Por Jaime Torres Gómez
Columnista de Cultura Granvalparaiso.cl
Pasado el “Huracán Rattle-LSO”… la actual temporada musical de Corpartes continuó con la presentación del afamado guitarrista español Pablo Sáinz Villegas junto a la Sinfónica Nacional de Chile, en esta oportunidad conducida por el destacado director nacional Francisco Rettig.
A diferencia del año pasado, donde se contempló apenas una actuación de la Sinfónica en la temporada de abono, ahora se le ficharon más presentaciones, aunque aún exiguas respecto a la colaboración histórica de la decana orquestal del país en dicho espacio.
De hecho, y tal como se ha consignado en críticas anteriores, se insiste que la magnífica sala del CA660, la de mejor acústica de Santiago junto al Aula Magna de la USACH, incorpore más la presencia de agrupaciones nacionales como una forma de coadyuvar al desarrollo artístico de las mismas al tocar en condiciones acústicas privilegiadas.
Después de una notable intervención en el recital de Plácido Domingo del año pasado, Pablo Sáinz Villegas nuevamente retorna a Chile, país en absoluto desconocido para el guitarrista tras su deslumbrante participación en el Concurso Dr. Sigall de Viña del Mar en 2003, donde se le “arrebató” el primer lugar (aún se tiene un vivo recuerdo de aquella antológica jornada final, no siendo imaginable quedara posicionado a una “mezquina” segunda posición…). Empero, felizmente, el talento de Sáinz Villegas trascendió y hoy es un top en la escena guitarrística mundial…
En otro ámbito, después de varios inexplicables años de ausencia, retornó a la Sinfónica el magnífico maestro Francisco Rettig, ex titular de la misma en los años 80 y de los directores latinoamericanos más relevantes de las últimas cuatro décadas. En realidad, imposible ocultar el beneplácito de ver a Rettig reencontrarse con la orquesta que quizás tuvo su más profunda colaboración en Chile, esperándose, a la luz de los deslumbrantes resultados de esta presentación, no pase tanto tiempo para verlo nuevamente junto a la decana…
Como relevante protagonista, Sáinz Villegas abordó dos conciertos como el Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, y el estreno en Chile del Concierto para Guitarra de Elmer Bernstein (1922-2004). De impresionante proyección de sonido, cautivante calidez tímbrica (de sedoso esmalte) y no requiriendo de amplificación como recurso de apoyo, Sáinz Villegas ofreció versiones musicalmente notables de cada obra, dando cuenta de un indiscutido carisma y solidez artística.
El Conciertode Bernstein, poco (o nada) conocido por estas latitudes, tuvo una muy buena (aunque arriesgada…) recepción del público, máxime al no haberse considerado otra obra de repertorio más conocido como los conciertos de Villa-Lobos, Giulani, Castelnuovo-Tedesco, Leo Brouwer, Ponce, Fantasía para un Gentilhombre o el Concierto Fiesta, de Rodrigo. De hecho, el catálogo de obras de E. Bernstein es más conocido por sus contribuciones al cine, siendo galardonado con un Oscar por la música de “Millie, una chica moderna”, en 1967. Así, constituyó un completo acierto programático presenciar otra faceta de este compositor a través de su Concierto para Guitarra, de magnífica factura.
Estrenado en 1999 por Christopher Parkening, a quien le fuera dedicado, posee innegable oficio composicional. Caleidoscópico en sus temáticas (con buenos desarrollos internos), de lenguaje tonal, directo encanto melódico más acabados recursos rítmicos y colorísticos, dispone de un generoso lucimiento solístico (con sólido idiomatismo) y de la copiosa masa orquestal (atractivo uso de la percusión y cuerdas).
La versión de Saínz Villegas tuvo inapelables logros en calidad de sonido, musicales recursos e indiscutida asimilación discursiva; asimismo, un descollante acompañamiento de Rettig, sacando lo mejor de los sinfónicos en ensamble, texturas y balances.
Luego, un esperado Concierto de Aranjuez, donde Sáinz Villegas demostró natural afinidad. No obstante su excesiva periodicidad local, debe concederse que el Aranjuez es una obra de culto, siendo aún más atractivo presenciarlo con un solista convocante. Grandes logros en fraseos, carácter, dinámicas y texturas, y con inolvidables cumbres en la gran cadenza del segundo movimiento más interesantes libertades en el tercero, percibiéndose una versión de neurálgica vitalidad como inmensamente profunda. Gran trabajo de Rettig con la Sinfónica, y sin duda el más idiomático acompañamiento que se haya presenciado en vivo, con una galería de matices, contrastes y transparencias raras veces percibidos. Sin duda, una triunfal interpretación, con logros individuales y de conjunto…
Ante un enfervorizado público, el magnífico guitarrista ofreció como encore una entrañable versión de los Recuerdos de la Alhambra más una impactante entrega de la virtuosa GranJota de Concierto, ambas de Francisco Tárrega, exudando musicalidad, cabal dominio técnico y atrapante carisma.
Antes y después de sendos conciertos, la Sinfónica junto al maestro Rettig obtuvo otros triunfales lucimientos con un impresionante (y muy justo) reconocimiento del numeroso público en la Suite del ballet Estancia, Op. 8A, de Alberto Ginastera, y la escasamente ofrecida Rapsodia Rumana Nº 1, Op. 11 de George Enescu, dando inteligente coherencia al conjunto del programa.
Con un comprometido abordaje, Rettig develó profundo conocimiento en ambas obras, logrando auscultar detalles en colores y timbres nunca antes percibidos. Grandes logros en nitidez de voces de todas las familias instrumentales más una punzante rítmica en Estancia, como una voluptuosa elasticidad y envolvencia en la Rapsodia, dando cuenta del oficio de un maestro de muchos quilates…
En suma, una de las presentaciones más vibrantes del año, con esperados y triunfales reencuentros.