Nadie me valora y felicita por mis logros y buen desempeño

Publicado por Equipo GV 11 Min de lectura

Dr. Franco Lotito C.  – www.aurigaservicios.cl

Académico, Escritor e Investigador (PUC-UACh)

 

“Excelente, lo estás haciendo muy bien, te felicito. ¡Mantente así y sigue adelante!”

 

felicitacionesQué grato sería para todos nosotros, si de vez en cuando, escucháramos y recibiéramos esas necesarias muestras de apoyo, aprecio y valoración por aquello que hacemos, cuando lo que hacemos, excede las expectativas de quienes nos observan, ya sea que se trate de nuestros jefes, nuestros amigos o nuestra propia familia.

Ahora bien, aún cuando los análisis y reflexiones que se realizan a continuación, hacen referencia al ámbito laboral, todo lo que aquí se señala, también puede ser enfocado –y aplicado– al ámbito académico, familiar y escolar.

Examinemos de cerca algunas realidades: si nadie se preocupa de felicitarlo, aunque haya logrado el mejor contrato con uno de los clientes más difíciles de su empresa, que usted haya  sido capaz de reducir en un 30% los costos de su área laboral y es de esas personas que no se van de la oficina sin antes haber encontrado la solución hasta el último de los problemas que afectan a su departamento, entonces, no cabe duda que hay algo que no está funcionando bien en su organización. Si más encima, su jefe sólo atina a destacar –y refregarle en su nariz–  sus fallos y errores, definitivamente, el asunto no pinta nada bien.

Destaquemos también, la amargura y frustración que deben experimentar muchas mujeres, las que siendo muy buenas profesionales, con reconocidas competencias, desempeñándose en los mismos puestos que los hombres y estando sometidas a iguales niveles de exigencia que sus colegas varones, se ven expuestas –de manera injusta– a las llamadas “brechas  salariales”, es decir, reciben hasta un 35% menos de sueldo, porque no pertenecen al “género masculino”. En definitiva: su desempeño y esfuerzo no son valorados, y su trabajo siempre será más barato que el trabajo realizado por los colegas varones.

Es verdad, que dar cumplimiento al trabajo por el cual uno ha sido contratado y, además, hacerlo bien, es el deber de cada uno de nosotros, en función de lo cual, la persona no debiera estar a la espera de recibir felicitaciones, cuando lo que la persona hace, es cumplir con las metas y objetivos propios de su cargo o puesto de trabajo.

Sin embargo, todos nosotros sabemos que una sincera felicitación, un reconocimiento, una palmada en el hombro con una palabra de aliento, una sonrisa acompañada de un pulgar hacia arriba, un entusiasta “¡qué bien!, ¡te pasaste!”, etc., representan una forma de orientación  y guía para que las personas sepan que se están cumpliendo a cabalidad las metas de la empresa, pero además, estas “señales” son, en sí mismas, un verdadero aliciente y elemento motivador para continuar haciendo bien las cosas, e incluso, mejor.

Cuando ante nosotros tenemos a una persona que genera valor agregado al trabajo que está realizando, cuando su aporte  es relevante, cuando su colaboración permite que la labor del resto del equipo de trabajo sea superior, entonces nunca está de más entregar una felicitación a aquél sujeto que ha hecho un esfuerzo adicional superior en el desempeño de sus funciones y/o tareas.

Es cierto también, que no resulta conveniente estar felicitando todo el tiempo a todo el mundo y por cualquier minucia, por cuanto, como bien sabemos, todo aquello que se entrega en exceso termina por perder su valor esencial y su incentivo.

Por otra parte, cuando se cae en el otro extremo, es decir, cuando tenemos ante nosotros empresas y lugares de trabajo en que las felicitaciones por una labor bien hecha y destacada brillan por su ausencia, se corre el riesgo de generar un ambiente más bien negativo, poco estimulante y de desinterés por parte de los trabajadores, lo que puede, eventualmente, desembocar en una desmotivación laboral generalizada, cayendo los trabajadores en la ley del mínimo esfuerzo, bajo el precepto: “Total, da lo mismo hacer las cosas bien o mal”. O en su defecto, las personas tenderán a quedarse pegadas, simplemente, en la zona de comodidad.

