Por Alicia Gariazzo
Columnista Granvalparaiso.cl
La derecha ya no necesita golpes de Estado para imponer su opinión. Basta con el control de los medios de comunicación, coimear por aquí y por allá y promover la estupidez de los electores con la publicidad al consumismo y al sobreendeudamiento. Es por eso que los ciudadanos comunes usan su tiempo en ver cómo obtienen lo que publicita la TV y luego en cómo lo pagan. Si no alcanzan los plásticos, será con dinero ilegal. Ignoran que el Estado, según la Constitución del 80, no puede administrar empresas, salvo Codelco porque el Almirante Merino lo quiso así, y votan por Piñera porque creen que les va a dar empleo. ¡A saber por qué! Con esta ignorancia generalizada, solo se requiere represión cuando la droga obliga a los jóvenes a asaltar y matar para seguir viviendo en paraíso.
Los más “cultos” estamos felices con la industria digital. Los cambios que esta tecnología traerá al mundo son inimaginables. En nuestro paraíso de clase media pensamos que estas nuevas tecnologías son cosas que se inventan en paraíso, pero no nos planteamos ni una sola duda sobre los impactos que general a su paso. Estamos preocupados de las bolsas plásticas.
Hace algunos años, un documental que se les filtró a los multimillonarios, en HBO, informaba sobre el mineral imprescindible en el desarrollo de esta industria. Yo, impresionada, cada tanto escribo sobre el asunto, pero a pesar del importante rol de los medios de comunicación alternativos, también digitales, poco publican sobre el tema. Sabemos que todo el desarrollo económico actual se basa en la industria digital, pero no sabemos que en ella es básico el coltan, mineral no renovable mezcla de columbita y tantalita, que se da muy escasamente en la naturaleza. De ellos se extraen el tantalio y el niobio, utilizados en distintas industrias de aparatos eléctricos. El coltan es imprescindible en la industria aeroespacial, telecomunicaciones, ordenadores portátiles, celulares, videojuegos, satélites, estaciones, misiles, armas inteligentes, aceleradores de partículas, trenes magnéticos, baterías y aleación del acero para oleoductos. Por su superconductividad y carácter ultrarrefractario, almacena carga eléctrica temporal y la libera cuando se necesita. Tiene alta resistencia a la corrosión y a la alteración, que lo hacen idóneo como material privilegiado para el uso extraterrestre en la Estación Espacial Internacional y, por supuesto, en futuras plataformas y bases espaciales. Sin coltan no tendríamos la tecnología de hoy, ni siquiera los celulares sin los cuales ya no podemos vivir.
Si no investigamos en Internet literatura especializada, no sabemos que el 80% de las reservas de coltan, se encuentran en la República del Congo y que este es extraído en minas a cielo abierto por niños de ocho a quince años que reciben 25 centavos de euro diarios. Un trabajador congoleño cobra 10 dólares mensuales en otros trabajos, mientras en las minas, si saca un kilo de coltán al día, puede llegar hasta a 50 dólares semanales. El mineral llega a más de 500 dólares el kilo, así que no es rentable trabajar en agricultura o ganadería, lo que hace a los jóvenes abandonarlas para ser explotados en las minas. Por el coltan, como antes por el oro y los diamantes, las multinacionales han impulsado por años luchas fratricidas en la zona, donde solo entre 1998 y 2007 murieron 5,4 millones de congoleños invadidos por Rwanda y Uganda. Luego China ofreció explotar los yacimientos ofreciendo entregar al país el 30% de las ganancias, lo que generó un levantamiento guerrillero y una cuasi guerra civil. La ONU ha afirmado que la guerra civil es dirigida por «ejércitos de empresas» para hacerse con los metales de la zona, acusando directamente a Anglo-América, De Beers, Standard Chartered Bank y cien corporaciones más. Miles de toneladas de coltán salen del país ilegalmente sin que su Estado reciba un peso, ya que la mayor parte es extraída por contrabandistas y soldados de diversas banderas en distintas partes del país. El ejército rwandés transporta el