Por Franco Muzzio
Extensión Académica y Cultural, U. Central
Hace dos años la controvertía se tomó la esquina de calle Lastarria con Rosal en la comuna de Santiago, debido a la realización de un mural en el marco del Festival Hecho en Casa. ‘Lastarria Patrimonial’ del artista antofagastino Luis Núñez, recreaba una tentativa de lo que habría sido la atmósfera del sector a inicio del siglo XX la cual se convirtió en una ventana histórica en donde se apreciaban las figuras de José Victorino Lastarria, Irene Morales y Benjamín Vicuña Mackenna.
El mural ganó su espacio. Partió con detractores y con los días contados, pero fue sumando memoria y hábito en el imaginario del turista y del vecino que lo incorporó a su cotidiano. Al final, alcanzó una sana convivencia logrando fusionarse con su entorno, convirtiéndose en un referente del barrio pese a lo complejo que puede resultar incorporar diálogos estéticos en un lugar tan manipulado por el conservadurismo. Esta es una realidad que también podemos apreciar a lo largo del país.
Hasta aquí, hablamos de una acción de arte que logró echar raíces. Sin embargo, el lunes a punta de brocha y pintura blanca se eliminó esta expresión que asomaba como un miembro más de la comunidad. Algunos defenderán el borrón y cuenta nueva, esgrimiendo el valor de la arquitectura y harán que se cumplan las burocracias que no distinguen de la representación barrial, sin detenerse en que la arquitectura también necesita refrescar su cuerpo sin perder la esencia que la vio nacer. Esto va más allá de los criterios para intervenir zonas típicas, es un asunto de cordura cultural. ¿En qué momento se deja de lado el valor patrimonial de una obra que con el tiempo ganó su residencia?
Hoy ‘Lastarria Patrimonial’ es una nostalgia urbana que se viraliza y Luis Núñez -su creador- es un artista que recibe ofrecimientos para aplacar el daño a una de las formas alternativas que se tienen de crear patrimonio. En este caso, el arte perdió un espacio con identidad, un habitante y un pretexto turístico. Y lo más preocupante es que una nueva muralla blanca quedó servida para que las firmas de la clandestinidad marquen nuevamente su territorio.