Por Dra. María Victoria Peralta
Premio Nacional de Educación y directora Instituto Internacional de Ed. Infantil, U. Central
Muy comentada y así debe serlo, ha sido la intervención de la joven ambientalista sueca Greta Thunsberg en las Naciones Unidas. Esperamos que el mundo y en especial sus líderes se hayan estremecido ante el contenido de su presentación y la queja dolorosa que nos hizo a los adultos sobre la forma de conducir los destinos del planeta.
Frente a ello y mirando a nuestro país, nos preguntamos no sólo por la escasa inoperancia de nuestras acciones al respecto en todos los niveles, sino además como educadora, me planteo dónde están nuestras Gretas o sus compañeros pensando por el destino de Chile en todos los ámbitos que compete el desarrollo sostenible: ambiental, social y económico.
Si bien es cierto que no queremos robarles a nuestros jóvenes sus sueños y que anticipadamente se aboquen a los temas que los adultos deberíamos estar resolviendo, también nos preocupa la falta de liderazgo en los jóvenes que movilicen a sus generaciones por las buenas causas. En estas etapas de modernidad líquida este desapego o desilusión por las “verdades” o certezas, es uno de los grandes síntomas que la evidencian, más aún cuando se nos han caído casi todos los referentes que teníamos.
Es verdad que hay grupos animalistas, vegetarianos, ambientalistas, de derechos humanos, entre otros, pero son aparentemente pocos y les cuesta encontrar los espacios y las formas de proceder para el cambio social. Greta lo está logrando, diciendo la verdad, en los espacios que tienen influencia, pero con los sentimientos visibles como ser humano sensible que es.
Soy parte de algunos grupos que hemos lanzado la propuesta de rehumanizar nuestra sociedad chilena y su educación; movilicémonos en función a ello, conformando grupos de pensamiento y acción, pero en formas que permitan construir puentes y efectivas posibilidades de avanzar. Greta nos está enseñando.