El uso de la violencia no es algo “natural”, sino que es una conducta aprendida

Publicado por Equipo GV 11 Min de lectura

Por Dr. Franco Lotito C.
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

 

“Una educación de calidad basada en principios y valores, es la única vacuna efectiva que tenemos a disposición en contra del uso de la violencia de todo tipo” (FLC)

 

violenciaCuando uno analiza el concepto “violencia” a secas, muy pronto se advierte, que el significado de la palabra apunta a la aplicación de medios coercitivos y de fuerza, con la finalidad de vencer la resistencia de una persona y someterla a los designios del sujeto violento.

Un buen ejemplo de esto, es el caso del empresario argentino, Hugo Larossa, quién se dedicaba en Chile –de manera impune y ante la mirada indiferente de los fiscales nacionales– a violentar, torturar y abusar sexual y sádicamente a sus trabajadores en su “fábrica del terror”, sometiéndolos a sus desviados deseos sexuales y aberraciones.

No obstante lo anterior, al profundizar un poco más en el concepto “violencia”, nos damos cuenta que la práctica de la corrupción  –tan extendida en este país– así como la total impunidad con la que actúan los sujetos corruptos, también es una forma real de ejercer violencia en contra de la sociedad y de una gran parte de la población que no tiene los medios para defenderse del constante saqueo del que son objeto.

Ahora bien, la violencia, desde el punto de vista de la Psicología, representa un “comportamiento social aprendido” del cual muy pocas personas logran escapar, ya que, dependiendo de las circunstancias y variables que se examinen, puede estar dirigida a una sociedad o nación completa (en el caso de una guerra), o bien, hacia ciertos sectores específicos de la población, cuando en su uso intervienen factores tales como la discriminación, los prejuicios, el racismo y la xenofobia.

Asimismo, resulta sintomático constatar que –de acuerdo con datos suministrados por ONU Mujeres–, alrededor del 35% de la población femenina mundial ha sido objeto de algún tipo de violencia por parte de su pareja, sea que hablemos de personas adultas o de adolescentes, teniendo presente que las cifras señaladas no contemplan las agresiones sexuales que se producen.

Es así, que ONU Mujeres estimó que de las más de 87 mil mujeres asesinadas en el año 2017, más de la mitad de los homicidios fueron realizados por las parejas de estas mujeres, o bien, por sus propios familiares. Ejemplo de esto último, lo constituye el caso de dos niñas chilenas, una de 15 y otra de 16 años, quienes planificaron y llevaron a cabo el asesinato de sus respectivas abuelas. La más joven de las adolescentes, lo hizo con la ayuda de su pareja de 16 años, quién no dudó en propinarle 40 puñaladas a la abuela.

Los estudios científicos –tal como lo plantea David Myers en su libro “Psicología Social”– indican que existen dos tipos de agresión asociada al uso de la violencia: (a) la agresión hostil–llamada también agresión emocional o afectiva–,que es provocada por la ira y el enojo del sujeto, y que se ejecuta como un fin en sí mismo, como es el caso de aquél sujeto que se deja llevar por la ira o por los celos, y termina asesinando a su pareja y a sus hijos, y (b) la agresión instrumental, que corresponde  a aquella que es utilizada de forma planificada para efectos de lastimar y/o someter a otros como un medio para lograr algún fin u objetivo, tal como sucede, por ejemplo, en las guerras de conquista o en las acciones de sometimiento de algún pueblo, raza o minoría, sea que se trate de una minoría religiosa, política o sexual, así como también en el caso de los asesinatos planificados, ya sea contratando a sicarios para realizar el “trabajo” o llevándolo a cabo en forma personal, tal como el caso del australiano que en marzo de 2019, en Nueva Zelanda, transmitió en vivo y en directo el asesinato de 49 personas inocentes, incluyendo a varios niños pequeños, en un acto de violencia extrema por parte de un “supremacista blanco” en contra de feligreses musulmanes que oraban en una mezquita, en que el asesino trasmitió en directo los asesinatos a través de las diversas redes sociales de Facebook, Twitter y YouTube.

