Y el barranco no es sino el enfrentamiento violento entre dos sectores que, querámoslo o no, se odian con mayor intensidad que hace veinte años.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Que nadie llore más tarde por la leche derramada, por las lágrimas vertidas o por las esperanzas deshojadas. Se ha dicho y avisado en mil tonos posibles. El precipicio está cerca. Hacia él avanzamos a trote sostenido.
¿Eso quieren algunos? ¿Qué nos desbarranquemos? Por cierto, quienes caerán al abismo serán gentes de pueblo, jamás los poderosos…esos, generalmente, salvan sus pellejos y sus faltriqueras refugiándose en cualquier país que sea seguro para sus intereses. Y si usted, estimado lector, cree que lo escrito en estas líneas es una exageración, permítame felicitarle por su optimismo, pero a la vez autoríceme para explicarle por qué siento que vamos derecho hacia un barranco.
Tal vez no hay mejor forma de explicarlo que recurriendo a lo que circula libremente en redes sociales, aunque es sabido que no todo lo que allí se publica corresponde a la verdad ni tiene ropaje de objetividad, dos características que son difíciles de obtener. Pero, en fin, las redes sociales también transmiten el sentir de la gente. Vamos a ellas entonces.
Sobre el “acuerdo para la paz” alcanzado en la madrugada del viernes 15 de noviembre, he rescatado algunos comentarios que considero significativos en cuanto a explicar mi decepción y desconfianza, porque más pronto de lo esperado un sector de la política criolla comenzó a recular rápidamente. Vea usted.
Andrés Allamand en Radio Duna: <<“Nunca alguien dijo que cuando no haya acuerdo (2/3) eso significa que se transforma en ley simple, fue exactamente lo contrario (…) Si no hay acuerdo la convención fracasa, no hay plebiscito ratificatorio y rige la Constitución”.>>
Periodista Mirna Schindler: <<Quienes pretenden desconocer los acuerdos alcanzados en la madrugada del viernes pasado y buscan subterfugios de última hora para volver al escenario anterior a ese día, están literalmente jugando con fuego. La estabilidad del país merece la máxima responsabilidad política>>.
Diputada Karol Cariola: <<La derecha confirma su “interpretación” del acuerdo en que 2/3 se aplican sobre el conjunto del texto definido por el órgano constituyente. Descartan que lo que no se acuerde por 2/3 quede para la ley: Si no se aprueba texto completo queda la Constitución actual ¡hay veto!>>.
Louis Casado (revista POLITIKA): “El cambio de la Constitución chilena no es una cuestión jurídica, sino una cuestión política. Todo se resume, en el fondo, a saber quién ejerce el poder, apoyado en qué fuerzas, con qué propósito, en beneficio de quién”.
Analista político Juan Francisco Coloane: <<el primer extremismo provino de amenaza a la democracia presionando un Acuerdo nocturno bajo ultimátum propio de un régimen semi dictatorial>>
Recordemos que esa misma noche el ex oficial de carabineros y actual presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, presionaba insistentemente a los parlamentarios diciéndoles: “hay que apurarse, sólo disponemos de 48 horas”. ¿Quién o quiénes dieron ese plazo perentorio? Los rumores al respecto son muchos.
En realidad, queda la duda respecto del accionar de los parlamentarios pues no se sabe si trabajaron a toda máquina para “salvar al país del caos”, o para salvarse ellos y a la vez consolidar el poder y los privilegios que les acompañan desde hace décadas. Aunque también cabe la posibilidad que hayan desplegado sus esfuerzos a velocidad del rayo debido a que pendía sobre sus cabezas un ultimátum de las fuerzas amadas. Todo es posible. ¿Se sabrá la verdad algún día?
Mi opinión personal (que vale poco y nada) es que ellos trabajaron en beneficio propio aprovechando la situación de caos y temor que envolvía al país en esos momentos, agregando a lo dicho que los parlamentarios –y los políticos en general- nunca le han tenido miedo ni mayor respeto a la gente, al pueblo, a la ciudadanía, al electorado, o como usted quiera llamar a la sociedad civil. Los verdaderos temores de los ‘honorables’ transitan otras vías, como las del mega empresariado y las fuerzas armadas, por ejemplo. Pero, ¿temor al pueblo? Naaa…
Un prueba de lo anterior la encontramos en que pocas horas después de firmado el famoso ‘acuerdo’, en plena crisis, con Chile movilizado de punta a cabo, el país se enteró que los diputados acordaron por fin rebajar su dieta en un 50%, pero dejaron incólumes sus Asignaciones, las cuales alcanzan a veces el tope de $23.000.000 mensuales.
