Señor Director:
Santiago se está transformando en una ciudad inteligente. Ese enfoque es alentador, pues el uso y acceso tecnológico nos ayuda a buscar soluciones frente a situaciones como los eventos climáticos. De hecho, hace poco se anunció la instalación de sensores para medir temperatura y humedad, cuya información estará disponible a través de una aplicación móvil.
Sin embargo, también hay que trabajar por una sociedad inteligente. Es decir, personas que sepan actuar ante una emergencia, que entiendan los factores climáticos y sus riesgos. Instalar conductas inteligentes nos llevará a mejorar la calidad de vida urbana, entendiendo que existe una relación directa entre cómo, dónde y qué lugares habitamos.
Una nueva inteligencia es posible desarrollarla mediante procesos educativos transversales, a planes de estudio y programas, que deberían partir en la enseñanza básica. Con esto se introducirían cambios sustantivos en el modelo educativo, parar tratar temas como la sustentabilidad del planeta y el cuidado del medio ambiente como algo propio, lo que nos ayudaría a desarrollar una conciencia inteligente para actuar en consecuencia. Así, tendríamos ciudadanos más empoderados, organizados, autónomos y menos dependientes de soluciones esperadas, luego de ocurridos los desastres.
Por último, las escuelas de arquitectura deben jugar un rol clave para activar diálogos más significativos con la ciudadanía y en lo particular, con las autoridades que finalmente legislan y toman decisiones.
Uwe Rohwedder G.
Director Escuela de Arquitectura
Universidad Central de Chile