Por Ariel Rosales,
Trabajador social, doctorando en sociología, U. San Sebastián.
Desde hace algunas décadas, nuestro país se ha convertido en un destino cada vez más atractivo para la inmigración de miles de personas que buscan mejores oportunidades laborales y nuevas opciones de vida. Sin embargo, las expectativas de los que arriban muchas veces no alcanza a concretarse y en vez de incrementar su bienestar terminan por situarse en contextos de pobreza y vulnerabilidad.
El fenómeno migratorio en Chile ha desatado problemas en la integración de muchos migrantes producto de discriminaciones alimentadas por imaginarios y prácticas segregadoras. La alta vulnearbilidad de muchos inmigrantes hace que cotidianamente se vean enfrentados a problemáticas socioeconómicas y relacionales que afectan negativamente su situación social. De hecho, la CASEN 2017 determinó que estos grupos presentan un mayor nivel de pobreza absoluta y vulnerabilidad que los nacionales, sobre todo en trato igualitario.
En este sentido, producto del Covid-19 hemos visto episodios de discriminación, como el conflicto con haitianos en Quilicura o la discriminación a los chinos en algunas comunas del país, que pueden ser leídos de distintas maneras y entre ellas, el racismo aparece como clave explicativa de la discriminación experimentada por muchos migrantes en Chile.
La recepción que han tenido los migrantes -sobre todo latinoamericanos en nuestro país- ha sido variada y durante los últimos años se puede advertir una jerarquización de las poblaciones migrantes que ha generado percepciones estereotipadas y estigmatizantes que asocian a comunidades migrantes afrodescendientes e indígenas con “problemas sociales” como la pobreza, criminalidad y reducción de plazas de trabajo; producto de que son señalados como sujetos indeseables y ajenos a la moral nacional. Estas percepciones, asociadas muchas veces a categorías racializadas, operan como límites simbólicos que levantan fronteras internas en las relaciones entre chilenos e inmigrantes.
Lo anterior puede ser explicativo de las deficiencias en el trato igualitario vistas en Chile durante los últimos años, en base a la idea de fronteras internas que operan en las relaciones entre nacionales y extranjeros, las cuales estarían asociadas a formas de racismo que promueven estigmas y exclusiones que agudizan la situación social de estas personas. En este marco, la existencia de estas fronteras son una clave para interpretar las deficiencias respecto al trato igualitario a la población extranjera en el actual contexto sanitario.
En Chile, muchas veces los migrantes son vistos como parte de un problema social bajo discursos que los asocia con sujetos indeseados y estigmas que se ordenan alrededor de las marcas de una otredad extraña. De hecho, en el contexto sanitario del Covid-19, la narrativa sobre la migración ha variado y actualmente se observa cómo la población extranjera de origen africano (haitianos) e indígena (bolivianos) ha pasado de la exotización a la estigmatización y la exclusión.
Como sea, creo que la discriminación observada durante el último tiempo hacia algunos extranjeros, no es por el hecho de ser migrante sino por la precariedad en la que viven, sólo devela las deficiencias estructurales de nuestra sociedad en general.