Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Los ataques al corazón y los accidentes cerebrovasculares (ACV) representan un serio riesgo para la salud humana, ya que son fenómenos agudos que se deben a obstrucciones que impiden que la sangre fluya normalmente hacia el corazón o hacia el cerebro, ya sea, por una arteria bloqueada o por la rotura de un vaso sanguíneo.
Las causas más importantes que pueden conducir a cardiopatías y ACVs son: 1. Antecedentes de familiares con ACVs o con ataques cardíacos. 2. El sedentarismo yla inactividad física. 3. El consumo de tabaco y drogas (cocaína, metanfetaminas). 4. La ingesta excesiva de alcohol. 5. Sobrepeso u obesidad. 6. Diabetes. 7. Una dieta malsana.
Algunos de los síntomas más comunes de los ACVs, son los siguientes: (a) pérdida súbita –generalmente unilateral– de fuerza muscular en los brazos y piernas, (b) caída o entumecimiento de un lado de la cara, (c) parálisis o entumecimiento de piernas y brazos (d) confusión, dificultad para hablar y/o comprender lo que se dice, (e) problemas visuales en uno o ambos ojos, (f) dificultad para caminar, mareos, pérdida de equilibrio o de coordinación, (g) dolor de cabeza intenso de causa desconocida, (h) pérdida de conciencia.
De acuerdo con los datos estadísticos de la OMS, los ACVs representan la tercera causa de mortalidad tras las enfermedades cardiovasculares y las neoplasias, así como también la primera causa de discapacidad en el adulto y la segunda causa de demencia.
El alto impacto económico que produce un ACV se debe al elevado número de secuelas que deja en los pacientes, secuelas, que en muchos casos, incapacitan severamente a la persona. Entre las principales secuelas de un ACV se cuentan: alteraciones conductuales, alteraciones en la percepción, alteraciones sensitivas, cognitivas y motoras. En el caso de las alteraciones motoras se genera un déficit en el control cefálico y del tronco, así como también hemiplejias o hemiparesias, es decir, parálisis de un lado del cuerpo y disminución de la fuerza motora, o parálisis parcial que afecta un brazo y una pierna del mismo lado del cuerpo.
Diversos estudios neurofisiológicos y de neuroimágenes han demostrado que el sistema nervioso central (SNC) es capaz de ser modificado –o recableado–, proceso que se conoce bajo en concepto de neuroplasticidad del cerebro.
En este sentido, la neuroplasticidad, de acuerdo con las médico fisiatras Paola Riffo y Tania Gutiérrez, puede ser definida como la “capacidad del sistema nervioso de responder a estímulos internos y externos, reorganizando su estructura, funciones y conexiones, a nivel molecular, celular, sistémico y conductual”.
Resulta muy importante destacar, que este fenómeno, tal como lo señalan las investigadoras Riffo y Gutiérrez, está presente durante toda la vida de una persona, ya sea: 1. En el desarrollo fisiológico, en respuesta a estímulos ambientales para generar el aprendizaje. 2. En condiciones patológicas, es decir, como una respuesta del cerebro a una enfermedad, tal como sucede con un accidente cerebro vascular.
En el caso del ACV, el proceso de neuroplasticidad le permite al individuo adaptarse a su nueva condición de salud –posterior a un daño cerebral–, y por esta vía, reaprender nuevos programas motores, así como también nuevas estrategias conductuales, posibilitando la recuperación de los pacientes, alcanzando algunos de ellos, logros extraordinarios.
Nuestro cerebro utiliza diversos mecanismos con el fin de adaptarse a la nueva condición de salud, algunos de los cuales son: 1. La ramificación o sinaptogénesis reactiva: corresponde a la aparición y extensión de nuevas ramas de axones, proceso que culmina con la formación de nuevos contactos sinápticos que permiten hacer un suerte de “puente” (o bypass) alrededor de las zonas del cerebro que han sido dañadas. 2. El proceso de desenmascaramiento: tal como su nombre lo indica, busca “desenmascarar” –o dejar al descubierto– aquellas conexiones neuronales que se encuentran en reposo o que están inhibidas, pero que pueden ser activadas, en forma posterior a un ACV. 3. Compensación conductual: después de sufrir un daño cerebral, el paciente puede desarrollar nuevas combinaciones de conductas, usar diferentes grupos de músculos u otras estrategias cognoscitivas.
Es así, por ejemplo, que por intermedio de un proceso de terapia intensiva, en aquellos pacientes que presentan un déficit o una parálisis en una de las extremidades superiores (un brazo o una mano, por ejemplo), se pretende alcanzar una mejoría y recuperación sustantiva en la destreza y en la función de la mano. Sin embargo, lo relevante al respecto de este tema, es que la recuperación motora y funcional que se logra en aquellos pacientes afectados por un ACV, se correlaciona con cambios notables en la activación de la corteza cerebral.
Todo lo anterior, demuestra que se produce un claro efecto de “plasticidad cortical como resultado de un programa de neurorehabilitación intensivo”, tal como lo señalan reconocidos investigadores, tales como Cramer, Sur, Dobkin, O’Brien, Sanger, etc., entre muchos otros.
Es más. El Dr. Randoph J. Nudo, del Centro de Medicina de la U. de Kansas, publicó un artículo científico, cuyo título es muy significativo: “Recuperación luego de un daño cerebral: mecanismos y principios”, donde este científico revisa y analiza todas las aplicaciones y beneficios que trae consigo la neuroplasticidad cerebral, con el objetivo de que una persona se recupere cuando ha sufrido un daño neurológico a causa de un ACV.
En este sentido, el paciente que ha sufrido secuelas a raíz de esta patología, nunca debe hacerle caso a aquél médico que le diga que su “condición es irreversible” y que “no hay nada que hacer” en relación con las secuelas que tiene, ya que un trabajo intenso de rehabilitación, sumado a la fuerza de voluntad del sujeto, así como el esfuerzo que ponga la persona en su propio proceso de sanación, se sumarán de manera sinérgica al maravilloso efecto que tiene el fenómeno llamado neuroplasticidad cerebral, con resultados que sorprenderán al paciente.
Recordemos, finalmente, una frase del gran jugador de beisbol, Babe Ruth, quién, nunca se cansaba de repetir, que era “imposible derrotar a una persona que nunca se rinde”.