Uno de los errores más frecuentes que cometen los jefes en algunas empresas, es no visualizar –y darse cuenta– cuando un trabajador ha sido capaz de entregarle valor agregado a su empresa en el trabajo que realiza. Un segundo error fatal, es cuando el jefe expresa en voz alta: “¡Para eso estás contratado y se te paga!”, o bien, señalar: “¿Por qué razón tengo que felicitar a los trabajadores por cumplir con sus metas?”.

En tanto que el peor –y el más penoso, por cierto– de los errores que cometen los jefes, es reaccionar  tardíamente, ofreciendo más dinero y/o nuevos beneficios al trabajador, recién cuando el buen colaborador expresa a su jefe su firme intención de renunciar a su trabajo e irse a otra empresa. La pregunta natural que surge, es: ¿y para qué tuvo que esperar este jefe a que uno de sus buenos trabajadores expresara su deseo de irse de la empresa, para efectos de reaccionar y buscar retenerlo?

Ahora bien, si usted siente que no está recibiendo lo que cree merecer por la buena calidad de su trabajo y tiene serias intenciones de abandonar la empresa, entonces ponga atención a las siguientes sugerencias, ya que su finalidad, es que sean los últimos intentos –o los últimos cartuchos a quemar–  para no pasar inadvertido y alcanzar “visibilidad” ante su jefatura:

  1. Ofrézcase voluntario para realizar tareas importantes, es decir, colabore y preste sus servicios a equipos de trabajo que deben realizar tareas y/o planes estratégicos ligados a otras divisiones y departamentos de su empresa.
  2. Contribuya con aportes, ideas y sugerencias en las reuniones de trabajo en las que participa, ya que ello lo mostrará a usted como una persona que está involucrada y camiseteada con su empresa.
  3. No se esconda o refugie en su oficina o cubículo de trabajo, ya que quien se mueve dinámica y proactivamente de un lado para otro, comienza a desarrollar habilidades que le permiten tomar el pulso de la empresa o institución donde uno se desempeña.
  4. Amplíe su círculo y radio de acción por intermedio de conversar y dialogar con personas de otras divisiones o áreas de trabajo, entregando sugerencias o prestando una mano cuando alguien lo necesita, lo cual, lo hará ver a usted como un sujeto inquieto, dinámico, colaborador y accesible a muchas personas.
  5. Aún cuando no sea del todo de su agrado y forma de ser, participe en reuniones o eventos de tipo social o informal, tales como un almuerzo de camaradería, el festejo de un cumpleaños o una fiesta organizada por la oficina, ya que eso lo mostrará como un sujeto sociable y agradable ante los ojos de los demás.
  6. Por último, salga de su duda, alce su voz, vaya y pregunte directamente a su jefe cómo considera él que usted se está desempeñando en su puesto, y cuáles son sus expectativas con respecto a usted y su trabajo. Dependiendo de la respuesta que usted reciba, tome una decisión y postura acerca de qué esperar en el futuro.

 

Ahora bien, si usted es de aquellas personas que trabaja en una organización (empresa, oficina) donde no existe la práctica –o la cultura organizacional– de felicitar al otro por un trabajo bien hecho y de calidad y, aún así, usted desea permanecer en esta empresa,  entonces resulta importante que usted comience a valorar por cuenta propia aquello que usted hace –especialmente, si usted sabe que lo está haciendo bien– y aprenda desde ya, a no frustrarse o desesperarse por la falta de alicientes, ya que de nada le servirá caer en tal condición mental, salvo que no sea para aumentar su nivel de estrés o desmotivación.

De ser necesario, trabaje su autoestima con la finalidad de sentirse una persona valiosa, ya que si usted reconoce y acepta aquellas emociones que le causan angustia, molestia o frustración, entonces estará en condiciones de modificarlas. Aprenda, asimismo, a trabajar de acuerdo a metas y objetivos, ya que su cumplimiento afianza y eleva la autoestima de las personas, al darse cuenta de que son capaces de cumplir con lo que se han propuesto llevar a cabo.

Finalmente, responsabilícese de sus propias acciones, por cuanto, aceptar que cada uno de nosotros es responsable de su vida, de sus errores, de sus éxitos y fracasos, así como también del logro de los objetivos propuestos, ello conduce automáticamente a lo que se denomina el “proceso de autoafirmación”, es decir, se aprende a apreciar y respetar las propias ideas y aportes, al mismo tiempo que la persona siente que es alguien valioso y que lo que está haciendo, marca la diferencia.

 

Comparte este artículo
Deja un comentario

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *