Peor que la de Lutero

Publicado por Equipo GV 15 Min de lectura

La crisis que sacude a la Iglesia Católica a escala planetaria reviste mayor gravedad que la que hace medio milenio dio origen al protestantismo, siendo probable que este deba cumplir de nuevo un papel providencial en el salvataje del cristianismo

Por Raúl Gutiérrez V., periodista retirado – Mayo de 2018   rggv99@gmail.com
Aunque Gutiérrez es miembro de la Iglesia Luterana en Valparaíso sus opiniones revisten un carácter estrictamente personal

iglesia_chileMUCHOS CATÓLICOS PARECEN convencidos de que los tiempos actuales son los peores que ha conocido su iglesia desde que Jesús volvió donde su padre.

Ante la sucesión interminable de escándalos sexuales protagonizados o encubiertos por clérigos, algunos de alta graduación, a la que se agregan turbios manejos financieros, millones de estos creyentes han decidido alejarse en silencio de los templos y de los sacramentos. Están tratando de vivir la fe por su cuenta, con grave riesgo, eso sí, cual ovejas sin pastor, de perder su fe o dejarse atrapar por una sociedad consumista carente de sentido de la trascendencia, en la que ganan terreno la indiferencia religiosa, el ateísmo militante y un laicismo pedestre y sectario..

CAMBIO DE EPOCA
Ya bien entrado el siglo XXI resulta evidente que la humanidad transita hacia una nueva época. Una demencial explotación de los recursos naturales amenaza con precipitarnos a una catástrofe ecológica, en tanto que las desigualdades económicas, la pobreza, la intolerancia y el materialismo desatado alimentan las guerras, el terrorismo y la delincuencia. Al mismo tiempo, empero, crece la conciencia acerca de la importancia de los derechos humanos y el prodigioso avance científico y tecnológico abre oportunidades de progreso y bienestar inimaginables y nos enfrenta a nuevos desafíos éticos.

Martín Lutero vivió también y fue protagonista de un cambio de época, caracterizado por la revalorización de la conciencia personal, una actitud que favorece el progreso de la ciencia y prepara el camino a la democracia. El cisma que el monje alemán desencadenó casi sin proponérselo tuvo como catalizadores la corrupción, los abusos de poder y la vida licenciosa que llevaban la mayoría de los integrantes de la corte papal en Roma.

Pese a sus excesos y desvíos, Lutero terminó haciendo un gran aporte al cristianismo en general y su influencia se ha hecho sentir por largo tiempo. El surgimiento de una nueva forma de vivir la fe en Jesús y el Evangelio contribuyó a demostrar que el cristianismo era compatible con la democracia, la libertad de conciencia, el desarrollo económico, y la separación entre religión y poder político.

En el corto plazo, la protesta de Lutero obligó a la Iglesia de Roma a una saludable contrarreforma, impulsada por

la entonces naciente congregación de los jesuitas. La influencia en el largo plazo se aprecia en toda su magnitud 450 años más tarde en las decisiones y documentos del Vaticano II. El catolicismo se “luteraniza” al restituir a la Biblia un rol central en la liturgia, al reconocer que la conciencia personal es un santuario inviolable y al admitir que el Espíritu de Dios sopla mucho más allá de los muros de la Iglesia de Roma. .

CHILE EN PRIMER PLANO
Cinco siglos atrás, la rebelión de Lutero no tuvo mayor eco en lo que hoy llamamos América Latina, menos todavía en el remoto reino de Chile. Ahora, en cambio, a consecuencia de la globalización y la portentosa revolución de las comunicaciones, alimentadas por una increíble conjunción de acontecimientos y circunstancias, Chile se ha convertido en uno de los epicentros de la tremenda crisis que sacude a la Iglesia del Papa.

Diversos estudios de opinión pública en nuestro país muestran que el porcentaje de personas que se declaran ateas o indiferentes ha llegado a ser semejante al que se registran en las llamadas sociedades poscristianas. La adhesión a la Iglesia Católica se ha derrumbado en lo que va del siglo, espoleada por el pésimo manejo de una larga lista de situaciones de abuso de poder en perjuicio de niños y adolescentes.

