Por Dra. Nelly Baeza
Directora del Centro de Salud Pública, U.Central
En los últimos días el tema de las vacunas sin mercurio ha vuelto nuevamente a la agenda pública. Esta vez de la mano del senador y candidato presidencial Alejandro Navarro, quien en un reconocido programa televisivo prometió que si él salía presidente, “le voy a sacar el mercurio a las vacunas”, desatando una amplia y transversal crítica en las redes sociales.
Lo impactante es que, dada la amplia evidencia científica disponible, un reconocido político continúe difundiendo un concepto de post verdad, que solo puede traer confusión y alarma a la población. Esto es que las vacunas, al contener dosis menores de mercurio para su conservación, ocasionarían enfermedades como el autismo.
Recordemos que este ‘mito’ se remonta a una investigación del año 1998 del británico Wakefield en la revista científica The Lancet, donde se expuso esta relación entre contenido de mercurio de las vacunas y autismo, la misma que años después fue desmentida y eliminada de la biografía médica. A través de diversos estudios, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha concluido que no existe tal evidencia, ni tampoco razones para modificar las prácticas actuales de vacunación.
De hecho, los estudios publicados en los últimos 10 años respecto a este tema no han logrado probar la asociación del uso del timerosal (compuesto organomercúrico) y autismo, incluso haciendo investigaciones de trazabilidad del mercurio presente en el timerosal se ha comprobado que éste permanece hasta 5,6 días en promedio y siempre en niveles no tóxicos.
Hoy, a más de una década de uso de vacunas libres de timerosal en países como Inglaterra y Canadá, existe consenso en la comunidad científica de que no hay asociación entre ambas variables.
Estudios epidemiológicos de diversos países no han podido hallar una relación causal entre la exposición prenatal, neonatal o posnatal al mercurio en vacunas y consecuencias neurofisiológicas, incluyendo al autismo. De hecho, existen investigaciones de poblaciones con seguimiento desde hace dos décadas (1993), en donde no se ha logrado establecer una relación entre autismo y timerosal.
¿No será mejor destinar mayores fondos a la atención de niños con autismo y sus familias, en vez de encarecer el Programa Nacional de Inmunizaciones con la compra de vacunas sin mercurio? Vacunas que tienen similar efecto que las que poseen mercurio, pero que, dado su valor, afectarían significativamente la cobertura de salud en otros ámbitos. Un sector donde los recursos nunca son suficientes, y las necesidades demasiadas.