Estallido social: estrés, ansiedad y miedo en tiempos de crisis

Publicado por Equipo GV 10 Min de lectura

Por Dr. Franco Lotito C.www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

 

“El modelo económico con el que hemos convivido durante tanto tiempo, no lo destruyó la gente. Lo destruyó esa tropa de avariciosos imbéciles que abusó a mansalva del modelo”. (Dr. Franco Lotito C.)

 

 

estresHoy, estamos obligados a reconocer, que el estallido popular que tenemos como trasfondo social en nuestro país, nos está –literalmente– enfermando física y psicológicamente, en función de lo cual, en esta crisis –que actualmente no tiene fecha de término– resulta clave velar por el auto cuidado y, en la medida de lo posible, habría que hacer un esfuerzo consciente en la línea de mantener el mayor  grado de calma y tranquilidad que se pueda.

¿Por qué razón destaco lo anterior? Muy simple: a más de un mes de iniciada la crisis nacional, existen claros signos de una repercusión negativa en el estado emocional y anímico de la población de nuestro país. Esa realidad la están observando muy de cerca los psicólogos y psiquiatras en sus consultas profesionales, con un aumento  significativo en el número de consultas y con un notable incremento en la prescripción de medicamentos y píldoras para dormir.

Asimismo, los signos y efectos lo están sintiendo todos los ciudadanos de nuestro país, tanto nacionales como extranjeros. Las redes sociales están al rojo vivo y “revientan” cada día con una infinita cantidad de datos, vídeos e información de todo tipo y a cada segundo, tanto verdaderas, como también absolutamente falsas.

Todo ello redunda en la presencia de un mayor nivel de angustia, estrés y miedo, haciéndose transversalmente “democrático” el hecho de dormir mal, sufrir de bruxismo nocturno (y diurno también), sentirse irritables ante cualquier nuevo evento o situación que acontece, lo que nos hace andar ansiosos, algo “saltarines” y con el alma en vilo.

En otro artículo de mi autoría –escrito tan sólo un par de días luego de iniciado el “terremoto social”–, señalé en forma textual, que nuestro país había sufrido “un quiebre del alma nacional”.

Hoy, semanas después, puedo hablar con propiedad, de que hay algo en el alma nacional que se fracturó completamente, lo que terminó polarizando –de una manera dolorosa y lamentable– a la nación entera, y que finalmente, ha conducido a una mezcla explosiva de ansiedad, miedo, adrenalina, furia, ira destructiva, esperanza, frustración y también altos niveles de decepción. Tanto es así, que los ansiolíticos y los antidepresivos están a la orden del día: bromazepam, ravotril, rize, sertralina, fluoxetina, etc.

Paralelamente, hay muchas personas que están muy asustadas, quienes, no obstante que apoyan de corazón las manifestaciones de la gente y las sentidas demandas de la población, condenando los excesos por parte de las fuerzas policiales, también ven con mucha angustia, temor e impotencia la destrucción sin sentido que se ha producido a nivel nacional, donde muchas ciudades parecen escenarios de guerra, más que espacios de manifestaciones populares, ya que los atentados incendiarios, los saqueos y el vandalismo a destajo, han afectado a cientos de miles de personas, generando un alto nivel de inseguridad, ansiedad e incertidumbre en relación a cómo y cuándo terminará esta efervescencia y estallido social… si es que termina alguna vez.

Lo malo del asunto, es que la incertidumbre, el miedo y la inseguridad son elementos corrosivos y contagiosos, por cuanto, hoy por hoy, sabemos que hay miles de personas que ya han perdido sus trabajos, y que varios otros cientos de miles más temen perder el suyo.

También tenemos a miles de pequeños comerciantes y emprendedores independientes, quienes, sin tener arte ni parte en esta explosiva reacción popular, lo han perdido todo, y junto a ellos son miles las personas a quienes daban trabajo.

