Dr. José Ignacio Núñez
Académico Facultad de Derecho, U.Central
Chile ha iniciado un inédito camino hacia un nuevo pacto social: la ruta a una Constitución genuinamente originada en un proceso democrático. Pero, para que podamos aproximarnos a ese objetivo, es necesario que nuestros pasos transiten por cauces que garanticen la participación igualitaria de todos y de todas. Así, es imprescindible que el órgano constituyente esté integrado equitativamente por hombres y mujeres, (además de entregarle cabida a otros grupos históricamente postergados). Con esa convicción, planteo en las líneas siguientes dos argumentos que creo hacen necesario asegurar una representación paritaria.
En primer lugar, sin perjuicio de que los roles de género proceden de estereotipos socialmente construidos, sabemos que las mujeres enfrentan cotidianamente desafíos muy distintos a los escollos sorteados por los hombres. En este contexto, la mera empatía no es suficiente para que un sistema con hegemonía masculina pueda identificar con precisión los problemas que afectan a las mujeres y la imaginación tampoco nos alcanza para proponer soluciones adecuadas a dichas problemáticas. Si estimamos necesario solicitar a quienes postulan a la cámara de diputados haber residido en el distrito por el cual se postulan, a efectos de que conozcan los requerimientos de sus habitantes y puedan representarlos adecuadamente en el Congreso, con mayor razón no podemos esperar que los hombres seamos capaces de canalizar adecuadamente las distintas necesidades y aspiraciones propias de las mujeres al momento de proponer el contenido de una nueva constitución.
En segundo lugar, la democracia – creo – solamente se materializa de manera efectiva cuando los órganos representativos, como las convenciones constituyentes, proporcionan espacios a todos los miembros de la sociedad. Si pensamos que la democracia es una forma colectiva de adopción de decisiones públicas que, respetando la libertad de cada persona y considerándolas a todas como iguales, resuelve conforme a la voluntad de las mayorías, no hay justificación para mantener reglas del juego que oculten a las verdaderas mayorías. ¿O no fue por eso qué durante tanto tiempo peleamos por cambiar el sistema Binominal?
Según datos estadísticos, las mujeres conforman alrededor del 51% de la población chilena. Sin embargo, con las actuales normas que organizan el sistema electoral, 77% del parlamento chileno (en 2019) está integrado por hombres. ¿Qué significa esto? ¿Qué las mujeres tienen una representación inferior a la que les corresponde? No, o al menos no solamente eso. Sucede que los hombres, gracias a reglas que nosotros hemos diseñado, tenemos una representación mayor a la que nos correspondería si fuéramos fieles al ideal democrático basado en la regla de la mayoría.
Por eso, de cara a este momento histórico en dónde tenemos la oportunidad de que el pueblo de Chile elabore una Constitución conforme a un proceso democrático, no podemos permitir que las minorías sigan tomando decisiones a nombre de las mayorías. Esa es la razón por la cual la paridad de género no es un problema de mujeres, es un asunto relevante para todos los interesados en la justicia.