Por María Ester Buzzoni
Psicóloga y docente Universidad San Sebastián
El Día Mundial del Trastorno Bipolar se conmemora el 30 de marzo, en honor al nacimiento del pintor Vincent Van Gogh, a quien se estimó póstumamente un diagnóstico de trastorno bipolar. Más allá de las distinciones entre los trastornos del ánimo y los trastornos mentales, resulta relevante generar hitos que permitan tomar conciencia sobre los diversos modos de enfermar de la población y eliminar el estigma social asociado a este tipo de desórdenes.
El objetivo de este día es proporcionar información sobre los trastornos del ánimo y sensibilizar a la sociedad frente a la enfermedad. Parece oportuno aprovechar esta jornada para abordar, en su totalidad, los trastornos anímicos y mentales, y reflexionar acerca de su ligazón con los estilos y la calidad de vida de las personas. Por otra parte, esta conmemoración debiera centrarse en la realización de actividades que contribuyan a la comprensión de las necesidades de las personas que padecen este tipo de trastornos, y a la eliminación del estigma social asociado a los diagnósticos de salud mental.
Se espera que un mayor conocimiento acerca de este tipo de enfermedades, vaya aparejado de mayor conciencia acerca de las condiciones de vida que acompañan la aparición de determinados modos de enfermar y de la importancia de contribuir como sociedad a mejorar las condiciones de vida de la población.
Por otra parte, es necesario que los equipos de salud y las comunidades comprendan que este tipo de enfermedades, si bien se encuentran asociados a aspectos fisiológicos, no pueden ser abordados de la misma manera que se tratan las afectaciones somáticas, dado que su curso depende, en una buena parte, de las condiciones de vida de quien las padecen. Se requiere, así de cambios en los hábitos y sistemas de vida, así como de transformaciones culturales y relacionales orientadas a la integración social y la inclusión, tareas en las que nuestro país recién se inicia.
Más allá de estas modificaciones culturales, se hace urgente que el Estado de Chile aborde su histórica deuda con la salud mental de los chilenos. Según el artículo de Errázuriz, Valdés, Vöhringer y Calvo (Revista Médica de Chile, 2015) Chile presenta elevadas tasas de trastornos de salud mental, con costos para los individuos, las familias y la sociedad. En dicho artículo se revisan cifras que revelan un deficiente financiamiento de la salud mental, el cual tampoco ha aumentado de acuerdo a los objetivos del Ministerio de Salud. Por otra parte, han aumentado las tasas de enfermedad mental.
Considerando la intención de otorgar una atención digna a los pacientes que padecen trastornos de salud mental, sería deseable aumentar el porcentaje del presupuesto público de salud destinado a salud mental, así como estudiar qué patologías mentales requieren ser incluidas dentro de las nuevas enfermedades del plan AUGE/GES. Sin embargo, se requiere también avanzar con mayor propósito en las promesas del Plan Nacional de Salud Mental, orientadas desde la perspectiva de derechos humanos, especialmente en la perspectiva de participación en salud, que implica un cambio cultural importante en relación a cómo comprender con el rol de la comunidad en la promoción de salud de sus miembros.