Por Alejandra Riveros
Académica escuela de Gobierno y Comunicaciones, U.Central
Nadie puede negar que este 8 de marzo fue una jornada histórica. Miles de mujeres de distintas edades con diferentes contextos sociales y múltiples historias de vida, salieron a la calle con un único denominador común: manifestar públicamente la necesidad de luchar por una igualdad de derechos, por una vida más libre y más justa. Pero, ¿qué hacemos después de este 8M?
Si pudiéramos entregar una mirada comunicacional a esta lucha, hay un elemento principal: el poder del discurso oral y el traspaso de la experiencia a las diversas generaciones, aspectos que inciden directamente en una transformación cultural. En este intercambio, los llamados ritos adquieren una importancia fundamental, ya que pueden encarnar los diversos relatos. En ese sentido, una marcha significativa como la de ‘Ni una menos’ (2016), es un rito que marcó el inicio de un peregrinaje público en favor de la lucha de las mujeres. Si bien, el llamado aquel fue altamente significativo y tan solo en unos pocos días se levantó la convocatoria mediante plataformas virtuales, cabe señalar que muchas mujeres ya estaban marchando a través de la historia, quizás de manera más soterrada, pero altamente valiosa. Precisamente, es en los espacios locales de diversas comunidades, cuando el trabajo comenzó a forjarse, para tener una visión con enfoque de género, más equitativa y solidaria.
El pasado 8M es un segundo rito clave en este peregrinaje público y demuestra la fuerza de las mujeres. No obstante, ahora es tiempo de reflexionar y definir acciones post marcha, porque la transformación cultural debe ser permanente. Para ello, la comunicación tiene que contribuir desde los espacios privados hasta los más públicos. Por ejemplo, si en la previa de este 8M, los medios de comunicación desplegaron diversos reportajes, artículos y notas relacionadas con las mujeres, es tiempo de mantener ese foco. Se destaca en ello, la lucha que han sostenido diversas profesionales de la comunicación, para derribar los estereotipos de género y la comunicación sexista. Es en estos espacios donde se debe desarrollar una marcha permanente para trascender en las cúpulas de poder y así tomar decisiones con un enfoque de género. Por otra parte, si en los espacios formativos como las escuelas o las universidades, reflexionaron sobre las diversas aristas de la jornada, este diálogo debe ser permanente y no fragmentado ni esporádico. Solo así, se fomentará el pensamiento crítico entre niños, niñas y jóvenes. Si en los diversos espacios laborales, hubo gestos y consideraciones hacia las mujeres, estas acciones debieran permanecer. Y si en los hogares se gestó un espacio de conversación y de opinión frente a este 8M, con acciones de cambio en favor de la convivencia, eso ya es una señal potente de transformación.
El llamado entonces es a seguir marchando en los espacios donde podamos trascender y efectuar cambios. Solo de esta manera, podremos tener menos casos como el de las inexplicables muertes de mujeres en manos de quienes fueron o son sus parejas, tal como conocimos días antes de la marcha o durante la misma jornada. Como dice un principio básico de la comunicación, acuñado por el austriaco Paul Watzlawick, es imposible no comunicar, por lo que llegó el tiempo de preocuparnos más de lo que decimos y callamos, así como de lo que hacemos o dejamos de hacer. Por un 8M permanente, implica hacernos responsables de nuestras acciones en todo momento y lugar.