Por otra parte, entre otros factores que pueden desencadenar la violencia, se encuentran la mala situación económica y política de una nación (ruina económica, corrupción, abuso de poder, etc.), sin dejar de tener en cuenta variables como el tipo de educación existente en un determinado país –que tiende a normalizar el uso de la violencia o que la ve como algo “natural”–, o  bien, debido al grado de seguridad –o inseguridad– reinante (asaltos a mano armada, hurtos, robos, portonazos, etc.).

El grave problema, es que hoy en día se ha normalizado el uso de la violencia y ésta, sin que nos demos cuenta, permea y está incrustada en la publicidad, en el humor, en millones de memes violentos en las redes sociales, así como en  programas de TV y en otros medios de comunicación a los cuales estamos expuestos –niños y adultos– día tras día, incitando al odio y al uso de la violencia.

En función de todo lo anterior, podemos afirmar, que el uso de la violencia es algo que cobija y fomenta la sociedad misma, transformándose en un comportamiento que vamos aprendiendo –ya sea de manera consciente o inconsciente– desde nuestra niñez a través de los miles de ejemplos de conductas violentas que observamos y que quedan grabadas en forma indeleble en nuestro cerebro.

Incluso más. Es habitual ver en las redes sociales a miles de personas que hacen una verdadera apología de la violencia, con adolescentes y menores de edad –ni siquiera hablemos de los adultos– alardeando y mostrando armas de fuego de alto poder destructivo como si fuera un acto extraordinario y digno de imitarse, o bien, cuando se “despide” a un delincuente que ha sido asesinado a balazos por otra banda rival, a través de una masiva demostración de disparos al aire con metralletas, armas de guerra y lanzamiento de fuegos artificiales, como una manera de expresar  “afecto”, “respeto” y “admiración” por el difunto.

Muchos menores de edad –que son familiares de estos delincuentes y que viven de cerca estas demostraciones de violencia y fuerza bruta–, señalan a quienes les preguntan, que ellos también quieren ser como estos pseudo “héroes” caídos en las guerras entre bandas rivales por el dominio del territorio donde trafican drogas. Al respecto, recordemos las palabras de Isaac Asimov, profesor de bioquímica, autor de diversas obras de divulgación científica y de ciencia ficción, quién señalaba que “la violencia era el último recurso de los brutos e incompetentes”.

Al tenor de esta aborrecible realidad, pareciera que, poco a poco, nuestra sociedad se ha transformado en el mítico Minotauro de la Grecia antigua: mitad hombre y mitad bestia, con seres humanos incapaces de evitar el uso gratuito de la violencia. Es cosa de ver lo que sucede con el bullying y el ciberbullying en los colegios, un tema transversal, del cual, ni siquiera los liceos emblemáticos –o de élite– escapan a sus desastrosos efectos, con una serie de niños y adolescentes que terminan muy afectados emocional y psicológicamente, con varios de ellos, incluso, muertos. Y, ojo: estamos hablando de menores de edad que fluctúan entre los 7 y los 17 años.

Es tiempo, entonces, no sólo de recapacitar acerca del tipo de sociedad y país que queremos para nuestros hijos, sino que también es tiempo de actuar, de una vez por todas, sin que nos quedemos empantanados en las meras buenas intenciones, o en el sólo deseo de que las cosas cambien por sí solas y, además, mágicamente. O lo que es aún peor: continuar siendo reactivos y sólo proceder cuando el problema ya esté completamente fuera de control, tal cual sucede hoy en día, con muchas de las problemáticas a las cuales nos enfrentamos diariamente: delincuencia desbordada, tráfico de drogas por doquier, elevado nivel de ingesta alcohólica, corrupción galopante, una Salud Pública totalmente fracasada, educación de mala calidad (y que perpetúa la ignorancia y el analfabetismo), poder y riqueza en manos de un pocos, etc.

Recordemos, finalmente, que el camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones y de muy malas prácticas, y si vamos a dejar una huella personal en este planeta, que no sea una huella de violencia, muerte, saqueo y destrucción.

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