Por Jaime Torres Gómez
Después de la traumática salida del maestro Juan Pablo Izquierdo del titularato de la Orquesta de Cámara de Chile en el 2015, es menester reconocer el poco interés del suscrito en seguir el desarrollo de dicha orquesta, no totalizando más de tres oportunidades (si la memoria no juega una mala pasada…) que se la ha presenciado…
De aquellas presentaciones, felizmente se ha podido constatar el mantenimiento del nivel acostumbrado, fundamentalmente ante la solidez de sus integrantes, más el rol fundamental que jugó el maestro Izquierdo en su consolidación grupal, encausándola al cultivo de nuevos repertorios, fortalecimiento de ensemble e imprimiéndole una personalidad artística de envergadura.
Últimamente, en el Teatro Municipal de Ñuñoa, se la vio conducida por una joven y promisoria batuta continental, el uruguayo Diego Naser, recientemente designado titular de la Sinfónica del Sodre, equivalente a la Sinfónica Nacional de su país.
Con un programa inteligentemente contrastado, abrió con la Serenata para Vientos, Cello y Contrabajo Op 44 de A. Dvorak. Conformada por diez instrumentos de viento más un cello y contrabajo, fue todo un acierto incluirla, máxime en el caso de una agrupación como ésta, que no es habitual ofrezca obras con fuerte protagonismo de los vientos. De cálidas texturas y honda vena melódica, esta obra posee un discurso musical de notable linealidad, y consecuentemente de progresiva continuidad auditiva. De buen enfoque, el maestro Naser privilegió una debida claridad armónica y flexible organicidad sonora, logrando del ensemble una respuesta de primer orden y ajuste.
Continuó con el magnífico Concierto para Piano de R. Schumann, obra romántica por antonomasia. De original factura, constituye un punto de inflexión en lo formal dentro del mismo romanticismo musical, amén de su irrefrenable vuelo poético, del cual, ya en la entrada inmediata del piano tras el primer acorde orquestal, plantea una afirmación de personalísima narrativa y de comprometedora expresividad para el solista. También es demandante su complemento orquestal, ante los fluctuantes y expuestos diálogos con el solista, y a la vez dentro de las mismas familias instrumentales. Asimismo, sus complejas indicaciones de dinámica, rubatos y carácter, precisan de una acabada preparación. De económjco orgánico orquestal, perfectamente es funcional a una orquesta tipo clásico, permitiendo, en tal caso, interesante apreciación de texturas y transparencias.
Como solista se contó con otro joven talento, el chileno Pablo Echaurren, debutante con la Orquesta de Cámara de Chile. De sólida formación, Echaurren demostró completo entendimiento del espíritu de la obra, brindando una versión progresivamente arrebatadora conforme el vuelo exigido. Excelente técnica al servicio de la música (certera digitación y uso del pedal), inteligente adopción de tempi -animados aunque no veloces-, hermosos fraseos y magníficas gradaciones de planos sonoros. El trabajo de Naser con la orquesta, de importante logro musical, fundiéndose con calibrado ajuste a la versión del excelente pianista nacional, no obstante cierto desacople en pasajes puntuales del endiablado último movimiento, que de ninguna manera afectó el importante resultado global.
Finalmente, una magistral versión de la Sinfonía N° 25 de W.A. Mozart. Esta obra, sin duda revolucionaria en su contenido expresivo, no lo es tanto en lo formal. De hecho, es fiel a la canónica estructura del clasicismo musical, aunque innova por una rara conformación de su orgánico -como la inclusión de cuatro trompas- más la dominación de la tonalidad menor, otorgándole sombríos y arrebatadores tintes dramáticos.
La versión del maestro Naser acertó plenamente en el genuino espíritu inserto, obteniendo magistral morbidez en la cuerda más notables inflexiones y contrastes en todas las familias instrumentales. El enfoque, de neurálgico carácter, se sirvió de una inteligente adopción de tempi -más bien lentos- que permitieron apreciar nítidamente la complejidad y trama interna de la obra, Sin duda, una versión de fuerte personalidad y fiel a la música misma. La respuesta de los camaristas chilenos, de primer orden.
En suma, una notable presentación de la Orquesta de Cámara de Chile junto a dos talentosos valores emergentes: un pianista que merece seguir consolidándose con más presentaciones con orquesta, y un director que se alza como importante valor latinoamericano, de quien se espera sea huésped habitual en más orquestas de la plaza.
Me parece que Jaime Torres tiene un especial cariño por Izquierdo que
para mi y muchos músicos lo catalogamos con un mal Director. La Orquesta de Cámara está feliz de haberse deshecho de este neurótico e incluso algunos músicos le siguieron un juicio por mal trato.
Además hay que ser un poco mezquino ignorar a Alejandra Urrutia que felizmente esta a cargo de dicha Orquesta.
Izquierdo tiene cierta afinidad de ciertos personajes no musicos que lo mantienen aún como un buen Director.
Es cierto que se duplicó pero, la primera no alcanzé a terminarla
Vale la segunda
AAguilar