Por Jaime Torres Gómez
El sexto programa de abono de la Sinfónica Nacional de Chile contempló el debut del director indonesio-norteamericano Wilson Hermanto, y en un ambicioso programa con obras de Debussy, Ravel,De Falla más el estreno sudamericano de “Girga para Orquesta” del suizo Martin Jaggi.
A priori, apenas se supo de este programa en el lanzamiento de la actual temporada, se vislumbró el exceso de obras respecto su duración, máxime al preverse un insuficiente tiempo de ensayos para abordarlas justo después de los dos programas anteriores en las semanas inmediatamente previas… Adicionalmente, en lo musical, la combinación de las mismas no obedeció a alguna lógica entendible, no existiendo un genuino sentido de complemento.
Así las cosas, finalmente se cercenó el programa sin explicación acabada al público, y sólo remitiéndose a decir por altoparlante que “Gigues” y “Rondes du Printemps”, de las “Images” para Orquesta de Debussy, no se harían (veinte minutos de música sacrificada…). Esta situación denota una irresponsabilidad de quienes confeccionaron la programación, dado que siempre debe tenerse en cuenta los tiempos de ensayo acorde las capacidades de la orquesta. De hecho, por regla general, el público merece imponerse de una razonable explicación respecto a una modificación de un programa -que en esta oportunidad no hubo-, como por ejemplo consignar que “por razones de fuerza mayor” u otra verosímil dé cuenta de la situación. En todo caso, no era de extrañar que algo así pudiera suceder, ante la inorgánica cantidad de música originalmente considerada.
Con “Girga para Orquesta” de Martin Jaggi (1978) se dio inicio a esta nueva jornada sinfónica. El nombre de la obra alude a la primera ciudad capital del antiguo Egipto y está influida en canciones de la liturgia copta, dándole un especial carácter atmosférico. De frondosa orquestación, hay un atractivo trabajo de eficaces exploraciones sonoras con logrados colores y ritmos explotados al máximo en lo expresivo. Interesante estreno, aunque habría sido más deseable haber incluido algún estreno de algún compositor nacional o bien sudamericano, como una forma de brindar mayor espacio a la música continental, que clama por tener mayor presencia.
Luego, de las “Images” (Imágenes para Orquesta) de Debussy, finalmente se hizo sólo “Iberia” (con sus tres partes), pieza sin duda demandante en texturas, transparencias y colores, como buena obra impresionista que debe sintetizar sonoridad objetiva con internalidad emotiva. La versión del maestro debutante, no obstante un esmerado trabajo en sonoridad (colores y timbres), careció de sustancia de relato, carácter (de lo hispano) y emotividad, circunscribiéndose no más que a una escolar lectura.
Lo mismo ocurrió con la Rapsodia Española de Ravel -obra que la Sinfónica ha abordado con cierta frecuencia- donde no hubo una versión con debido idiomatismo, amén de darse una serie de desajustes producto de indicaciones poco precisas de la batuta, no obstante logros tímbricos y colorísticos globales.
Y como última obra, se ofreció una mediocre versión de las Suites 1 y 2 del “Sobrero de Tres Picos” de Manuel de Falla, dando un radical giro a la dupla de obras impresionistas de Debussy y Ravel. Nuevamente hubo carencia de carácter aunque un esmerado ejercicio de obtención de colores (que bien la obra demanda). Sin embargo, se observaron imperdonables deslices de ajuste producto de un pulso errático del director invitado, especialmente en la Danza del Molinero y antes en la Primera Suite. Siendo una obra de repertorio habitual de la Sinfónica, resulta frustrante presenciar una versión tan alejada en carácter y con imperdonables yerros de ejecución, constituyendo la peor presentación en vivo que se tenga recuerdo de estas magníficas suites de De Falla.
En suma, un programa irresponsablemente concebido, donde “la ambición rompió el saco”…
Excelente y didáctica Crítica