coltan a su país, donde lo trata y purifica en la Sociedad Minera de Rwanda, antes de ser exportado a Europa y Estados Unidos. Con esto Rwanda exporta al menos la mitad del mineral que llega a los mercados internacionales con la etiqueta “Made in Rwanda”, de acuerdo con cálculos citados por el experto en el Congo Michel Nest en su obra “Coltan”. Un presidente de Rwanda, Paul Kagame, negó que el coltán exportado por su país proceda del Congo, pero un dato ofrecido por la organización independiente, The Enough Project, crea la duda. Analizando las cifras del propio Gobierno rwandés, la organización descubrió que mientras la producción nacional de minerales había aumentado el 22% entre 2010 y 2011, las exportaciones se habían incrementado en un 62%. En 2012, un informe confidencial de un panel de expertos de las NU sobre este conflicto apuntó una vez más que Rwanda ha financiado y proporcionado hombres, entrenamiento y armas a varios de los más de 40 grupos armados activos en los congoleños Kivu Norte y Kivu Sur, de los que algunos, como el oficialmente disuelto M-23, están acusados de crímenes de guerra contra la humanidad y de saquear el maná del coltán. En las montañas del parque Nacional Kakuzi Biega, donde se extrae el mineral, se han exterminado además cientos de gorilas en peligro de extinción, perdiéndose para siempre poblaciones muy importantes para su supervivencia. Para declarar a dicha zona como Parque Nacional, se expulsó a las tribus indígenas que lo habitaban, abandonándolas a su suerte. Los niños mueren de enfermedades y malnutrición cada día porque carecen de hospitales. Miles de civiles han huido al interior de la selva, donde se enfrentan al hambre y a las enfermedades. Otros miles acabaron con sus manos mutiladas, violaciones a menores y hasta la incalificable aberración de obligar a padres a cometer canibalismo con sus propios hijos una vez asesinados.
Mercenarios extranjeros alimentan los frentes en guerra. Más aún, países occidentales siguieron ayudando a Uganda y Rwanda, los invasores de la República del Congo, tanto militarmente como a través de cuantiosas “ayudas para el desarrollo”. La agencia de ayuda británica (DFID) anunció en septiembre del año 2000 un préstamo de 95 millones de dólares sobre un periodo de tres años para ayudar al Gobierno rwandés.
Pese a todos los errores que cometimos en los años 60, los estudiantes marchábamos contra la guerra de Vietnam. Ahora no pasa nada y ni siquiera hay un llamado de la Cruz Roja a ayudar a los heridos y mutilados por el trabajo minero y la Guerra en el Congo. No hay información accesible sobre lo que allí ocurre.
Es tan importante la industria digital que a nadie le conviene hablar, pero las inmensas fortunas que esta industria ha creado como la de Bill Gates y otros deberían impulsarlos por lo menos a pagar precios justos al Congo.
La industria va como avión. Incluso en nuestro país, caracterizado como pobre, esta se desarrolla a pasos gigantes. Tampoco hay información acerca de sus impactos, especialmente en la disminución de fuentes de trabajo. Gobernantes de mediana inteligencia deberían informar de los pros y los contras de esta Cuarta Revolución Industrial. Impulsar la jornada de 6 horas al menos en la Administración Pública donde se ha agilizado el trabajo burocrático haciéndolo on line. Se deberían impulsar nuevas profesiones, nuevas carreras técnicas ligadas a las nuevas tecnologías. Se debería estimular el trabajo solidario y el uso del ocio a través de las Municipalidades fomentando la cultura, las capacidades individuales, la innovación.
Se informa que para 2030 habrá un alto porcentaje de vehículos eléctricos lo que es una muy buena noticia para nuestros problemas de contaminación, pero debemos tener en cuenta, que tal como el coltan el litio es un mineral básico para las baterías.
Esperemos que la posesión del mineral en Chile y países vecinos sea una fuente de solidaridad y nuevas relaciones internacionales y no un elemento que nos meta en guerras fraticidas como ocurre en la República del Congo.
Ojalá me equivoque.