada de Chile.

Por ello, la vieja Concertación no queda exenta de culpas en estos avatares, ya que hizo desaparecer muchos diarios y revistas en sus cinco gobiernos, privilegiando a la prensa ultraderechista perteneciente a los conglomerados EMOL y COPESA, a quienes entregó más del 90% del avisaje fiscal, negándoselo a la prensa que había luchado valientemente contra la dictadura y que además se había jugado el pellejo para que la misma Concertación estuviera en La Moneda.

De ello pueden dar fe periodistas como Juan Pablo Cárdenas (Premio Nacional de Periodismo), Patricia Verdugo, Julio César Rodríguez, Raúl Gutiérrez, Olivia Monckeberg, etc., y decenas de parlamentarios que en su momento denunciaron el asunto, entre quienes destacaron Sergio Aguiló, Alejandro Navarro,  Juan Pablo Letelier y Lautaro Carmona.

El caso del diario “Clarín” y de la revista “Análisis” son ejemplos suficientes para demostrar cómo la Concertación (hoy ‘Nueva Mayoría’) y la Alianza por Chile (hoy ‘Chile Vamos’) se asociaron a objeto de ahogar  a medios independientes y privilegiar la continuidad de una prensa entregada a intereses privados, tanto nacionales como extranjeros.

Eugenio Tironi y Enrique Correa fueron los gestores intelectuales de la degollina de la prensa progresista durante los primeros 20 años de gobiernos concertacionistas. Y aunque duela decirlo, es un hecho de la causa que los gobiernos concertacionistas acallaron medios como La Época, Fortín Mapocho, Siete, HOY, Análisis, APSI, Página Abierta, Los Tiempos, Cauce, Rocinante, Siete más Siete y  varios medios electrónicos como fue el caso de Primera Línea y Gran Valparaíso (este último, ‘congelado’ durante un tiempo luego que el gobierno de Bachelet cancelara de manera unilateral el avisaje fiscal, ganado en licitación pública por el GV, trasladándolo a El Mercurio de Valparaíso).

Fueron los economistas egresados de doctorados y seminarios de la Universidad de Chicago quienes enseñaron al empresariado cómo “hacer prensa que fuese buen negocio y mejor política”. Así, los propietarios de medios aprendieron que debían coordinar sus noticieros centrales en la televisión y entregar las mismas crónicas, noticias, opiniones y orientaciones. La única diferencia existente entre los noticieros centrales de los canales de televisión abierta en Chile, deberían ser sus conductores. En el resto,  daría exactamente igual sintonizar Juana que Chana.

A ello se debe que actualmente en la televisión chilena haya más espectáculo que periodismo, más cipayismo que independencia. ¿Resulta novedoso esto último? Para nada, pues una conocida periodista-conductora de Canal 13 de televisión, Carolina Urrejola, ante determinadas críticas explicitadas por tuiteros en las redes sociales, respondió que ella (y los periodistas en general) no tenía libertad alguna para dar a conocer ante las cámaras su verdadero pensamientos y análisis.

Lo mismo acaece con las controvertidas “entrevistas” a candidatos presidenciales a quienes algunos periodistas prácticamente atacan y asfixian, en un símil de interrogatorio policiaco-criminalístico, con seguidilla de preguntas y supuestos, impidiendo incluso que las ‘víctimas’ tengan tiempo para responder, pues se les interrumpe –a veces a gritos- e incluso, en algunos casos, irrespetuosamente se les tutea a nivel de alumno de educación pre-básica.

Casi todos los candidatos a la presidencia de la república han debido afrontar esa especie de penitencia televisiva, excepto uno, Sebastián Piñera, quien es el único que recibe por parte de la prensa un trato adecuado a su condición de postulante a La Moneda, pero, más allá de lo necesario, ciertos periodistas le llaman “presidente”, eludiendo el necesario ”ex”, que en estos casos resulta esencial.

Los periodistas que actúan de esa laya son, generalmente, favoritos de los propietarios de medios de comunicación, vale decir, favoritos del empresariado que controla no sólo las informaciones sino también la economía. Son, pues, periodistas que creen ser ‘famosos’ por mérito propio, aunque lo son en gran parte merced a su indesmayable servilismo que les permite estar siempre presente ante las cámaras hundiendo a los contrincantes políticos del representante del mundo de las megaempresas transnacionales.

“Ese periodista que cree que es tan importante, tan famoso, tan imprescindible, su voz, sus datos. Que miserable, que pena. Yo los encuentro patéticos”, aseguróMónica González, directora de CIPER-Chile. ¿Y ello por qué? Esos son los profesionales (¿?) que realizan a cabalidad un trabajo en beneficio de una élite, ya que enfatizan la importancia del nombre de un candidato, o de varios candidatos de la misma camada, evitando que el público internalice lo esencial, cual es votar por el tipo de país y de sociedad que se desea construir.

Definitivamente, teniendo a estas materias de la prensa como base de análisis, quienes gobiernan el país resultan invisibles al ojo público, pero son quienes mueven los hilos no sólo de ciertos títeres del periodismo sino, también, de muchos ‘honorables parlamentarios’ que la gente ha elegido en la presunción de poder contar con representantes leales en la construcción de las leyes.

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