Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
“No digas nada en las redes sociales que no querrías que fuera expuesto en un anuncio panorámico con tu cara puesta en él” (Erin Bury, experta en Marketing y Tecnología).
Resulta llamativa la afirmación que hiciera Nicolás Machiavelo –filósofo, político y escritor italiano– ya en el siglo XVI, quien decía, que “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”, al asociar esta frase con lo que sucede, hoy en día, en las redes sociales.
Varios estudios hechos durante el 2020 con el objetivo de investigar diversas “adicciones digitales”, pusieron al descubierto una serie de problemáticas que iban desde: trastornos de dependencia a Internet y a los celulares, severas perturbaciones emocionales asociadas a las redes sociales, problemas de socialización –producido por el aislamiento obligatorio por causa de la pandemia–, así como también la adicción a las selfies.
Un análisis del portal español de estudios Statista, así como un estudio de la Universidad de Chile, reveló que nuestro país ha liderado en Latinoamérica el uso de las redes sociales durante la cuarentena, marcando un peak de actividades en medios como TikTok, Instagram, Twitter, Facebook, WhatsApp, etc.
Por otra parte, el académico de la Facultad de Comunicaciones de la Pontifica Universidad Católica de Chile (PUC), Mario Halpern, señala que el 84% de los chilenos hace uso regular de WhatsApp, comparado con el 40% promedio de usuarios de teléfonos inteligentes de otros países, cifra que convierte a los chilenos en “adictos al WhatsApp”. Por otra parte, alrededor de un 60% de los usuarios chilenos afirma estar utilizando aplicaciones telefónicas para hacer distintos tipos de compras y gestiones por Internet.
En este sentido, resulta ser un dato muy significativo, que sólo en el mes de marzo de 2020 el incremento en los posteos en las distintas redes y medios de comunicación digital se elevó en un 53% en comparación con el mismo mes del año anterior, lo cual, lamentablemente, también ha traído consigo una serie de problemas relacionados con las adicciones de carácter digital.
Uno de los trastornos más graves se relaciona con el fenómeno identificado como “Síndrome selfie” –o la moda del culto a la imagen–, condición que se acompaña de ansiedad, necesidad de reconocimiento y aprobación, un estado de agitación (o manía) que termina por generar el denominado “Narcisismo digital”. A la base del trastorno, existiría un problema relacionado con la imagen corporal, en el cual, el sujeto presentaría un excesivo interés y preocupación por su apariencia física, donde la abundancia de selfies diarios implicaría un desorden de tipo obsesivo-compulsivo, caracterizado por un deseo permanente de fotografiarse y exponer públicamente las fotografías en las redes sociales para obtener la aceptación por parte de terceros y, por esta vía, compensar –de alguna forma– su, eventual, falta de autoestima.
Las selfies tienen un único y claro objetivo: que el “sujeto sea reconocido por terceros en las redes sociales”, sean éstas, personas conocidas o no. Sin embargo, ello genera en el individuo una necesidad constante de retratarse, mostrando al sujeto en infinidad de poses, en diversos lugares, con distintos vestuarios y variedad de peinados, luciendo joyas, dinero, objetos de valor, armas de fuego, etc., que buscan que las personas que usan las selfies se sientan aprobadas y reconocidas a través de los famosos “likes”.
Si uno “traduce” lo anterior e intenta interpretar lo que sucede con algunas personas, habría que concordar con lo que nos dice el experto en redes sociales, Godfried Bogaard, quien señala que “en el pasado las personas eran lo que tenían, en tanto que hoy en día, las personas son aquello que comparten en las redes sociales”, aún cuando aquello que comparten no corresponda, en rigor, a la realidad.
De ahí que se cuente una interesante historia acerca de la siguiente publicación en Instagram: “Día perfecto, sol radiante, mantita caliente y una peli. Y luego un buen libro y un pisco sour. # Viva la vida # Love sunny days”. Sin embargo, al analizar aquello que, realmente, hay detrás de esta publicación, nos encontramos con la siguiente realidad: “Día de mierda, solo y aburrido como ostra, sin planes a la vista. Cayendo en una oscura depresión”.
De lo anterior se desprende, que muchas personas están colocando –o proyectando, si se quiere– su razón de vivir solamente en la imagen que quieren mostrar hacia afuera y para el público, y eso, a final de cuentas, no resulta ser del todo sano.
Digamos finalmente, que el uso de las redes sociales se ha prestado, asimismo, para practicar el llamado Ciberbullying, es decir, el acoso estudiantil por intermedio de Facebook, Twitter e Instagram, situación que en su grado más extremo ha llevado a que algunos jóvenes terminen cometiendo suicidio debido al agobiante acoso al que son sometidos, en tanto que en otros casos menos mortales, se “invita” a las personas a autolesionarse en grupo, o bien, se entregan “consejos gratis de cómo practicar la anorexia” sin que el entorno familiar se dé cuenta, etc. Todo lo anterior, con serios riesgos para la salud física y mental de quienes siguen estas recomendaciones.
Hace tan sólo algunos días atrás otra adolescente optó por el suicidio, dado el alto nivel de bullying que estaba viviendo por parte de sus compañeras de curso, quienes, simplemente, terminaron por agobiarla hasta que ya no aguantó más y se quitó la vida. Este tipo de casos no son únicos y se hace perentorio poner límites a este tipo de conducta miserable.