Por Wilson Tapia Villalobos
Postulados esotéricos y creencias de algunas religiones ubican al ser humano en las antípodas de lo que puede ser su experiencia como ser viviente. Los primeros plantean que la finalidad es la búsqueda de la felicidad. Las segundas señalan que el camino del sufrimiento es el que llevará a hombres y mujeres al disfrute de la vida eterna. De algún modo, ambas visiones nos atrapan en una compleja maraña en que impera el miedo. Y desde allí parten los aciertos en que se basa el ejercicio del poder político, que siempre se entrecruza con el poder económico.
Hoy se vive un momento en que tensiones en diversas áreas amenazan la convivencia. No parece nada nuevo. La Historia de la Humanidad lleva ya dos confrontaciones mundiales e innumerables enfrentamientos que han segado vidas desde la aparición del género humano. Y si todo se reduce a un inmanejable afán por acumular poder, sería conveniente terminar con la parodia de las instituciones internacionales que aplican sus principios sólo a quienes no influyen de manera determinante en el devenir global.
La guerra comercial entre los Estados Unidos y China, las dos principales economías del mundo, parece inevitable. El presidente Trump resolvió aplicar alzas arancelarias al acero y aluminio chino que ingresan a los Estados Unidos. Beijing aún no ha precisado qué medidas tomará ante tal decisión. Pero ha dejado claro que habrá represalias. En otras palabras, la guerra comercial ha sido declarada. Es importante tomar en consideración que la acción iniciada por Washington ha desconocido resoluciones adoptadas en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Este conflicto que enfrenta a Occidente con Oriente no es la única amenaza que se cierne sobre la paz mundial. Moscú soporta hoy un cúmulo de represalias por su supuesta responsabilidad en el atentado contra Serguei Viktorovich Skripal (66) y su hija Yulia (33). Skripal, un ex oficial de inteligencia ruso, fue condenado, en 2004, como agente doble. Trabajaba para el M16, el servicio de inteligencia británico. En 2010 es liberado gracias a un intercambio de espías. Desde ese momento, vivía en el Reino Unido. El 4 de marzo pasado fue encontrado junto a su hija en estado catatónico en un banco público, en Salisbury, cerca de un centro comercial. Las autoridades del Reino Unido han trabajado sobre la idea de que el responsable del envenenamiento fue un gas nervioso creado por la Unión Soviética, en los años de la Guerra Fría. Moscú ha negado cualquier injerencia en el hecho, que se produjo pocos días antes de la reelección del Vladimir Putin, como jefe del Gobierno ruso.
En represalia por esa supuesta responsabilidad, el gobierno de Theresa May expulsó a 23 diplomáticos rusos de su territorio. Una medida que fue apoyada por naciones de la Unión Europea, a las que se sumaron otros países, encabezados por EE.UU, que expulsó a 60 miembros de la legación rusa. En total, 151 diplomáticos ubicados en diversas partes del mundo deberán regresar a su país.
Hasta ahora sólo se ha conocido la reacción de Moscú ante la medida adoptada por Londres, pero nada ha hecho o dicho respecto de los otros países. Lo que sí está claro es que habrá represalias. Además, ya se comienzan a conocer algunas teorías que apuntan a situaciones internas en Inglaterra en el caso Skripal. Distintas fuentes han señalado que este atentado podría ser un elemento de presión para que el gobierno de Londres aumente el presupuesto del Ejército inglés. Esta rama armada ha dejado ver una preocupación creciente por la falta de fondo para renovación de equipamiento. Las tensiones internacionales podrían allanar el camino para lograr la modernización reclamada.
En medio de este ambiente enrarecido, se ha conocido la manipulación que ha hecho Facebook al facilitar datos personales de más de 50 millones de sus suscriptores. La maniobra fue efectuada a través de la empresa Cambridge Analytica (CA), para ser utilizados en campañas políticas. Hoy se sabe que, posiblemente, el resultado del Brexit en Gran Bretaña habría sido diferente sin la intervención de los datos aportados por CA. E igual cosa podría haber ocurrido si es que la campaña de Donald Trump no hubiera contado con los perfiles de millones de votantes en la elección del 2016.
Es evidente que los enfrentamientos entre quienes manejan la política mundial no sólo los afectará a ellos. Pero el resto pareciera que tiene poco que decir. Y si alguno levanta la voz, será castigado directamente o soportará sanciones de organismos internacionales que, esta vez sí, actuarán diligentemente aplicando medidas en vigor, o creando otras ad hoc.
Esta realidad muestra algo más que el poderío económico y militar. Señala, también, el nivel cultural y el individualismo en que han sido mantenidos los pueblos. Una situación que podrá complicarse muy gravemente con los avances que día a día logran la informática y la banalización de los espacios televisivos.