Por José Albuccó, académico Universidad Católica Silva Henríquez
La elección de una carrera profesional y de una casa de estudios implica no solo mirar la rentabilidad de los ingresos futuros, la calidad de las instituciones y sus cuerpos académicos. También se debe observar que el lugar elegido tenga coherencia con las políticas públicas y un compromiso por generar los grandes cambios que el país requiere.
Quienes sientan que su vocación está en la pedagogía, debieran también preguntarse por la disposición personal a desarrollar algunos aspectos: el conocimiento y comprensión del estudiante al cual se va a acompañar en un proceso de enseñanza-aprendizaje, la mirada crítica y reflexiva de la cultura actual, la habilidad de saber enseñar la disciplina, el manejo de los nuevos lenguajes tecnológicos, la colaboración pedagógica y el valor de la multiculturalidad. Todo esto en una mirada de trascendencia vocacional.
Con todas las tensiones históricas sobre nuestra constitución, debemos recordar que en ella se señala que “corresponderá al Estado, asimismo, fomentar el desarrollo de la educación en todos sus niveles; estimular la investigación científica y tecnológica, la creación artística y la protección e incremento del patrimonio cultural de la Nación”.
Es en este punto donde dialoga la Educación y el Patrimonio. Porque la educación también tiene una clave patrimonial, que promueve el sentido crítico, la reflexión y la formación ciudadana. De este modo, atiende a objetivos transversales como proyecto de país. La “Educación para el patrimonio” debe sensibilizar, conocer, comprender y valorar esta dimensión.
Por ende, la Formación Inicial Docente tiene la oportunidad de construir un diálogo multidisciplinar, permitiendo el desarrollo, integración e inclusión del ser humano y evitando la fragmentación y aislamiento.
En este contexto no puede desconocerse cómo la discusión internacional ha contribuido a situar en la agenda chilena la temática de valoración de la memoria y el rol de la educación en ello.
El compromiso por generar los grandes cambios que el país requiere, ya pasó la etapa de los diagnósticos, conocimiento de experiencias y búsqueda externa de modelos. Hoy se requiere de convicción, innovación, diálogo y, en especial, de la calidad de nuestros maestros. Maestras y maestros inspiradores que quieran encontrar nuevas y mejores formas de resolver los desafíos globales.