Por Nelson A. Lagos & Rodrigo Estévez
Centro de Investigación e Innovación para el Cambio Climático (CiiCC),
Universidad Santo Tomás
El poder trasformador de las sociedades humanas ha impactado el ambiente en que vivimos llegando a modificar el clima global del planeta, nuestra casa común. En la encíclica Laudato, Si`, el Papa Francisco sostiene que “Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”. En ausencia de acuerdos internacionales para enfrentar estos desafíos globales, emerge la necesidad de aportar con consensos desde los territorios, regiones y naciones. El momento constituyente que vivimos en Chile es una oportunidad para enfrentar este problema, incluyendo en la nueva carta magna principios socio-ecológicos que nos ayuden a salir de la tragedia de la sobreexplotación y agotamiento de los recursos naturales.
¿Cómo revertir la degradación generada por la forma en que la constitución enmarca nuestra relación con la naturaleza? ¿Qué principios y recomendaciones debemos hacer para fomentar que este poder de transformación sea socio-ecológicamente sostenible?¿Cómo abordamos la dicotomía entre bienes públicos y privados para el manejo de los recursos naturales? Abordar estas preguntas requerirá no solo de conocimiento científico, sino también un marco que considere principios de ética ambiental, social y política.
Un fuerte sentido de pertenencia hacia una localidad, paisaje o territorio, expresiones de nuestra casa común, ayuda a pavimentar el camino hacia la sostenibilidad. Grupos con fuerte sentido de pertenencia son capaces de priorizar soluciones a largo plazo por sobre los beneficios a corto plazo, fortaleciendo el compromiso colectivo. Los modelos de uso colaborativo y autogobierno comunal de un recurso pueden promover la equidad en el acceso, el control democrático y un mayor cuidado de los recursos compartidos.
Esto requiere que se reconozca el derecho a la auto-organización, a gestionar recursos, negociar consensos sobre los objetivos de sostenibilidad y la flexibilidad para renegociar estos objetivos. Es decir, modelos de gobernanza innovadores y democráticos desde lo local. ¿Es posible que nuestra sociedad incorpore este tipo de principios que permitan diseñar las transformaciones necesarias hacia una sostenibilidad de largo plazo?¿Cómo evitamos caer en categorizaciones simplistas que definen sólo lo propio y lo ajeno, lo estatal y lo privado, lo de todos y de nadie? La comprensión que tengamos hoy sobre los bienes comunes y sus formas de derechos de propiedad será crítica para una transformación sostenible, ya que estas definiciones se relacionan estrechamente con los conceptos que manejemos sobre el estado, el mercado y las relaciones de poder y posesión.
Las respuestas para estas preguntas no emergerán sólo de las escuelas de cienciasambientales, sociales o de gobierno, sino desde la incorporación de un enfoque policéntricoque propicie un sistema de gobernanza en el cual los individuos y las autoridades nos organicemos a distintas escalas del territorio, incorporando todas las nociones de valor y sentido de pertenencia que nos unen a Chile y nuestra casa común. La construcción de una nueva constitución será un espacio de democracia deliberativa para plantearnos estas preguntas y buscar soluciones en común.