Por Andrea López
Matrona y académica Facultad de Medicina U. San Sebastián
La alimentación, la ganancia de peso y su relación con la salud durante el embarazo, es un tema muy importante para las mujeres en general, y mucho más para aquellas que ya se encuentran cursando una gestación con sobrepeso u obesidad.
Numerosos estudios han demostrado una relación negativa entre la salud perinatal y el exceso de peso, medido en términos de índice de masa corporal (IMC). Una gestante con obesidad se ubica inmediatamente en la zona de mayor riesgo de desarrollo de patologías propias de la gestación como, por ejemplo, los síndromes hipertensivos y la diabetes gestacional.
La evidencia actual indica que subir en exceso durante el embarazo es deletéreo, pero lo es más, iniciar la gestación con sobrepeso. La consecuencia lógica de este hecho es que el esfuerzo de lograr un IMC normal debe hacerse en el período preconcepcional y no durante la gestación, donde una restricción calórica importante aumentaría los riesgos de mortalidad perinatal.
La recomendación de incremento de peso en una embarazada obesa es del orden de 6 a 7 kg máximo durante todo el embarazo, lo que representa un promedio de 200 a 230g semanales a partir de la semana 10 de gestación. Ello permite reducir los riesgos de mortalidad perinatal o de mayor obesidad materna por retención de peso en el postparto.
Adelgazar en el embarazo no es imposible, pero supone un enorme desafío y un estricto control profesional, ya que no se puede hacer con dietas hipocalóricas, restrictivas ni disociadas e implica modificar el estilo de vida para centrarse en una alimentación completa, sana y que satisfaga las necesidades nutricionales de la madre y su hijo en gestación.
Si este cambio de hábito logra un incremento de peso materno mínimo o en determinados casos una baja del porcentaje de grasa asociado a un incremento fetal normal, se habrá logrado el óptimo manejo durante el embarazo y se podrían ver minimizados los riesgos de morbilidad.