Aun así el fracaso de la visita del papa Francisco a Chile a comienzos de 2018 y el crudo cuestionamiento del episcopado nacional en su conjunto sorprendió incluso a los más severos detractores de la Iglesia Católica.

Los cristianos que vivimos en Chile debemos tomar conciencia entonces de que nos encontramos en el ojo del huracán. Una situación semejante a la que vivieron los discípulos de Lutero a partir del día, hace 500 años, en que el catedrático alemán clavó sobre las puertas del templo del palacio de Wittenberg el cartel con sus famosas 95 tesis.

luterana-em-valparaisoOPCIONES PARA LOS LUTERANOS
Ni a escala nacional ni a escala planetaria es posible ignorar el incendio que hace presa de la catedral cercana pues amenaza a extenderse a nuestro templo. ¿Qué papel le cabe entonces a los militantes de la pequeña Iglesia Luterana en Chile?

a) Imitando al avestruz
Una opción es jugar al avestruz, como si el vaciamiento de nuestros templos constituyese un fenómeno inevitable, propio de la modernización de la sociedad, ante el cual ni siquiera intentamos otear cuáles habrán de ser las formas de vivir la fe en los próximos decenios a fin al menos de abonar el terreno para facilitar la transición.

Seguimos haciendo lo mismo que siempre, aferrados a un modelo de iglesia de colonia, aunque los alemanes que concurrían asiduamente al templo hayan muerto casi todos y el grueso de sus descendientes consideren que basta con asistir al templo para Navidad y quizás Pascua de Resurrección.

En cuanto a la debacle que afecta a la iglesia romana, mejor nos limitamos a observar de lejos, con una mezcla de escepticismo y simpatía, los esfuerzos del papa Francisco por enderezar el timón y “luteranizar” hasta cierto punto su rebaño, pero nos parece incluso de mal gusto ir más allá de comentarios al pasar. El espíritu ecuménico es muy loable y podemos haber rezado juntos en la apertura de las celebraciones de los 500 años de Lutero, pero debemos evitar entrometernos en asuntos internos de otra iglesia, no vaya a ser que los

católicos se sientan autorizados a hacer otro tanto en la nuestra.

En consecuencia, nuestros cultos ignoran la crisis que aflige a la Iglesia Católica, para desconcierto de muchos nuestros fieles que ven que los medios de comunicación y las redes sociales otorgan gran importancia a esta temática.

b) La tentación fariseica
Otra tentación es levantar presurosos cortafuegos y decirnos unos a otros, porque no es cosa de salir a exponerse a plantearlo en público, que nosotros, los luteranos, somos diferentes.

Al igual que el fariseo que rezaba en el templo haciendo notar a Dios la rectitud de sus actos mientras denigraba al pobre publicano que a buena distancia se atrevía apenas a levantar la vista, podemos jactarnos de que nosotros, a diferencia de los católicos, respetamos el santuario de la conciencia personal, que nos impartimos órdenes de partido en materias de costumbres o moral personal.

Cabría agregar que hacemos claramente el distingo entre nuestra vida íntima y la de la nación. De manera que si bien algunos de nosotros somos abstemios, no se nos ocurre imponer la prohibición del consumo de alcohol en la sociedad. Consideramos que el aborto es un atentado al derecho a la vida, pero creemos que lo peor es que haya mujeres que deban recurrir a parteras clandestinas para interrumpir un embarazo que están decididas a no afrontar. Miramos con distancia los juegos de azar, pero sabemos que la prohibición acarrea a menudo el auge del clandestinaje. Consideramos importante que en tanto ciudadanos nos involucremos en las decisiones políticas y que nos juguemos por una sociedad más inclusiva y solidaria, pero cada quien es libre de buscar la opción electoral que le parezca más eficaz.

Reivindicamos una visión contextualizada de la Biblia, lo que nos permite acoger a homosexuales y divorciados, sin discriminarlos bajo ningún concepto. Porque no hacemos una lectura literal, sino racional, de los textos sagrados, no miramos con sospecha sino con simpatía el avance de la ciencia y la técnica.