Y ya que estamos hablando del Congreso Nacional, mencionemos lo que ocurre con otros de los habitantes de ese emérito edificio donde circula, tal vez, la gente más privilegiada del país. Si bien los parlamentarios son aves de paso, pues dependen de los electores, hay otras personas que siguen y seguirán trabajando en ese poder del estado sin necesidad de poner en riesgo sus cargos y sus emolumentos. Son los funcionarios del Congreso, quienes cuentan con sueldos que fluctúan entre $9.000.000 y $14.000.000 mensuales.
Sí, lo sabemos, son funcionarios públicos… privilegiados, es cierto, apapachados por las cofradías políticas con las que conviven en aquel lugar a las cuales sirven, y de ellas se sirven. ¿El resto de los funcionarios públicos del país está a la par con ellos? Lo que provoca al menos extrañeza y algo de rabia es que esos funcionarios se apersonaron en la sala de sesiones portando pancartas, reclamando (¿o exigiendo?) que el legislativo les deje fuera de los acuerdos de rebaja de sueldos. Más allá de los muros del edificio porteño, la ANEF, Asemuch, Confusam, Colegio de Profesores y otros gremios del mismo sector, no reclaman porque a sus colegas del Congreso les paguen tanto, sino porque a todos deberían pagarles lo mismo. Mal que mal, el sector público es uno solo, dicen ellos.
Lo concreto es que la gente, la mayoría de ella al menos,. Se hartó de tanta corrupción y mentiras. Todos quieren aun cambio, una muestra fehaciente de que los parlamentarios están trabajando en beneficio de lo que el pueblo ha demandado. No sólo se trata de mejorar de manera ostensible el poder legislativo; las impetraciones alcanzan a otras instancias. Por ejemplo, nadie quiere señores feudales dueños de las comunas…se exige una democracia verdadera y no autoridades que en una década en el mismo cargo tejen redes políticamente mafiosas adueñándose del municipio y de la comuna, al grado d creer q el cargo es ‘hereditario’, como si fuera una monarquía del siglo XIX.
Por ello, hay esperanzas en que se concrete el proyecto de ley evitando la reelección de alcaldes que tienen 12 o más años en el cargo. Es una necesidad imperiosa. Basta ya de feudos en algunas de las 345 comunas de Chile (especialmente en aquellas rurales y pequeñas por las que la prensa ni la ley se interesan). ¿Aprobarán esa ley? Chile está a la espera.
El gobierno también colabora a calderadas con opiniones de ministros que nutren la ira popular. Vea usted lo que dijo hace horas nada más el jefe de la cartera de Salud, el doctor Jaime Mañalich. He aquí una ‘perlita’ que merece protestas masivas y permanentes.
“Nuestro sistema de salud es uno de los mejores y más eficientes del planeta” (sí, amigo lector, leyó bien; Mañalich dijo “del planeta”, y ni siquiera se arrugó).
¿Y en La Moneda el presidente calla y aprueba? ¿No tiene voz? Por ello la pregunta es válida. ¿Quién gobierna? Claramente, Piñera no. Entonces, ¿quién? La agenda ya ni siquiera es la de Chile Vamos… millones de chilenos movilizados la cambiaron, pero, ¿quién tomó la batuta? La derecha, en franca desesperación (aún a salvo del desplome gracias a que la feble izquierda actual está convertida en un archipiélago de grupos y referentes), mira hacia el palacio de gobierno y se pregunta: “¿no había nada mejor en nuestras filas?”. Añoran a un Jorge Alessandri…ya no tienen líderes de fuste. La izquierda tampoco.
Mientras tanto, usufructuando del vacío de gobernabilidad, los vivarachos de siempre estrujan ese limón llamado Chile y lo arrean hacia el barranco. Y el barranco no es sino el enfrentamiento violento entre dos sectores que, querámoslo o no, se odian con mayor intensidad que hace veinte años.
Alguien tenía que prevenir avisando lo que podría ocurrir si no hay una pronta repuesta a las demandas populares. El aviso ya está hecho una vez más. Depende de otros tomarlo o…tirarlo también al barranco.