Por Catalina Maluk
Directora Escuela de Economía y Negocios, U.Central
El concepto ‘guerra comercial’, para referirse al conflicto ente China y Estados Unidos, nos remite a una idea de enfrentamiento que parece circunscribir sus consecuencias puramente al ámbito económico.
Si bien es cierto, las raíces inmediatas suenan más cercanas a una escalada de alzas impositivas y restricciones importadoras de uno y otro lado, el contexto de estos hechos obedece a un proceso evolutivo histórico y de larga data.
El mundo parece olvidar que durante siglos China fue la primera potencia y que la hegemonía de Estados Unidos tiene menos historia que la oriental y que si bien, la discusión inicial se mantuvo en el ámbito de lo comercial, pronto escaló hacia lo tecnológico y hoy, ya hay voces que hablan de un tema de ‘dignidad nacional’.
El problema para Chile, es que es el jamón del sándwich, con sus dos principales socios comerciales enfrascados en una lucha que oprime su economía, altamente dependiente de la exportación de commodities, con un cobre que baja mientras el dólar va en subida y con sus propios empresarios invirtiendo en el extranjero.
Los tiempos que vienen no son fáciles y no es tan claro que el ajuste a la baja en las tasas de interés del Banco Central, permita encaminarnos en una senda de crecimiento, pues, una desaceleración económica mundial repercutirá severamente en el precio del cobre. Por lo tanto, Chile enfrenta una tremenda encrucijada, por cuanto esta guerra comercial muy pronto – acaso ya no- cambiará de nombre: será una guerra geopolítica.