Por Samuel Fernández
Académico Fac. Derecho, U. Central
Conmemoramos 28 años de la destrucción del Muro de Berlín. Tal vez la más perfecta estructura de segregación y sometimiento de una población, que perduró por igual tiempo, dividiendo el Berlín Oriental del Occidental. Con él terminó la RDA, sin violencia, porque la libertad se impuso. El mundo puso fin al más evidente símbolo de la Guerra Fría, que prosiguió con la disolución de la Unión Soviética. Comenzaba una nueva era de las Relaciones Internacionales, con mayores esperanzas de paz, y posibilidad de alejar las amenazas de una nueva guerra mundial, posiblemente la última por el poder nuclear. El sistema internacional de las Naciones Unidas, basado en el derecho, pareció desarrollarse con mayor plenitud. El uso de la fuerza quedaba reservado sólo al Consejo de Seguridad, condicionado a que ninguno de sus Miembros Permanentes, y gracias al “veto” en sus decisiones, pudiere imponerse a los otros, provocando una confrontación mutua. Con todas sus imperfecciones y lo precario de tal equilibrio, éste ha servido para que en los últimos 70 años no lamentemos una nueva guerra planetaria, aunque sin evitar algunas locales. El mundo parecía haber encontrado la fórmula precisa para la paz universal.
Sin embargo, hay cambios muy significativos en los últimos años. El sistema legal y de las Naciones Unidas, mantenido en lo esencial, ahora convive con elementos adicionales que resultan evidentes en muchos países, incluidas las Superpotencias, las que siguen siendo las mismas, aunque otras hayan alcanzado poderíos similares. La diferencia está en que se ha acrecentado el poder decisorio de sus Jefes de Estado, sin contrapeso interno ni alternancias. Tampoco sus poblaciones pueden cambiar el rumbo predeterminado, y estos personajes podrían continuar al mando por mucho tiempo más. Es el caso de China y de la Rusia actuales, donde sus líderes se fortalecen, cada vez que hay una oportunidad. Hasta Estados Unidos, manteniendo abierta las opciones democráticas, igualmente ha buscado priorizar la recuperación del poder nacional.
Otros de menor trascendencia, claramente, son regímenes permanentes. El caso de Turquía, Corea del Norte, varios en el Mundo Árabe o en África, que subsisten por años. En nuestra región están Cuba, Nicaragua o Venezuela, y hasta lo pretende Bolivia. Europa se fragmenta. El sistema de seguridad colectiva de Naciones Unidas y la plena vigencia del derecho, están más frágiles y subordinados a unos pocos dirigentes. El mundo se ha reestructurado y los riesgos aumentan.