Sí, creemos que la sexualidad es un regalo de Dios que debemos utilizar en buena forma, lo mismo que la inteligencia o el dinero, ya que en caso contrario no solo dañaremos a otros, sino a nosotros mismos. No nos enredamos entonces con el condón, ni con el viagra, ni la píldora del día después. Es que no vivimos nuestra fe obsesionados por el sexto mandamiento de la ley de Moisés.

Podemos jactarnos, ante católicos que desearían que la Iglesia de Roma se decidiera a imitarnos, de que nuestros pastores se casan, las mujeres entre nosotros acceden a la dignidad episcopal, nuestros jóvenes conviven antes de decidirse a pedir la bendición del matrimonio, y que nos confesamos directamente con Dios.

LA CARIDAD DE CRISTO NOS URGE
Asumir una postura basada en estos argumentos sería inconducente pues apareceríamos movidos por el orgullo, no por el amor. “Aunque hablara lengua de ángeles, tuviera el don de la profecía y mi fe fuera tan grande como para desplazar los montes de un lado a otro, si no tengo amor…”  A nuestros hermanos que se sienten avergonzados y confundidos no podemos ignorarlos ni tratarlos desde una supuesta superioridad moral o intelectual.

Porque, en palabras de Pablo, la caridad de Cristo nos urge, debemos orar

públicamente, en forma detenida y no a la pasada como quien cumple una obligación ingrata, por la Iglesia de Roma, el papa y sus pastores, así como, principalmente por el pueblo de Dios que adhiere al catolicismo.

Enseguida, debemos movilizar todos los recursos disponibles, incluida nuestra creatividad e imaginación, pidiendo ayuda internacional si es preciso, para hacer llegar a los hermanos católicos que se encuentran a la deriva el mensaje explícito de que las puertas de nuestras iglesias están abiertas para acogerlos sin sectarismos, sin afanes proselitistas, con respeto por quienes sufren, sin una pizca de arrogancia.

EN EL EPICENTRO DEL TERREMOTO
cruz_romaTres jóvenes profesionales que al filo del siglo XXI fueron víctimas de los abusos del influyente párroco Fernando Karadima se han convertido al cabo de largos años de lucha por obtener justicia en íconos de la crisis que vive la Iglesia Católica en Chile y en el mundo. El espectacular giro del Papa Francisco frente a los abusos de poder por parte de clérigos en nuestro país marcará probablemente lo que haga la Iglesia de Roma para tratar de salir de la crisis a que se ha precipitado.

La Iglesia Luterana en Chile tiene que preguntarse qué misión le cabe ante esta emergencia. Como el profeta del Antiguo Testamente que se resiste a cumplir el encargo de Jehová puede nuestra iglesia alegar que es pequeña y poco influyente, que ya tiene suficiente con sus propios problemas. Pero en el globalizado escenario actual lo que se haga en Chile está llamado a generar repercusiones a escala mundial, lo mismo que la lucha de los jóvenes profesionales de la parroquia de El Bosque.

Aparte de acoger en sus comunidades a los católicos que quieran encontrar alero en   ellas, los luteranos debieran esforzarse por mostrar al mundo de hoy que existe otra manera de vivir la fe cristiana. El debilitamiento del catolicismo y de las formas tradicionales de religiosidad no tiene por qué significar la declinación del cristianismo.

Acogida y anuncio claro, sin complejos, pero humilde y afectuoso. Esa es la tarea ineludible.

Eso exigiría, claro está, asumir en serio la emergencia y trastrocar prioridades. Acoger a los que necesitan un techo espiritual. Lanzarse a proclamar como en una tierra de misión una nueva forma de vivir el Evangelio en una sociedad que vive un acelerado proceso de ruptura con la religiosidad tradicional.

Parece una tarea imposible. Lo mismo pensaban los apóstoles después de encontrarse con Jesús resucitado y de recibir de este el encargo de difundir por el mundo la Buena Nueva. Es una locura, se decían entre ellos. No estamos preparados, nos paraliza el miedo. Hasta que la mañana de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo.

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