Por Alejandro Lavquén
En una entrevista concedida al matutino La Tercera, el ex presidente Ricardo Lagos Escobar, ha dicho que “algunos añoran lo que se construyó con Pinochet y otros quieren volver a las utopías de los 60 y 70”. Además analiza “el complejo momento que viven las democracias”. Y agrega que “como el sistema democrático no está satisfaciendo las demandas, entonces la gente corre a abrazar propuestas populistas, de uno u otro signo”.
Sobre lo segundo, que sería largo tema para otra columna, sólo decir que el señor Lagos Escobar no se ha dado cuenta de que él es uno de los culpables de lo que llama el “complejo momento democrático”, y de que éste no esté “satisfaciendo las demandas” de la gente, que busca otras propuestas, a las que tilda de “populistas”. Sus declaraciones sólo develan que su objetivo es descalificar las alternativas al sistema neoliberal con el término populistas. Es decir, quien no está de acuerdo con los abusos descarados de nuestro actual sistema económico y político es un mal agradecido, un ingenuo o un ignorante. Por lo tanto, si a la señora Juanita (“gran amiga” del ex presidente) se le ocurre reclamar, cuando le falten los más de 1000 pesos para comprar el kilo de pan del día, estaría cayendo en una de estas tres categorías.
Ahora, acerca de lo primero que afirma el señor Lagos Escobar, no se trata más que de una artimaña comunicacional que busca una especie de homologación entre el pinochetismo y las ideas que buscan la justicia social. Una burda maniobra que, en todo caso, cae por su propio peso, pues los hechos concretos son claros y la gente no es tonta: “lo que se construyó con Pinochet”, como cita el señor Lagos, él ayudó a mantenerlo durante los gobiernos de la Concertación y luego de la Nueva Mayoría, sobre la base de la connivencia con esos “algunos que añoran” la dictadura. Ejemplos tenemos por miles y son de amplio conocimiento público. El cinismo de Lagos Escobar es de antología.
Respecto a “los que quieren volver a las utopías de los 60 y 70” (imagino que se refiere a la Izquierda extraparlamentaria, esto considerando que en el Parlamento no existe izquierda), el señor Lagos Escobar, como no tiene quien lo refute en la entrevista, ataca sin oposición ideas que se mantienen totalmente vigentes caricaturizándolas de manera maligna. Daré tres ejemplos irrefutables. “Los utópicos del 60 y 70”, verbigracia, lucharon por el derecho a la vivienda propia, lo que hoy, a más de cincuenta años de los “utópicos” sigue siendo un imposible para la inmensa mayoría del pueblo chileno, es cosa de ver los precios de las casas y de los arriendos. “Los utópicos del 60 y 70” luchaban por el derecho a la salud, es decir a la vida; hoy ese derecho también es un imposible, los precios de los medicamentos son inalcanzables y, mientras las Isapres se embolsan millones de dólares, muere gente esperando atención médica. “Los utópicos del 60 y 70” luchaban por el derecho a una vejez digna, pero a cinco décadas de los “utópicos” que fustiga Lagos Escobar ese derecho aún no existe, miles de ancianos deben seguir trabajando o mendigando para poder sobrevivir, pues sus pensiones no les alcanzan para más de quince días, y eso con suerte.
Entonces, si los problemas sociales de los años 60 y 70 continúan lacerando al pueblo chileno ¿Por qué habría que cejar en la lucha por resolver esos problemas? José Martí, un utópico del siglo XIX, decía que: “Mientras que todo no esté hecho, nadie tiene el derecho de sentarse a descansar”. Pues bien, eso mismo es lo que piensan hoy quienes Ricardo Lagos Escobar apunta como retrógrados. Si hoy se continúa luchando contra los abusos que ocurrían en los 60 y 70, no es porque se quiera volver al pasado, sencillamente se debe a que esos abusos se han mantenido hasta el presente gracias a personajes como Ricardo Lagos Escobar, que entre sus gracias presidenciales está el haber eliminado la pena de cárcel para el delito de colusión, delito con el cual han saqueado los bolsillos de los más pobres permanentemente. Por lo tanto ¡Bienvenidos sean los utópicos del futuro!…, a pesar de Ricardo Lagos Escobar.