Por Guillermo Fuentes Contreras
Director de Ingeniería en Administración de Empresas, UCEN
Mucho se ha dicho respecto de que los efectos de la pandemia de Covid-19 no dejarán a nadie indiferente. El aumento del desempleo, la merma o definitiva carencia de ingresos de quienes trabajan por cuenta propia con la consiguiente imposibilidad de generar el sustento familiar, han hecho que, por ejemplo, diferentes gremios y fundaciones hayan solidarizado en esta contingencia, entregando aportes importantes a distintos sectores de la población.
La banca tampoco ha estado ajena a esta ayuda, con iniciativas que postergan entre tres a seis cuotas los créditos colaborando en algo para palear, al menos en el corto plazo, la falta de liquidez. Sin embargo, la mayoría de los bancos deberían evaluar la postergación de otras tres cuotas adicionales, para ir en ayuda de sus clientes que probablemente enfrenten un incierto período de cesantía.
¿Y las AFP? Sus afiliados también necesitan ayuda, porque ellas administran los dineros de los fondos de pensiones aportados por las mismas personas que hoy lo necesitan.
Es el momento en que las AFP empaticen, sin esperar una iniciativa legal y se abran, por ejemplo, a empezar distribuyendo entre sus afiliados, sólo las utilidades del último año. Es un gesto necesario y que demostraría voluntad, más allá de iniciativas parlamentarias que promuevan el retiro de los fondos previsionales.
Hay una realidad social que no puede ser indiferente con los trabajadores que han entregado parte de su sueldo para una pensión digna.