Por otra parte, un elevado número de vendedores a nivel nacional –cuyos ingresos son definidos por sus niveles de ventas– sufren no sólo de ansiedad, sino que también de insomnio y graves crisis mentales porque no saben cómo cubrirán los gastos del mes para poder mantener dignamente a sus respectivas familias.

Lo cierto, es que en muchos de los casos de destrucción sin sentido –estaciones de metro, trenes y buses de transporte público, locales de pequeños comerciantes, edificios privados, iglesias, hoteles, centros médicos, miles de señaléticas viales, etc.– nos hemos, simplemente, disparado a los pies, por cuanto, los daños –así como las graves consecuencias de estos actos arbitrarios– no los sufrirán las élites políticas ni económicas, sino que el pueblo mismo, es decir, las personas más vulnerables de este país, los llamados “ciudadanos de a pie”, que somos los que conformamos la gran mayoría de este país. Hoy tenemos a miles de simples trabajadores que demoran tres y más horas en llegar a sus trabajos y muchas de ellos –indignados y enojados con la situación de incertidumbre que se vive– no saben si contarán con medios de transporte para poder regresar a sus hogares, después del trabajo.

Otro aspecto que juega un rol importante en la salud física y mental de las personas, es el alto nivel de estrés que hoy afecta a más de 17 millones de habitantes por el hecho de desconocer cómo y cuándo terminará este estallido social: ¿cuántos ojos se perderán en los siguientes días y semanas de protestas y manifestaciones? ¿Se seguirán incendiando edificios, oficinas y locales públicos y privados? ¿Se saquearán y destruirán más tiendas comerciales? ¿Tendremos que continuar humillándonos y bailando en público, porque a un grupo de idiotas se les ha fruncido el traste de que esa es la única forma en que te dejen en paz y no te destruyan tu vehículo? ¿Saldrán más civiles iracundos y armados a las calles a disparar en contra de los vándalos, saqueadores y sujetos incendiarios?

Tenemos frente a nosotros, un futuro incierto, ya que a raíz de los desmanes y la inseguridad reinante, miles de millones de dólares fueron sacados rápidamente fuera del país por la élite económica y política nacional, lo que llevó el precio del dólar a las nubes, lo cual, probablemente –dado el hecho de que muchos productos están indexados al valor del dólar– traerá como consecuencia que la inflación se eleve y se encarezcan diversos servicios y productos importados, entre ellos, los combustibles, una gran gama de artefactos electrónicos, vestuario, pasajes aéreos, créditos hipotecarios y universitarios asociados a la U.F., etc. Esto se llama, simple y llanamente, “auto dispararse a los pies”, y, lo peor: a los pies de los más pobres.

Dado el alto nivel de polarización y odiosidad que reina en el ambiente, hoy tenemos a muchos amigos y familiares que se han peleado a muerte entre ellos, defendiendo una u otra postura, lo que acrecienta aún más los niveles de frustración, irritabilidad, rabias y enojos con los “otros” que no quieren entender –ni menos aceptar– mi postura u opinión personal respecto de lo que está sucediendo en Chile.

Finalmente, tengamos presente lo siguiente: en tiempos de crisis –especialmente, cuando éstas se alargan y no se sabe cuándo van a terminar–  nuestro cuerpo y nuestra mente interpretan –de manera no consciente– que nos encontramos en una situación de peligro y, en consecuencia, se tensionan, lo que conduce a que nuestras funciones cognitivas superiores se vayan agotando y “apagando” paulatinamente, lo cual, trae como consecuencia que no seamos capaces de reflexionar ni pensar bien, lo que sumado al cansancio, rabia y agobio acumulados, nos termina pasando la cuenta en relación con nuestra salud.

Llegados a este punto, es donde deberemos confiar, en que nuestros ahorros emocionales en resiliencia y fortaleza interna, salten al ruedo en nuestra ayuda, con el objetivo final de poder superar de la mejor forma posible los altos niveles de ansiedad, miedo e incertidumbre que, en tiempos de crisis, nos acosan por todos lados.

 

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