Por Rodrigo Larraín
Académico Facultad de Ciencias Sociales, U. Central
En Iquique hay conmoción por la aparición, en la redes de unos pescadores, de un pez remo, un mitológico pez alargado, de gran tamaño y que aparece infrecuentemente. La gran enciclopedia en internet dice que habita en todos los océanos menos en los de aguas muy frías. Sin embargo, las primeras noticias desde el siglo XVI y quizás antes, narran que se le ha visto cerca del Círculo Polar Ártico. Las viejas descripciones muestran a un pez abisal –de aguas muy profundas– por los rasgos que decían que tenía quienes lo vieron.
Es probable que este pez se haya vinculado con otra especie con características fantásticas, tal vez una combinación de especies. Los peces monstruosos y otras serpientes marinas son frecuentes en las tradiciones orales y escritas de todos los pueblos. Este es el pez que se le atribuye, cuando aparece, la facultad de predecir o causar terremotos. El relato de Jonás o el Leviatán, que aunque cetáceos, en esos tiempos eran peces. Pero más allá de lo pintoresco de tal afirmación es posible hacer dos comentarios un poco más serios.
Desde tiempos inmemoriales se han atribuido a los animales cualidades predictivas, tanto de fenómenos cósmicos como de características de las personas o grupos. Golondrinas y otras aves migratorias indican la proximidad de la primavera, al igual que la aparición de ciertos cardúmenes en el mar o la presencia de mamíferos en los bosques, ciudades u otros escenarios; es decir, anuncian fenómenos meteorológicos. Ello posteriormente se mitologiza y así tenemos al pájaro tue tue, al cisne que canta antes de morir o al pez remo. Esta clase de mitos anuncian en última instancia el miedo y la proximidad de la muerte.
Pero los animales también muestran características de las personas. Los nombres de tótem de muchos pueblos así lo muestran; muchos nombre propios son de animales, como llamarse León o Raúl, que es lobo rojo. Los aborígenes de muchos países y los grupos simbólicos secretos también los usan. Unos ejemplos más sofisticados son los diversos animales usados en la heráldica, que muestran características comunes a pueblos, familias y personas. Por ejemplo, los lobos y leones en los escudos vascos.
Pero en nuestros tiempos de tanta increencia en las religiones reveladas, de las religiones con teología o universales como se llaman en sociología, vivimos una explosión de religiosidades, sectas y creencias varias, lo que se denomina religiones a la carta o al menú, en que cada quien construye su propia forma de creer. Como no tenemos una secularización consolidada, o sea, que las explicaciones religiosas si bien no tienen validez, no han sido reemplazadas por explicaciones lógicas ni científicas, y respuestas mágicas o supersticiosas siguen teniendo validez. No es raro oír que quienes no creen en Dios, como no pueden invocarlo, deseen a los que quieren algo tan curiosos como decirles que “la fuerza los acompañe”, un deseo cinematográfico. Además que las creencias míticas usan el lenguaje de la ciencia para argumentar.
Así que, como la necesidad religiosa sigue en pie, aunque las religiones formales ya no lo estén; muchas supersticiones siguen teniendo valor porque la necesidad de darle sentido a la vida sigue siendo crucial y para eso, remota e ingenuamente el pez remo sirve.