Por Cristián Fuentes V.
Académico Universidad Central
El rechazo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a la demanda interpuesta por Bolivia contra Chile, sorprendió a una mayoría autoconvencida de que dicho tribunal era una instancia política, cuyas sentencias no se basaban en el derecho internacional.
Quizás el trauma provocado en algunos por el resultado del litigio por el límite marítimo con Perú y la nostalgia ultranacionalista de pasadas victorias militares, hizo que la desconfianza llegara al grado de pensar en desconocer un posible veredicto adverso y de retirarse del Pacto de Bogotá.
Las disputas entre países pueden resolverse por la negociación, acudir a un tribunal o la guerra. Chile decidió hace más de un siglo optar por la solución pacífica de las controversias y, consecuente con ello, ha sido protagonista en la construcción de un sistema internacional basado en el derecho y la paz. Por ello, abandonar las instancias que nosotros mismos creamos para superar conflictos, nos hace retroceder a los tiempos del equilibrio de poder y donde la fuerza constituía el argumento principal de las relaciones entre las naciones.
Fundamentar nuestra política exterior sobre estas bases es dar un salto en el vacío y deteriorar gravemente el prestigio de la patria.