Por Jorge Gajardo
Académico Escuela de Economía y Negocios, U.Central
Antes del fallido intento neoliberal de Macri, Chile y Argentina eran ejemplos paradigmáticos de progresismo y neoliberalismo en una América Latina que ha oscilado en las últimas décadas entre ambos modelos. Hoy, vemos un nuevo ‘ajuste de placas’. Con el triunfo de López Obrador en México y el casi inminente advenimiento de Alberto Fernández en Argentina, se fractura un bloque latinoamericano practicante entusiasta de la globalización neoliberal.
Pero ya no es la época de oro del kischnerismo post crisis de 2001, ni la de Chile de los 90s. El modelo de Estado desarrollista de inspiración peronista vive un frustrado intento de desmontaje y, el chileno, agota sus bases de crecimiento subsidiado por el consumo depredador de sus recursos naturales.
Adicionalmente, el contexto internacional de este movimiento pendular de América Latina es nuevo y preocupante: la espiral de la guerra comercial entre EEUU y China, la fragilidad europea, la escalada agresiva entre Japón y Corea del sur, unido a brotes de zonas geopolíticas calientes; como el estrecho de Ormuz, el Oriente Medio, el mar de Japón, y una recesión mundial que parece casi segura.
Para Argentina y Chile el escenario es grave, aunque sus flancos de debilidad son distintos. Argentina enfrentará una recesión mundial y una guerra comercial con los peores indicadores económicos -después de Venezuela- en materia de inflación, ingresos, crecimiento, pobreza y finanzas públicas. Además, sin acceso al crédito, paradojalmente en una coyuntura de tasas de interés bajísimas a nivel mundial y con un endeudamiento record que deberá servir con mayor peso a partir de 2021, es previsible que se depriman más los precios internacionales de sus principales exportaciones.
Chile, más vulnerable a los shocks externos por su nivel de apertura, posee mecanismos automáticos de estabilización, pero enfrentará la coyuntura con un precio del cobre deprimido, datos de inversión, productividad y consumo interno muy débiles, y sin la solidez que mostraba para la crisis subprime, cuando el país era un acreedor neto y el gobierno mantenía un ahorro fiscal equivalente casi al monto de un gasto público anual completo.
Ambos países tienen también desafíos diferentes: Argentina deberá decidir qué tipo de inserción tendrá con el mundo. Un grave error estratégico sería abrir su economía degradando más su aún importante base industrial; más bien su desafío es una política de integración comercial, desarrollando su sector exportador con una mirada estratégica.
Chile por su parte, tiene una economía abierta al comercio de bienes y capitales, no obstante, ello le costó desindustrializarse por completo y especializarse en la exportación de comodities con bajo valor agregado y alto costo ambiental y social.
Paradójicamente el modelo chileno, está en decadencia por agotamiento del modelo extractivista. Chile sorteará la coyuntura, posiblemente, con costos menores, pero su camino a un desarrollo sostenible es el real dilema.